CAPITULO 29

966 Words
Antes de llegar a Rachele, tomé mucho aire y empecé a sonreír. -         Y bien cariño, ¿Arreglaste el problema con tu padre? –me preguntó ni bien llegué. Me senté junto a ella en la tercera grada de la tribuna en la que habíamos visto el partido y le cogí la mano. -         Yo ya no tengo padre –ella quedó mirando al cielo y suspiró. -         No se puede dejar de ser hijo, como si dejaras de hacer una tarea Thomas, y tu padre tampoco puede dejar de ser padre, uno nunca deja de serlo, ni siquiera con la muerte. -         No me quiere… nunca lo hizo… Rachele ya no dijo nada más, entendió que no necesitaba palabras de ánimo ni consuelo, sólo me abrazó y me demostró que por más difícil que se ponga la vida, siempre hay algo o alguien por quien seguir. Ya era casi la una de la tarde y nos había dado mucha hambre, así que teníamos que ir a almorzar, pero ¿A dónde? si en mi billetera no había ni un solo sol. Felizmente, antes de fallecer, mi abuelo me dejó una tarjeta de debito con mucho dinero para cualquier emergencia; nunca antes había tenido necesidad de sacar el dinero, pero el día llegó; ahora sin casa, sin comida y sin el apoyo de mis padres, lo necesitaba. -         Así que ahora vivirás de la herencia que te dejó tu abuelo… -me dijo mientras comíamos en el “S & S”. -         Pues por el momento sí… -Rachele dejó los cubiertos junto a su plato. -         Deberías buscar a tu profesor –me dijo muy decidida- pedirle perdón y una oportunidad, para terminar esa Tesis, graduarte y luego puedes emprender algún negocio o cualquier cosa con el dinero que tu abuelo te dejó. -         Lo que haré es volver a jugar futbol, en los diablos rojos aun me quieren así que iré el lunes a probarme para unirme al equipo, nunca me llenó la universidad ni la carrera que elegí, siempre quise ser futbolista. -         Entiendo que es lo que siempre has querido y te apoyo, pero ¿Qué pasa con los cinco años que vienes estudiando?, estudiar también es necesario, no vivirás toda tu vida del futbol, Thomas. -         Ya empiezas a hablar como mis padres –me quejé– no tienes ningún derecho para hablarme así. -         Tienes la razón, no tengo ningún derecho sobre ti, es mejor que me vaya –antes de que se ponga en pie le agarré el brazo. -         No… por favor no te vayas, lo siento no debí hablarte así cariño, por favor no te vayas… -         Si vamos a estar juntos, no es para pasar sólo un buen rato, quiero que vivamos felices hasta viejos, hasta que yo sea tu bastón y tú el mio; y para eso es necesario pensar en el futuro Thomas… Y si solo quieres que pasemos el rato dímelo para no hacerme tontas ilusiones. -         Hace cuatro años me enamoré por primera vez, era un chico de diecisiete años aún y también creí que estaría toda mi vida con Luciana, hasta que un día ella murió en un accidente automovilístico, fue en la Carretera Vial del Sur, el bus que la llevaba a la capital se estrelló con una roca y cayó en el abismo, nunca encontraron su cuerpo y yo me juré nunca más enamorarme, porque antes de que se vaya yo le dije que la iba a esperar el tiempo que ella tardará en regresar, y como ya no iba a regresar yo tenía que cumplir con mi palabra. Hasta que hace unos días te escuché cantando en la plaza cultural y fue ahí cuando me di cuenta que nunca es tarde para volverse a enamorar y que ni siquiera se necesita de mucho tiempo para enamorase de alguien, yo me enamoré de ti en menos de un segundo y no sé cuánto tiempo más lo estaré, solo sé que ahora tu eres todo lo que quiero y si está destinado que seamos felices para siempre, créeme que sería la persona más feliz de este mundo. Rachele –le volví a sujetar la mano, pero esta vez con mucha delicadeza– no te prometo una vida juntos, lo que si te puedo prometer es que el tiempo que estemos juntos te haré muy feliz. -         ¿Cómo era Luciana? –me preguntó sin decir nada más. -         Pues… era una gran persona, siempre ponía primero las necesidades de los otros a las suyas, no merecía morir así, no lo merecía… -         Decir que nadie merece morir, implica que nadie merece vivir, porque la vida es el camino a la muerte… -tomé un sorbo de refresco-. ¿Aún piensas en ella? –me preguntó de golpe, quizá esta sería la respuesta más importante de toda mi vida y decir la verdad me podría alejar de Rachele para siempre, pero ella no se merecía que le mintiera. -         Sí, yo nunca la voy a olvidar… -ella se quedó en silencio– creo que nunca se olvida, pero si se supera y se aprende a vivir sin la persona que hemos amado… -         Thomas, yo no quiero ser la sombra de Luciana, ni que nuestra historia sea la sombra de la que ya viviste con ella… -         Tú no eres la sombra de nadie Rachele, si con esa sonrisita alumbras la vida de cualquier persona –me puse en pie y me fui junto a su silla–. Mi corazón ahora es tuyo y si tú quieres, así será hasta que estemos viejos –ella sonrió– claro que no será nada fácil, pero para el amor no hay imposibles y nada me haría más feliz que compartir mi vida contigo. 
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