CAPITULO 9

1458 Words
Fuimos hacia el parqueo donde mi moto nos estaba esperando para ir a almorzar. - Yo… -susurró Rachele mientras observaba la moto. - ¿Qué pasa? - Es que yo… - ¿Nunca subiste en una moto? - Pues… -se puso muy roja- la verdad no y me da un poco de miedo. - No te pasará nada Rachele, estas con el mejor conductor de motos de la ciudad –ella se dio cuenta de que eso era ironía y se rió. - ¡Ajá! Y yo le enseñe a Iselle a cantar -ambos reímos un buen rato. Finalmente logré convencerla de que no le iba a pasar nada malo. Ella subió detrás mío y ni con todo el miedo que sentía se animó a cogerse de mí, sino que puso sus manos en las asas de sujeción y puse la moto en marcha. - Rachele –giré un poco mi cabeza hacia atrás para que pudiera escucharme mejor- ¡RACHELE! –se acercó a mí - Dimeee –me habló muy cerca de mi oreja y sentí como todo el cuerpo se me erizo. - Durante el camino observa todo lo que te llame la atención y cuando lleguemos al restaurante me preguntas por cada cosa que te impresionó, así conocerás algo más de Omsdianna. - Me parece bien –esta vez sus labios estuvieron demasiado cerca de mi oreja y sentí como en mi interior, una ráfaga de aire me sacudía todo el cuerpo. - Pondré música - Vale. Hace ya un buen tiempo había instalado en mi moto un pequeño parlante de música, estaba entre el deposito de gasolina y el motor, tenia un puerto USB para insertar la memoria con la música y también me servía para cargar mi celular mientras manejaba. La canción escogida para que inicie el acompañamiento de nuestro viaje era “Lo que veo en tus ojos” de Iselle, sabia que le gustaba a Rachele porque la noche que la conocí la canto dos veces, una para un público, y la otra para mí, aparte de todo eso, era mi canción favorita… > Conforme transcurría la canción, la pequeña distancia que nos separaba se iba acortando y ella dejó las asas de sujeción y me abrazó con mucha fuerza, quizá porque aún tenía un poco de miedo. La canción seguía y ella se aferraba con más fuerza hacia mí, justo antes de que esta terminara Rachele no aguantó más las ganas de cantar. > - Cantaba muy cerca de mi oído, era como si me dedicara la canción, pero si se me ocurría preguntar eso quizá acabaría con sus ganas de cantar, y cantaba tan bien que eso hubiera sido sin ninguna duda la peor hamartia de mi vida. Si alguna vez mientras los abrazaban les cantaban al oído deben comprender la ráfaga de hormigueo que me recorría de la barriga hacia la cabeza y los pies. > Llegamos al “S & S” luego de haber escuchado más de seis canciones de Iselle y lo curioso es que Rachele se las sabía todas y cada una de ellas. - “S & S” -Rachele leyó el letrero- Este lugar parece muy caro Thomas. - Lo es, pero no te preocupes que yo invito Rachele. - Mmm… mejor vamos a un lugar menos costoso, no quiero que gastes mucho en un almuerzo. - Rachele –le agarré la mano- no es cualquier almuerzo, es nuestro almuerzo –sin decir más, la llevé dentro del restaurante. El primer piso estaba lleno y uno de los mozos nos dijo que lo acompañaremos al segundo piso, donde si había mesas disponibles. Llegamos a la mesa y acomodé el asiento de Rachele para que se sentara, luego me senté y el mozo nos entregó la carta. - Yo quiero parrilla de cerdo –pedí al mozo. Ambos miramos a Rachele en busca de su pedido y no decía nada– Bueno mientras la señorita decide, traiga una jarra de refresco por favor. - Enseguida joven –y en dos pasos agiles el mozo desapareció. - Thomas, estos platos cuestan mucho, la parrilla que pediste pasa los S/.40.00 y el plato más barato aquí, cuesta S/.35.00, no puedes gastar tanto. - Rachele ya hablamos de aquello, no te preocupes que yo invito. - Con el dinero que gastaras hoy yo podría comer toda una semana. -El mozo llegó con la jarra de refresco y nos sirvió. - Y bien, ¿La señorita ya se decidió? - Si, para ella también le trae una parrilla de cerdo por favor -Rachele me observaba con una leve molestia. - Muy bien jóvenes enamorados, disfruten del refresco mientras traigo sus platos de comida. - No somos enamorados –se quejó Rachele. - Oh lo siento mucho –dijo el mozo observándome. - Yo lo siento mucho más, créame; pero estoy seguro de que ya va a caer en mis brazos. - Oye –se quejó ahora conmigo dándome un pequeño golpe en el brazo, mientras el mozo se marchaba. - ¿Qué? - No soy el balón de básquet que un amigo te lanzó para caer en tus brazos. - Lo sé Rachele, solo era una expresión de un hecho anhelado por mí –bajó la mirada a la mesa y tomó un sorbo de refresco, quizá porque se incomodó un poco. > - ¿Por qué no fuiste el sábado a la plaza? -pregunté de repente. - La noche del viernes tuve un ingreso de cuarenta soles en la plaza -empezó a contarme– y pasar la noche en el hotel Colonial, me costó 45 soles… -tomó otro sorbo de refresco- Estaba tan cansada aquella noche por el viaje y los tacos que usé al cantar que acepté y pagué, felizmente tenía algo de dinero que había traído de Ahoskie y con eso completé lo requerido para pasar la noche en el hotel. - El sábado fui al hotel Colonial y pregunté por ti –interrumpí de repente. - Thomas –se quejó. - Está bien, me callaré. - Mas te vale. Pues bien, a la mañana siguiente debía ir a las calles a buscar trabajo y sino debía cantar para poder ganar dinero y así poder ahorrar, y si de verdad quería ahorrar ya no podía regresar a ese hotel. Entonces cogí mis cosas y me marché a primera hora. Caminé y caminé hasta encontrar otro parque y poder cantar, y lo conseguí, así me pasé todo el día caminando y caminando de parque en parque hasta que terminé en el Parque Tobías de Cartell, mi celular se había quedado sin batería y tuve que preguntarle la hora a una señora que pasaba por ahí, eran ya las once menos treinta de la noche, entonces llamé a un taxi que pasaba por ahí y le dije que me lleve al hotel Colonial para poder llegar al gran parque y así verte, pero el taxista me quería cobrar veinticinco soles y pues no podía darme ese lujo. - Aquí tienen sus parrilladas de cerdo amigos míos –el mozo ya había llegado– si se les ofrece alguna otra cosa solo toquen la campanilla –sacó una campanita de su pantalón- y llegaré en seguida. - Cualquier cosa lo llamaremos –y se marchó- Entiendo –le dije a Rachele. - ¿Qué cosa? - Porque no llegaste, entiendo, así que no te preocupes –agarré mi vaso y lo alcé hacia ella- ¿Brindamos? - ¿Y por qué se supone que deberíamos brindar? –preguntó confundida. - Porque solo somos juguetes del destino que nos vuelve a unir.
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