UNA TARDE CON TU RECUERDO

CAPITULO 7

Salimos de la cafetería y nos dirigimos a la sala de conferencias dónde el rector de la universidad daría la última "Charla de Progreso Universitario" del semestre. En la puerta había muchos jóvenes que al igual que nosotros no venían porque lo que tuviera que decir el rector fuera interesante, sino porque la asistencia daba puntos adicionales para el examen final.

- Tom -se acercó una chica con sus amigas y nos saludaron.

- Hola chicas -saludé a todas en general y me acerqué a Checho- ¿Cómo es que se llamaba la chica qué me saludó? -le susurré sin que ninguna de ellas se diera cuenta.

- Cristi ¿Cómo has estado? -saludó Checho a la chica qué me saludó, volteó y me sonrió- Hey Laura, Vanessa, Lourdes; no nos vemos desde el cumpleaños de Jorge -y así fue como me dijo el nombre de todas sin que ellas se dieran cuenta.

- Así es Checho -se adelantó Lourdes mientras sus amigas se sonreían y murmuraban cosas mientras me observaban- ¡Hey Tom! -me dirigió la mirada- ¿De verdad te dejaron plantado? -y sus amigas empezaron a reírse entre ellas.

- ¿Tú qué crees? –le respondí muy seguro de mí mismo.

- Pues no conozco a ninguna chica que se atreva a dejar plantado a este papacito –se acercó y me acaricio la mejilla.

- Tú lo has dicho, todo fue una broma pesada de Checho, para que se haga popular por un momento –y le sonreí a todas.

- Hey –se quejó Checho– yo ya soy popular, no vez que todas estas muchachas se han acercado solo para verme –y eso provocó la risa de todas, o a lo mejor, su burla.

Cristi era la influenciadora del grupo, una chica delgada de un metro setenta y cuatro aproximadamente, rubia y con la piel bien clara; parecía no tener sangre porque era bien pálida, pero eso no le quitaba lo guapa que era. Por su parte Lourdes era la más alta y también la más aventada, casi llegaba al metro ochenta, nada agradable para mi gusto, pero a Checho lo volvía loco; y las otras dos chicas sólo las seguían a donde ellas iban, sin importarles el lugar o el momento.

Esperamos mucho rato fuera de la sala de conferencias, pero como cada espera tiene su final, el tiempo de entrar llegó. Por dentro la sala de conferencias parecía un palacio o la sala de uno, ya que su diseño era colonial teniendo estilos arquitectónicos como: barroco, churrigueresco, neoclásico, entre otros.

Lo primero que te llama la atención al entrar son las butacas que están en los laterales de la segunda planta, pero más que atención por el lugar, sentí temor ya que allí estaría sentado el profesor Richard, el rector y uno que otro docente el día de la exposición de mi tesis.

- ¿Te vas a quedar allí? –se quejó Checho– avanza hombre que me van a aplastar –me había olvidado por un momento del mundo y me había centrado por un momento en mí y en mis problemas. De vez en cuando no cae mal perderse del mundo para pensar única y exclusivamente en nosotros mismos, claro si es que eso no implicaría que estén aplastando a tu amigo.

Nos sentamos casi al final de la sala donde el rector y los docentes casi no alcanzaban a ver gracias a la poca luz en la zona.

Como siempre quien comenzaba la presentación era Tere, la secretaria y bocera del rector; en realidad se llamaba Teresa, pero así le solía decir de cariño, cuando salíamos.

- Buenos días estimados estudiantes, para mi es todo un placer tenerlos enfrente mío una vez más…

Y así sus palabras se extendían, cómo se extienden tus pensamientos en la noche de tu primer beso. Digamos que ese momento no era la noche de mi primer beso ni muchos menos, pero mis pensamientos se extendían y revivían lo acontecido la noche del viernes en la Plaza Cultural.

Rachele se había apoderado de cada pensamiento mío, de cada trasnochada que vivía día a día al pensar qué le había pasado. > Estas últimas palabras rondaron mi cabeza por un momento.

- Ya sé lo que pasó con Rachele -el pensamiento se convirtió en palabras que Checho, y las chicas que se sentaron junto a nosotros, escucharon.

- ¿Qué? –preguntó Checho confundido- ¿Qué dijiste?

- ¿Quién es Rachele? –preguntó Cristi.

- La chica que lo dejó plantado el sábado –respondió Checho sin que lo pudiera detener.

- Así que era cierto –intervino Lourdes mirándome con burla– pero que tonta, yo jamás te haría eso Tom –y me pasó su brazo por mis hombros.

- Checho tenemos que hablar –me solté de Lourdes– salgamos.

- ¿Estás loco? Necesito puntos extras y si nó te has dado cuenta el profesor Richard nos esta viendo desde la butaca de la derecha –alcé la mirada y allí estaba el viéndonos sin pestañar.

- No me importa -me salí de la sala de conferencia, y al rato llegó Checho.

- ¿Pero estas loco Tom? Si pensabas en desaprobar la tesis, felicidades porque eso es lo que acabas de lograr, sabes que el profesor Richard te tiene marcado y esto será suficiente excusa para que te joda esa puta tesis que no puedes terminar.

- Eso ahora no importa.

- ¿Qué no importa? –me interrumpió alterado- ¿Pero de qué estás hablando? -me giró la cara para que lo pudiera ver- Te pasas todos estos días pensando en una chica que solo viste una vez, que a lo mejor nunca más volverás a ver y peor aún, te preocupas por una chica que le habló a un desconocido –su voz estaba muy alta y las personas que estaban fuera de la sala de conferencia empezaban a observarnos– siiii, porque eso fuiste para ella la noche del viernes, un desconocido, y si te habló a ti sin conocerte, imagínate a cuantos otros chicos desconocidos se les acercó a hablarles y tu estas aquí cuestionándote que le pasó, cuando lo mas probable es que se haya marchado con cualquier desconocido… -quizá, él hubiera dicho muchas cosas más, pero el puñete que le metí entre el pómulo y su mejilla derecha lo dejó en el suelo y sin palabras. Se quedó allí tirado en el suelo, sobándose la cara y mirándome, pero no con odio sino con resentimiento y decepción; no tenía cara para mirarlo a los ojos y mucho menos para pedirle disculpas y levantarlo, simplemente me di media vuelta y me marché dejándolo allí tirado en el suelo, entre la mirada de todos los presentes que observaron tan bochornosa escena callejera.