**MALCOLM**
Caminé por el pasillo sin mirar atrás, saboreando la sensación de control. La casa permanecía en silencio, apenas interrumpido por el eco lejano de los aparatos médicos en la habitación del padre de Isolde. Todo en su lugar, todo en calma, todo bajo mi dominio.
No iba a permitir que Magnus arruinara esto. Ya no.
Llegué al dormitorio asignado exclusivamente para el cuidado de su padre. Abrí la puerta con determinación y entré. La habitación, en su orden impecable, parecía un santuario de rutina y precisión. La luz tenue suavizaba las sombras, mientras las máquinas trabajaban en su ritmo constante, como si marcaran el pulso de nuestra pequeña victoria. El doctor de cabecera revisaba los monitores, anotando en su tableta digital con rapidez y profesionalismo.
—¿Cómo está? —
