CAPITULO 34

873 Words
Después de lavar, Rachele y yo nos fuimos a su cuarto agarrados de la mano, por el pasillo pasó un señor calvo de unos cuarenta años, al que Rachele saludó como don Luis, quien seguramente era un huésped de don Paco. Llegamos a su habitación y entramos, Rachele se recostó y me llamó para recostarme junto a ella, cerré la puerta y me fui hacia ella. -         ¿Quién era el señor? –le pregunté. -         Don Luis también alquila una habitación aquí, es muy serio y callado, Thalía dice que así es desde que llegó a la pensión y nunca nadie le ha preguntado nada… -         Parece que todos los que vienen aquí, llegan con un pasado para olvidar… -me quedé mirando al techo, Rachele se volteó y se recostó sobre mi hombro. -         Así parece –suspiró–. También viven aquí una señora con su pequeño Sergio, y una chica universitaria llamada Martha –cuando escuché el nombre sentí un poco de culpa y un sentimiento parecido al miedo se apoderó de mí– ¿Thomas? –me habló Rachele… -         Lo siento, estaba pensando… -         ¿En qué? -         En todo, en lo rápido que nos enamoramos y en cómo es que se dio todo… -         Lo último que quería de Omsdianna era un novio, pero fue inevitable no enamorarme de ti, sé que te digo que eres muy feo, pero en verdad eres muy lindo, por otro lado eres un gran chico, el mejor chico para mí –me estaba mirando a los ojos, le brillaban tanto que por un instante creí estar mirando la constelación de estrellas más brillantes del universo, pero no era así, la estaba viendo a ella y ella era mi universo… -         Mi abuelo decía que para enamorarse no era necesario conocer mucho tiempo a la otra persona, a veces uno se enamora en un segundo como también puede tardarse toda una vida en enamorarse; el tiempo de enamoramiento no garantiza cuánto durará la relación… -         Yo no quiero pedirle mucho a la vida, pero si me regala una vida junto a ti, yo sería muy feliz Thomas… Nos besamos por un momento, Rachele empezó a tocarme por debajo del bivirí y por un momento creí que ella estaría dispuesta a hacer el amor conmigo, pero Checho nos interrumpió. -         Dime Checho –le dije cuando contesté su llamada. -         ¿Hoy también te quedaras a dormir con Rachele? -         Si, no solucioné el problema con mi padre, pero ya encontré dónde vivir -         ¿Seguro? Sabes que mi casa es tu casa… -         Si Checho, no te preocupes… -         Está bien, ¿Vamos a una discoteca? Si quieres ven con Rachele… -         No podemos ir, tuvimos un día agitado… Mañana voy a tu casa antes del mediodía. -         Hummm… Está bien Tom, pero traes unas cervezas. -         Claro lo haré, ahora ya déjame dormir… -         Saluda a Rachele de mi parte, mañana te veo. Corté la llamada y le pasé mi celular a Rachele para que lo pusiera en el velador que estaba del lado de su cama, no pasó ni un minuto y el celular volvió a sonar. -         ¿Puedes contestarle a Checho y decirle que ya me dormí por favor? -         Claro cariño –me respondió, se sentó, agarró el móvil y activó la llamada– Hola Checho, lo siento, pero Thomas ya se durmió – (…) – Lo siento, creí que eras Checho –Miré a Rachele extrañado para saber quién era, pero me alzó los hombros en negación-   Perdona ¿Quién eres? – (…) – Martha… Hola soy la novia de Thomas, él ya está durmiendo ¿Qué deseas? –Sentí un vació en el estómago que sacaba a luz toda mi culpa y miedo de que Martha le dijera a Rachele lo que pasó la noche del martes– ¿De qué cena hablas? – (…) – Hey a mí me hablas bonito, no sé quién eres ni que quieres, sólo sé que Thomas ahora está conmigo y que de ti ya no quiere saber nada –sacó el celular de su oreja derecha y activó el altavoz– ¿Tienes algo que decir Thomas? –me preguntó Rachele. -         Thomas, ¿Estás ahí? –habló Martha a través del teléfono– No me digas que estas con esa pueblerina que te dejó plantado? -         A Rachele le hablas bonito, creo que la última vez que te vi, te dejé en claro que no quería nada contigo, yo estoy enamorado de Rachele, por ti no siento nada, ya no me hables, ni me busques ¿Entiendes? -         Eso no me dijiste el martes, cuando nos acostamos idiota –Martha cortó la llamada y Rachele volteó a mirarme como esperando una explicación. -         Yo puedo explicarte eso Rachele… -         Déjame sola –Empezó a caerle una lágrima de los ojos. -         Rachele –me acerqué a ella. -         ¡Que me dejes sola! –gritó. Me levanté de su cama y me salí del cuarto, con una gran culpa y sobre todo con la imagen de ella llorando, por algo que pasó cuando aún no teníamos nada, pero que igual le dolía, le dolía en el alma.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD