**ISOLDE** Me detenía a espiar, asomándome con cuidado, en silencio, con la esperanza de no ser vista. Cada vez que una enfermera cruzaba cerca, contenía la respiración, esperando que no me detectara. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, como si quisiera escapar, y cada paso que daba se volvía más difícil, más pesado. El ardor en mis pies aumentaba, como si estuvieran en llamas, y el dolor en las costillas se intensificaba con cada respiración. Pero no me detenía. La idea de encontrarlo, de verlo con mis propios ojos, era más fuerte que cualquier malestar. Pensé en mi padre. En cómo tal vez, en alguna de esas camas, él podía estar allí, en esa misma sala, esperando o quizás sin saber que yo estaba intentando llegar hasta él. La incertidumbre era un peso insoportable, pero también

