- Con una buena pintada podría quedar hermoso –mencionó emocionada Rachele, luego de observar el lugar, que, estaba con mucho polvo. Tenía tela de arañas en las esquinas del techo y lo más raro de todo era la silla mecedora que estaba en la mitad de la sala con dirección al balcón.
- Esta podría ser su sala, la cocina está en frente y detrás del pasillo encontraran su cuarto y el baño.
- Quiero ir a ver la recamará, me adelantaré cariño –me dijo emocionada. Yo me quedé a solas con don Paco.
- ¿Por qué nos está dejando el alquiler de este piso tan barato?
- Este piso lo alquilé con Marisa, cuando teníamos veinte años, luego con el tiempo, me hice dueño de esta pensión, alquilaba los tres pisos y yo vivía aquí con ella… Ustedes me recuerdan a mi etapa de enamorado con mi esposa –sacó de su bolsillo una fotografía y me la enseñó.
- Es preciosa…
- Era –me corrigió– falleció hace más de treinta años…
- Yo lo siento mucho…
- Ella y yo también empezamos a convivir desde jóvenes, nos amábamos mucho y puedo decir que fue el gran amor de mi vida. Luego de ella, ya nadie llegó a causarme ese hormigueo en el estómago que se siente cuando se ve a la persona que amamos –se fue hacia la ventana y suspiró mirando al cielo, yo me le acerqué y lo abracé por detrás.
- Estoy seguro de que su amor fue tan grande que ni con la muerte se terminó y sólo por eso usted debe estar muy feliz…
- Así es muchacho –volteó a mirarme–, Rachele está sola aquí –me dijo mirando a los ojos- y en estos días he llegado a quererla como si fuera mi nieta, así que espero que no le hagas daño y que la cuides mucho, dale esa fuerza que ella necesita para salir adelante, pero sobre todo dale amor, porque no hay nada más fuerte que el amor.
- Me encantó –gritó Rachele acercándose a nosotros– es muy espaciosa y además tiene un balcón.
- Pues siendo así nos quedamos con el piso don Paco, claro que hoy y mañana dormiremos en los mismos cuartos de anoche, para poder pintar las paredes y arreglar nuestro refugio de amor –Rachele se acercó y me abrazó bien fuerte, don Paco nos miraba con mucha ternura y por un momento dejó de ser ese viejo amargado que me despertó en la mañana tirándome agua en la cara.
- Bueno jóvenes enamorados, yo los dejaré solos…
- Espere don Paco –saqué mi billetera- tome el pago de dos meses por adelantado –le entregué el dinero.
- Bien, en la noche me haces acordar para darte el recibo Thomas, ahora si los dejaré solos.
- Una última cosa antes de que se vaya don Paco –le dije adelantándome en su camino.
- Dime…
- ¿Podemos pintar las paredes y comprar algunos muebles para este piso?
- Hagan lo que quieran con el piso, lo único que les pido es que no organicen fiestas de noche, ni que lleguen borrachos en la madrugada de los viernes como anoche.
- No estábamos borrachos don Paco, sólo nos hicimos un poco tarde… -le dijo Rachele riendo.
- Bueno ahora ya lo saben, si no tienen algo más que decirme, iré a seguir con mi siesta.
Don Paco se marchó y nos dejó solos, como estaríamos de ahora en adelante, solo los dos, teniéndonos el uno para el otro y a nadie más que a nosotros mismos y a nuestro gran amor.