**MALCOLM** Me detuve en seco, con la mano todavía sobre su cabello. La miré, sorprendido, procesando sus palabras. La sensación fue como un golpe en el pecho, un recordatorio de que, a veces, lo que más tememos decir es también lo que más necesitamos expresar. Las palabras quedaron suspendidas en el aire, flotando entre nosotros, cargadas de significado. Mi mano todavía descansaba en su cabello, la toalla enredada entre mis dedos, y en ese instante comprendí que no me estaba pidiendo permiso. Me lo estaba diciendo. La observé con atención, tratando de leer en sus ojos lo que no quería decir con palabras. Sus ojos estaban fijos en el suelo, pero había algo nuevo allí: una decisión, una resolución que parecía haber sido gestada en lo más profundo de su ser. No, esa rebeldía adolescent

