- Supongo que hacemos buena pareja ante los ojos de los demás…
- Supones mal –respondió ella sonriendo.
Le ofrecí los corazones que aún no había empezado a comer y me dijo que ya había cenado; entonces me dispuse a comer mientras ella me observaba sonriente.
- ¿Segura que no quieres?
- Que no Thomas, come o me enojaré más de lo que estoy.
- ¿Y por qué estás enojada?
- Porque no me gusta que las personas digan “NO PUEDO” –lo dijo con una entonación más grave que el resto de las palabras– por culpa de esas palabras es que hay tanto fracasado en el mundo.
- Bueno, pero yo no lo soy…
- Hasta ahora, pero si sigues así no tengo la menor duda de que lo serás en un futuro –se puso en pie– bueno los clientes ya se fueron, ahora debo ayudarle a doña Rosa a cerrar el local –solo asentí– termina rápido o te encerraremos aquí.
Viendo que no tenía donde pasar la noche, quizá me podía quedar a dormir en el restaurante, sin que Rachele y doña Rosa, lo sepan, claro.
Ya había terminado de comer cuando Rachele se me acercó a pedir ayuda; el portón deslizante de la puerta estaba algo duro y no podía bajarlo ni con la ayuda de la dueña, ni la de su hijo.
- ¡Pero qué fuerte! –me alagó Doña Rosa– Tu sí que te sacaste la lotería Rachele.
- Sólo somos conocidos Doña Rosa, por favor no siga –esas tres palabras iniciales se quedaron en mi mente “Sólo somos conocidos”, ni siquiera un “somos amigos”; si la zona de amigos les dolía a los hombres, ¿Se imaginan el dolor que sentí cuando me pusieron en la zona de conocidos?
- Si solo fuera un conocido no te la pasarías hablando de él, muchachita.
- Lo que pasa es que no quiere aceptar que esta loquita por mí –le dije entre susurros a la señora, para que Rachele no escuchará.
- Oye te escuché –me dio el golpecito en el brazo, tan típico en ella– bueno ya me voy –se despidió de la dueña y de unas cuantas meseras que estaban limpiando aún- ¿Y tú te quedarás? –me preguntó.
- Vamos, te acompaño.
Antes de subir en mi moto le dije a Rachele que vayamos a algún parque a conversar, y ella aceptó. Me dijo que justo en unas cuadras había un parque que además estaba a solo dos cuadras de su pensión.
- Este es el parque dónde me encontraste – le dije recordando lo ocurrido hace tres días.
- ¡Si! Y esa –señaló hacia una banca– es la banca en la que te encontré llorando, vamos…
- ¿A caso quieres que llore otra vez?
- No, ¿Qué cosa quieres que hablemos?
- Me fui de mi casa…
- ¡¿Qué hiciste qué?! –se sorprendió mucho cuando le dije lo que había hecho.
- Discutí con mi padre, por lo que me había pasado en la universidad, y le pegué -ella se separó un poco de mí, como si me tuviera miedo– Se que hice mal, pero no podía permitir que hablara así de mi abuelo, porque más que mi abuelo, él era mi padre.
- Yo no sé si deba seguir viéndote…
- ¿Por qué lo dices?
- Si eres así con tu padre, no quiero imaginar como serás con cualquier persona…
- Yo jamás te haría daño, a ti, no…
- Pero ¿Por qué a tu padre si le pegaste? ¡Es tu padre! Por muy malo que haya sido contigo o por muy poco cariño y apoyo que te haya dado, es tu padre y se merece respeto.
- Dijo que mi abuelo era un fracasado y que si yo me dedicaría al futbol también lo iba a ser –sentí como se me debilitaba la voz- de mí que hable lo que quiera, pero de mi abuelo no, de mi abuelo no… -mis ojos se llenaron de lágrimas como se llena un balde bajo el caño abierto; me sentía tan impotente de no luchar por lo que quería en ese momento…
Rachele me abrazó y me dijo que llorará que eso me haría bien; me abrazaba tan fuerte que sentía como mi dolor era compartido, y desde hace días atrás mis penas y malos momentos sólo eran compartidos con una persona, con una persona que solo conocí hace una semana y que se me apareció en mi vida de manera espontánea y rara. Rachele no era alguien que apareció en mi vida porque si y nada más, apareció en mi vida porque yo necesitaba de ella y ella de mí. Estando derrumbado entre sus brazos bajo el manto infinito de la noche, entendí que no importa cuántas personas conozcas o estén en tu vida, lo único que importa es darnos cuenta de quienes permanecen a nuestro lado en los peores momentos, y cuando nos damos cuenta de quienes son, debemos dar todo y hacer de todo porque no se vayan nunca de nuestro lado.
- ¿Y ahora dónde te quedarás? Imagino que no volverás a casa.
- No sé, podría ir donde mi mejor amigo, pero no creo que quiera verme … -No había hablado con Checho desde que le pegué en la universidad; si seguía así me quedaría sólo en el mundo.
- Si es tu mejor amigo, claro que va querer verte o por lo menos ayudarte; eso hacen los mejores amigos.
- El día que me encontraste aquí, yo… -no sabía como decirle, a lo mejor ya no estaría tan dispuesta de seguir acompañándome– Yo le pegué a Checho en la universidad.
- ¡¿Qué?! –Me soltó y se alejó otra vez– No puedes arreglar todo a golpes, ya no eres un niño de escuela para que soluciones tus problemas así, ¡tienes veintiún años!, demuestra que eres ya todo un hombre –Saqué mi celular–. Deja el celular –se quejó- ¿O no te importa lo que te estoy diciendo? Si es así dímelo y me voy, así ninguno de los dos volverá a perder su tiempo.
- Estoy buscando el número de Checho para pedirle perdón…
- Hazlo.
Llamé a Checho y no me contestó, volví a llamarlo y tampoco me contestó, ya era la madrugada del sábado, seguro que estaría en alguna discoteca o con alguna chica.
- Mándale un mensaje –insistió Rachele.
- Pero seguro está de fiesta en alguna discoteca, no creo que me responda.
- ¡Sólo hazlo!
- ¿Y qué le digo?
- Dile que lo sientes mucho y que te gustaría solucionar sus problemas…
- ¿Sólo eso?
- Si
Empecé a escribir el mensaje y Rachele se acercó más a mí, para verificar que estaba escribiendo lo que me había dicho. Al instante me llegó la respuesta de Checho.
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- ¡Te lo dije! –ahora ve dónde tu amigo y solucionen sus problemas.
- Quiero que me acompañes –le sujeté la mano.
- Yo no tengo nada que hacer ahí.
- Cuando tuve mi decepción amorosa, yo le dije a Checho que nunca más me iba a enamorar y él me dijo: “Cuando encuentres a una chica que te haga cambiar de opinión, te vienes a mi casa con una cerveza para brindar” Y yo ya encontré a esa chica, te encontré Rachele…
- Thomas… –susurró mi nombre mientras sus ojos empezaban a brillar como brilla la luna en una noche oscura.
- Sólo quiero presentarte ante todo el mundo como mi Rachele, como mi cantante favorita, como la chica que me enamoró…
- Se que nos conocemos apenas una semana, pero no hay un sólo día en el que no piense en ti, me gustaría ser tu chica Thomas…
- Nada me haría más feliz Rachele… -Ahora fue ella quien se acercó a mi sin ya ningún miedo o temor hacia ese chico impulsivo y problemático. Decidida me sujeto el cuello y empezó a besarme, y en ese momento me di cuenta de que nada era tan sabroso y dulce en este mundo, como los labios de Rachele… de mi Rachele.