N U E V E

848 Words
Continuacion Narra Carolina Al llegar a mi casillero, con la respiración todavía agitada, estaba preparada para lo siguiente. Cerré el casillero con fuerza y me di la vuelta: chocamos. Mis libros volaron; cayeron como hojas. En frente de mí, un tipo alto, cuyo torso parecía tallado en cemento. Detrás de él, otros dos chicos y tres chicas con pinta de banda. Sonaban a problemas. —¡Maldita! Se te cayó algo —dijo el tipo con voz que pretendía ser broma y sonaba a amenaza. Infló el pecho como cualquiera que cree que la intimidación puede reemplazar la validez. Abrí la boca, con una sonrisa que no sentía del todo: “¿Y si no me alejo?”, respondí con diversión que apenas contenía. Ellos se rieron, y sus amigas soltaron aplausos tontos. Una de las chicas, la pelirroja, me empujó con desprecio. Sentí la adrenalina explotar dentro de mí como un incendio. Max no aparecía, y el tiempo se volvió muy fino entre mi pulso y la mente de Lucifer. —Quiero un poco de sangre —susurró la voz en mi cabeza, delicada como un cuchillo—. Dame el control. Mi corazón latió más fuerte. Fue como una llamada a algo que yo no sabía que quería: la vista se me nubló por segundos, y por un momento pensé que no podría controlarlo. Era la sensación de estar hambrienta de algo primitivo. Mi boca se hizo agua. La sangre, el ruido, las piernas de la gente volando, el olor a miedo; todo eso me excitaba con una claridad que me asustó. Respiré hondo. Cerré los ojos un instante, tomé el borde del casillero y sentí las manos temblar. No quería perderme de nuevo. No quería que Lucifer me use sin avisar. Tampoco quería que estos tipos se sigan creyendo dueños del mundo. Pensé en Max: su voz ronca, sus manos que tiemblan cuando parece fuerte. Me pregunté si todo aquello me hacía “mala” o “necesaria”. La respuesta me daba náuseas. —No —le dije, en voz baja—. No hoy. La voz bufó, como si estuviera decepcionada. Fue algo breve, pero el desdén me atravesó. A mí me importó menos su rabia que la presencia de aquellos seis: si la tensión escalaba, alguien saldría herido. Preferí alejarme con Max tironeando de mi codo, sus ojos buscando los míos, pidiendo que no provocase más. Entramos al aula. Me senté en la última fila, tratando de que mi pulso volviera a un ritmo humano. Pero la sangre todavía me latía en la garganta. Cada murmullo, cada risa contenida, hizo que las palabras de Lucifer retumbaran en mi cabeza. Él no perdona que me niegue. Pero yo tampoco quería que Max pagara por mis decisiones. Él ya lo había hecho cuando me ocultó de todos y me dejó sola con ese secreto dentro. Durante clases, no podía concentrarme. Veía las caras del grupo otra vez, imaginaba sus nervios explotando. La sensación de control que quería Lucifer era como una droga: simple y eficaz. Mi mano se cerró en torno a la mochila; mi respiración era pesada. Pensé en las noches sin dormir, en mi padre que ahora me mira con ternura y en ese sentimiento raro, amargo, de que quizá ya no era completamente humana. Me odié por un instante y después aplaudí la libertad que sentí en la cachetada y en la mirada de miedo que creé. Al salir de la segunda clase, vi a Max esperándome. Sus ojos me recorrieron, buscando señales. Me acercó y me dijo en voz baja: —¿Estás bien? Le regalé una sonrisa que tal vez no cuadraba con mis ojos negros por dentro: “Sí, estoy bien”, mentí. No era la primera mentira que él absorbía por mí. Lo vi suspirar y arrastrar los hombros. Es hijo de papá: educado para soportar todo y aparentar nada. Me dieron ganas de abrazarlo y de romperle la cara al tipo pelirrojo del casillero en la misma acción. Esa tarde, mientras volvíamos a casa, el sol se pegó a mi piel y me dolió como una palmada. Lucifer murmuró contento: “Hoy aprendimos algo, pequeña”. Y por dentro le contesté, fría: “No me descubras”. No me descubrió. Al menos no todavía. Pero la sensación de estar dividida sigue latiendo como una herida abierta, recordándome que en cualquier esquina puede volver a aparecer un momento donde elijo dejarle manejar. Y mientras la moto de Max se perdía con el ruido, supe con una certeza helada que todavía no tengo remedio. Solo queda jugar hasta ver quién cede: si él me devora completamente o si yo, de alguna manera, logro retomar lo que queda de mi nombre. Este es el comienzo de algo distinto. Y yo, como siempre, intento no repetir los errores que ya me han costado sangre. CONTINUARÁ... nuevo capítulo corregido, no se olviden de comentar y votar, desde donde me leen que tal les parece la historia, que puedo agregar. Les gusta el giro que esta tomando.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD