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De vuelta a ti

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Blurb

Siendo la hija de un prestigioso y adinerado empresario, sé cuales son mis limites y reglas. Mi familia siempre procuró que tuviera todo en la vida, dinero, estudios y una familia estable, pero mi mundo se pone patas arriba cuando conozco a Nathan Connors, el chico malo de la ciudad que tiene un montón de chicas vueltas locas a su alrededor. Me enamoré de él a primera vista y él se enamoró de mí con peor intensidad. Éramos la pareja más hermosa y divertida que alguien podía conocer.

Pero había un problema.

Nathan era pobre, era un mecánico que trabajaba para el taller de su padre. A pesar de su inteligencia y encanto, no tenía nada que ofrecerme a futuro, más que amor. Pero mi padre no lo veía de esa forma, así que me obligó a separarme de él, alejándome miles de kilómetros de distancia, en otro país. Abandoné a Nathan una tarde y le prometí que nunca más volvería a su vida.

Aunque sin saberlo, había quedado embarazada. Cinco años después, mi padre era un empresario en bancarrota y Nathan se había convertido en un multimillonario exitoso. Era hora de que volviera para presentarle a su hijo, un hijo que mantuve oculto durante años.

Solo que eso traería más problemas de lo que había pensado, Nathan había cambiado más de lo que imaginaba y tal vez, el remedio terminaría siendo peor que la enfermedad.

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Prólogo
¿Cómo se puede olvidar un amor como el de Nathan y yo? ¿Cómo lo puedo sacar de mi vida así de fácil? Eso era lo que ahora mis padres me estaban pidiendo. Querían alejarme de la persona que más amaba, por quien me despertaba todas las mañanas; querían que dijera adiós a un hombre que me había convertido en mujer. Sólo porque él no era lo suficientemente rico, porque no venía de una familia adinerada ni de alta clase. Nathan trabajaba como mecánico en el taller de su padre, pero allí me había hecho más feliz que mi familia en su casa de tres pisos y diez habitaciones. Y eso ahora se había acabado.  Mi padre estaba hablando, pero yo no lo escuchaba. Me había perdido de la conversación en cuanto dijo Londres, querían llevarme a Londres para alejarme de la peste, como mi padre le decía a Nathan. Mi madre a su lado, asintiendo a algo que él decía.   Su vestido verde aburrido intacto. Mi madre siempre parecía estar perfecta, y odiaba a los que no lo estaban. Si Nathan la viera ahora le preguntaría si había sido planchada junto con su vestido. Estaba a punto de sonreír, cuando recordé porqué estaba aquí. Querían llevarme lejos de mi novio. —Papá por favor —supliqué interrumpiéndolo—. Quiero estar con Nathan, lo amo. Mi padre no se inmutó, le había dicho que amaba a Nathan cientos de veces, ellos ya sabían la intensidad de mis sentimientos, pero se habían negado aceptarlo, aceptar que su hija mayor estaba enamorada de alguien sin dinero. Nathan y yo nos habíamos conocido el verano pasado, cuando mi auto se averió en la carretera. Él lo reparó y me dio el número del taller de su padre después de un coqueteo inocente. Al día siguiente Gina, mi mejor amiga, y yo estábamos llamándolo. Después de salir un par de veces él me había besado, y desde entonces no hay día en que no quiera sus besos. —Eve Sanders ya te he dado la orden de que te despidas de ese chico en la tarde, te irás en una semana. —No me iré. Soy mayor de edad. —¡Pero yo pago tus estudios y comida! —Mi padre se levantó— ¿Quieres dejar de estudiar? ¿Vivir en ese taller de mierda? —¿Y si así fuera qué? —Sobre mi c*****r una hija mía vive en esas condiciones, ¡primero tendrás que matarme! Mi padre estaba rojo de la ira, sabía que esto le hacía daño a su débil corazón. Tenía que calmarse, aún recordaba que la última vez que había tenido una discusión conmigo, le dio un pre-infarto. No quería que eso volviera a suceder, a pesar de todo yo amaba a mis padres. Mi madre pareció notarlo también, porque intervino. —Eve querida, hacemos esto por tu bien. No alteres a tu padre, sabes que está delicado de salud —murmuró con voz pasiva y tranquila. Bajé mi cara y miré mis manos entrelazadas, sintiendo las lágrimas en mis ojos. Pero no las dejé caer, no quería llorar delante de ellos, concederles la victoria. Mi corazón se estaba partiendo, si yo contradecía a mi padre él podría sufrir un infarto, incluso morir y yo no soportaría la culpa si eso pasaba. Mi hermana Tara sólo tenía doce años, yo era la mayor, la que tenía que dar el ejemplo. —Lo siento —susurré. —Eve tu madre tiene razón, hago esto por tu bien. Tienes un futuro exitoso, una gran vida. No la dañes ni compliques por un romance pasajero. Por un chico que no vale la pena ¿cuantas veces te ha metido en problemas? No respondí. Era cierto que había hecho muchas locuras desde que Nathan estaba en mi vida, pero esas locuras las había disfrutado eternamente. Había robado caramelos por diversión, habíamos ido a bailar y a nadar en la playa a media noche, habíamos hecho fiestas en la casa de uno de sus amigos y esas fiestas habían terminado dos noches después.  Nathan me había protegido con su vida, era el rudo chico malo, pero nunca me había tratado mal. Su padre había sido un ángel conmigo también, y habíamos pasado noches haciendo el amor en su taller mientras comíamos uvas. Con él todo era sencillo y emocionante, cualquier cosa que le pidiera Nathan me la daría, y aunque su temperamento era difícil, después de un tiempo aprendí a manejarlo. Al igual que su padre, Nathan tenía un carácter fuerte, pero sólo los que lo conocíamos íntimamente sabíamos el buen chico que era. Desgraciadamente, mis padres no veían eso en él. Ellos solo veían el sitio donde vivía y su cuenta de ahorro en el banco. —Él es un buen chico —dije, tratando vagamente de defenderlo. Me sentí una traicionera, si alguien hubiese hablado mal de mí en la presencia de Nathan, él me habría defendido con uñas y dientes. Yo le estaba fallando. —Entonces sabrá que tiene que dejarte ir para que tú tengas un buen futuro.  No le dije nada y me di media vuelta. Las lágrimas cayeron de inmediato mientras caminaba hacia mi habitación. Vi a Tara mirarme desde la escalera, pero la ignoré y seguí subiendo, cuando llegué a mi habitación, lloré a moco suelto. Porque esa misma tarde le diría adiós a Nathan Connors, al amor de mi vida. *** Me vestí con unos jeans desgastados y una camiseta. Quería estar lo más sencilla posible, quería que la despedida fuera rápida. Tomé mi auto y manejé hasta el taller del padre de Nathan, él pasaba la mayor parte del tiempo allí. Cuando estacioné afuera, vi su motocicleta aparcada. Suspiré y recosté mi cabeza en el volante. Esto era más difícil de lo que había pensado, no quería ir allí y decirle que había elegido a mi padre, no quería separarme de él. Pensamientos de escapar con él inundaron mi cabeza, pero la sacudí y entré en razón de nuevo. Por más tentadora que fuera la idea, mi padre podía morir por mi egoísmo, no soportaría eso. Salí del auto y caminé hasta la entrada. Cuando iba a entrar me encontré con Jeff, era el ayudante de Nathan y su padre. Me dio una sonrisa de bienvenida y siguió su camino. Al entrar, encontré a el padre de Nathan entre coches, mirando el capó de uno de esos autos. Su taller era bastante famoso en la ciudad, tenían muchos clientes y siempre parecía emocionado con un nuevo cliente. Apenas me vio, me sonrío.  —Hola Eve —saludó amablemente—, mi hijo está en la oficina. —Hola Señor Connors y gracias —murmuré sin mirarlo a los ojos. No podía cuando estaba a punto de mandar al infierno a su hijo.  Apenas entré en la oficina, lo encontré sentado detrás del escritorio, haciendo cuentas. Su ceño fruncido en concentración. No pude evitar sonreír, Nathan se encargaba de las cuentas del taller porque era muy bueno en matemáticas, muy bueno en realidad. Siempre le decía que estudiara negocios, era increíble ver como sacaba cuentas tan rápido; pero él no quería, decía que estaba bien como estaba ahora. Aunque con su inteligencia podía ganar una beca en la universidad. Me aclaré la garganta para llamar su atención. Cuando levantó la cabeza, su mirada se encontró con la mía. Quise llorar de nuevo al cómo sus ojos brillaron en placer al verme. Me dio esa sonrisa que hacía que algunas chicas me odiaran. —Hola preciosa —Saludó él. No dije nada, caminé hasta donde estaba y me senté en su regazo, metí mi cabeza en su cuello, inhalando su olor a hombre y aceite. Él me apretó contra su cuerpo. Sentí una pizca de deseo, pero me concentré en lo verdaderamente importante. —Lo siento —susurré, dejando caer las lágrimas. Nathan se tensó y me apretó más contra él. —¿Qué pasa, Eve? —preguntó, con obvia preocupación. Me alejé de su cuello para poder mirarlo a la cara. Él limpió mis lágrimas con sus pulgares, mientras miraba mis ojos. Las lágrimas seguían viniendo, a pesar de que las seguía limpiando. —Te amo —le recordé—. Siempre te voy amar. Nathan me miró como si estuviera loca. —Yo también lo hago preciosa ¿pero qué pasa? ¿Por qué estás llorando? Lo miré por varios segundos, tratando de encontrar el valor para decirle que me iba, que nunca más nos volveríamos a ver. Todo por culpa de mi padre y su obsesión por mi futuro. —Me voy. —¿Te vas a donde? —Mi padre quiere que me vaya a vivir a Londres —le dije sollozando. Nathan se levantó y caminó hasta el otro extremo de la habitación. Se quedó de pie mirando la pared donde había un anuncio de ferretería. Su espalda tensa. Él sabía lo que esto significaba, Nathan no era un hombre que se andara por las ramas. Si quería decir algo, lo decía de inmediato. Me quedé sentada llorando, ambos sabíamos cuando comenzamos ésta relación que algo así podía pasar. Desde que mi padre trató de humillar a Nathan cuando se los presenté en casa, desde que dijo que odiaba el día en que nos habíamos conocido; pero el saber que esto posiblemente pasaría no lo hacía más fácil. —No tienes que irte —susurro él, haciendo que mi corazón se partiera cada vez más. —Tengo que hacerlo. Nathan se giró y me dio una mirada llena de temor. Sus ojos brillando en lágrimas contenidas. —Tienes la mayoría de edad. Podemos irnos a cualquier lugar, sé que no tengo mucho, pero... —No hay nada que hacer. —El nudo en mi garganta me hacía difícil hablar—. Mi padre nos perseguiría hasta el fin del mundo. Él no me quiere cerca de ti y hará lo posible para alejarnos. Si me escapo contigo, sólo prolongaríamos lo inevitable. Dejar las cosas así es lo mejor que podemos hacer. —No le tengo miedo a tu padre. —Su voz era dura y fría. Me acerqué a él y puse mis manos en su pecho, su corazón latía desbocado. Como el mío. Nuestras respiraciones aceleradas y el ambiente tenso, por la ira y el dolor que los dos sentíamos. —Yo tampoco, pero su corazón está muy débil. Si me niego se enfurecerá mucho Nathan y le puede dar un infarto. No puedo ser tan egoísta. Nathan tomó mis muñecas y las apartó de su cuerpo. —Tu padre es el egoísta, pero es tú decisión, siempre la fue. Si decidiste esto, entonces sabes que no podrás volver a mí de nuevo, nunca más. Eso lo sabía, Nathan no era el tipo de chico con el que jugabas. Si te ibas por el camino equivocado, él no te aceptaría de vuelta. Su orgullo y dignidad era algo que se tomaba en serio. Eso era lo único que mi padre y él tenían en común. Cuando vine aquí estaba consciente de que Nathan no me daría otra oportunidad, así era él, y lo amaba por ello. No se escondía de nada ni nadie, si yo ahora le pidiera que se fuera conmigo lo haría, pero no podía hacer eso, él también tenía un vida. Dos lágrimas se derramaron por mis mejillas por éste hecho. —Lo sé desde que te conocí. Nathan asintió, evitando mirarme a los ojos. Me mordí el labio nerviosamente, no quería irme, quería pasar este momento con él, pero eso sólo haría las cosas más difíciles. Nathan debía estar odiándome en este momento, y en cierta forma, estaba mejor sin mí. Podía buscar a una chica con una familia menos complicada que la mía, merecía más que una rubia que lo abandonara. —Es mejor que te vayas —pidió abriendo la puerta de la oficina. Me acerqué y lo cerré de nuevo, ganándome una mirad de sorpresa por parte de él. —Sólo quiero un beso Nathan, un último beso —le supliqué acercándome a él. Hice puño mis manos en su camiseta. Sé que me veía patética, pero sólo quería probar sus labios por última vez. Ésta sería nuestra última oportunidad. Nathan no lo pensó mucho tiempo, tomó mis mejillas con sus manos y pegó nuestras bocas. El beso era feroz, lleno de dolor y necesidad, pero sobre todo pasión. Nathan había sido mi primer hombre, no había tenido experiencia, pero estaba segura de que no encontraría a un hombre que me hiciera sentir como él. Que me llenara de tanto deseo como Nathan Connors. Sentí el pomo de la puerta antes de que mi cabeza pegara contra ésta. Abrí mi boca y dejé que su lengua entrara en ella. Sus labios jugando con los míos. Me besó con tanto esmero que cuando nos separamos jadeando, sus ojos estaban brillando. Pasó una mano por su cabello y se alejó de mí. —Se feliz Eve —dijo antes de salir de oficina de su padre. Sólo cuando sentí algo mojado correr por mis mejillas, fue cuando me di cuenta de que, mientras besaba a Nathan, había estado llorando. *** Cuando iba en el auto camino al aeropuerto fue cuando la realidad me golpeó ¿qué estaba haciendo? Nathan tenía que saberlo, a pesar de que mis padres me habían hecho prometer que no lo haría, no podía ocultárselo. Ésta mañana mi madre había comprado una prueba de embarazo, había estado con nauseas y vómitos toda la semana, ella lo había atribuido a mi separación con Nathan, pero en cuanto le confesé que mi periodo se atrasó, fue demasiado evidente. Mi madre se guardó su orgullo y me compró una prueba de embarazo. Su cara de horror cuando la dicha prueba dio positivo no salía de mi mente. Ella le dijo a mi padre, y eso fue la gota que derramó el vaso para él. Canceló mi viaje a Londres, y en cambio, llamó a mi tía Loren para que me quedara en su casa una temporada. Ella vivía en Venezuela desde hacía unos años, y aceptó alegremente que me quedara. Las cosas habían empeorado, lo sabía. A mi padre casi le da un infarto, él me gritó y casi abofeteó cuando se dio cuenta de que había arruinado mi futuro. Le echó toda la culpa a Nathan, pero ambos sabíamos que yo también había tenido la culpa. Me metió en un auto ese mismo día, ni siquiera me dejó despedirme de Gina, él simplemente dijo que no quería verme más aquí. Que estaba decepcionado y avergonzado de mí. Fueron duras palabras; Pero aun así, no podía permitir irme sin que Nathan supiera la verdad. Iba a tener un hijo suyo. —Para el auto —le ordené al chofer. El tipo me dio una mirada de confusión— ¡Qué pares el puto coche! El hombre estación justo al frente del taller. Abrí la puerta sin hacerle caso a la mirada de impresión del tipo y entré en el lugar. No había hablado ni visto a Nathan en toda la semana, la peor semana que había tenido en mi vida. Vi al padre de Nathan hablando por teléfono, cuando me vio, colgó inmediatamente, ésta vez, ya no habían sonrisas amables para mí. —Hola señor Connors —saludé sin una sonrisa. —Hola Eve. —¿Puedo hablar con Nathan? —pregunté nerviosamente. —Él no está aquí, a decir verdad, no creo que venga en un buen tiempo. Se fue a casa de su madre y su marido, para comenzar una nueva vida. Y así murieron mis esperanzas, las esperanzas de que él supiera la existencia de su hijo. Con lágrimas en los ojos me fui de allí. Yo no era nadie para entrometerme en su vida de nuevo. Él estaba tratando de comenzar una nueva vida. Esa noche en el vuelo me prometí que cuando el tiempo hubiese pasado, le diría que tenía un hijo, pero por ahora ni siquiera sabía donde estaba, no era justo volverle la vida patas arriba de nuevo.

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