1. El tiempo lo cura todo

1875 Words
 Cinco años después...      El tiempo lo cura todo.    Vaya frase de mierda. Si fuera cierto yo no estaría aquí, comiéndome las uñas por los nervios, no era que le tuviera miedo a mi mejor amiga, la amaba. Solo que ella formaba parte de mi pasado, un pasado al que me había obligado a volver. Los recuerdos son un arma letal, y aunque había vuelto para un bien mayor no podía evitar que el estómago se me estrujara.    Mathy estaba a mi lado, tomando mi mano con su pequeña manito derecha y chupándose el dedo con la izquierda. Sus ojos grises mirando tranquilamente la puerta. Al menos él tenía más control que yo. Mathy sabía a qué veníamos a Nueva york, él era la razón. Había estado preguntando por qué no tenía un papá como sus amiguitos de la escuela, o como los niños en la televisión.    Cuando vi cómo mi hijo se sentía anormal por no tener a un papá con él decidí que era el momento de volver. Nathan estaría muy enojado conmigo, pero era su hijo, lo amaría.    Cuando Gina abrió la puerta me estrechó en sus brazos de inmediato, ella había ido a visitarme a Venezuela hacía dos años, eso era mucho tiempo para nosotras. Olía a frutas críticas, la abracé de vuelta con una sola mano, Mathy no me soltaba. Gina se dio cuenta y se separó de mí.   —¡Dios no puedo creer que estés aquí! —Chilló emocionada y giró a ver a Mathy, dándole una brillante sonrisa— Hola pequeño ¡Que lindo está! Se parece tanto...   —¿Por qué no pasamos? —Interrumpí. Miré a Gina con advertencia y ella asintió.    Cuando entramos a su apartamento, quise reír. Era tan ella. Paredes rosa y lila, con muebles blanco y ventanas que daban a la calle, donde se escuchaba el sonido de los autos. Gina tenía mi edad, y era una chica alegre y extrovertida, lo que yo nunca fui. Mathy me había hecho madurar de golpe, me había cambiado mucho convertirme en madre, más si era una madre soltera, pero no me arrepentía, mi hijo era mi vida.    Cuando me fui a Venezuela me sentía sola y abandonada, mi tía era una buena mujer, pero estaba metida en sus propios asuntos. Luego cuando llegó Mathy esa soledad murió, él era mi razón de vivir. Comencé a estudiar español por las noches a ver si conseguía un trabajo y mientras ayudaba a mi tía Loren en su librería, así había pasado estos cinco años, hasta que decidí que ya era hora de que Mathy conociera a su papá, de que este secreto que tenía dejara de quitarme el sueño por las noches.   —No es muy grande, pero Mathy y tu podrán vivir bien.   —Es perfecto Gina, de verdad gracias.   —Sabes que siempre puedes contar conmigo, más ahora con lo de tus padres, si necesitas cualquier cosa allí estaré.   —Lo sé. Mi padre no tiene ni un centavo en su cuenta, quiere morirse.    Harry Sanders había perdido su fortuna, había caído en bancarrota por malos negocios. Luego comenzó a deber dinero y ahora está viviendo en una casa pequeña y simple, sin nada de dinero y con una amargura de los mil demonios. Parece que mientras Nathan había estado ganando más dinero, mi padre lo perdía. El que yo fuera allí no era una opción, desde que me había ido a Venezuela había tenido muy poca comunicación con él, si iba allí con Mathy las cosas se pondrían muy incomodas.    —¿Mathy quieres ver comiquitas en la televisión? —preguntó Gina con voz dulce. Mathy soltó mi mano y tomó la de Gina, él no era exactamente el chico más tímido.    Gina llevó a Mathy hasta el sofá, encendió la televisión y puso el canal de Disney. Mientras mi hijo miraba embelesado la televisión Gina me llevó hacia la cocina, esta tenía paredes color durazno y piso de madera, muy bonito. Encendió la estufa y se sentó conmigo en los taburetes de la cocina. Su mirada era ahora de preocupación, por esa razón es que siempre habíamos sido las mejores amigas, ella sabía lo que yo estaba sintiendo. Con sólo mirarme Gina siempre sabía lo que me ocurría.    Cuando me fui a Venezuela ella se enteró de que estaba embarazada por mis padres, pero aun así no me juzgó, nunca lo había hecho, tampoco me criticó el que le hubiese ocultado a Nathan que tenía un hijo, solo me brindó su apoyo y estuvo allí.   —¿Cuándo iras a verlo? —preguntó directamente.   —Mañana —susurré, sintiendo los nervios incluso desde ahora. No era fácil ir a ver a Nathan de nuevo, mucho menos con el poder que ahora tenía y mucho menos para decirle que le había ocultado que tenía un hijo. Decirle a el Nathan mecánico hubiese sido difícil, pero decirle a el Nathan empresario, millonario y famoso era algo que me hacía querer vomitar. Estaba arriesgándome, pero tenía que aceptar que todo era mi culpa.    Gina me dio una sonrisa alegre. Ella siempre parecía estarlo. Vi un brillo en sus ojos, y antes de que pudiera decirle que parara, se levantó.   —Entonces tenemos que ponerte hermosa —mi cara cayó—. No quiero decir que no lo estés, pero necesitas un cambio de look. Llevas igual desde que te fuiste a Venezuela, es necesario cambiar. Al fin y al cabo, no puedes ir a presentarte a Nathan Connors el multimillonario empresario como una chica corriente, vas a relucir.    No pensé que lo decía en serio hasta que ella llamó a la niñera de sus sobrinos y le dijo que la necesitaba urgente, en menos de media hora teníamos a una linda y amable chica dispuesta a cuidar de Mathy. No me gustaba separarme de él, mucho menos cuando no tenía ni un día de haber llegado a Nueva York. Pero la chica se veía experimentada.    Aun así, me cerqué a Mathy para despedirme, pero Gina me ganó.   —Tu mami se va conmigo a ponerse bonita —le dijo ella con voz infantil—. Tú te quedarás con Verónica y jugaran en el parque —Mathy la miró como si ella fuera la que tuviera cinco años. Sus ojos analizándola.   —Mami ya es bonita —le respondió el asintiendo con la cabeza—, por eso muchos hombres la llamaban.    Gina dejó de mirar a Mathy y giró a mirarme a mí, con una ceja alzada. La ignoré y fui a donde Mathy, le di un beso en la mejilla y acaricié su cabello era liso y suave, había sacado el color del cabello de su padre, n***o. Era idéntico a Nathan Connors, no cabía duda de que era su hijo.   —Vendré pronto y veremos Disney los dos —le prometí con una sonrisa— ¿Te portaras bien verdad?    Mathy asintió con la cabeza y miró rápidamente a Verónica y luego a mí. — ¿Puede ella llevarme a dónde papá?    Su pregunta hizo un nudo en mi garganta. La sala se llenó de tensión ante su pregunta, seguramente había vuelto ver “Campamento de papá” su película favorita. Tomé aire, tratando de explicarle a mi hijo de nuevo el por qué aún no podíamos ver a su padre.   —Lo veraz pronto —dije levantándome—. Ahora mamá se va a poner bonita y vendrá dentro de unas horas.   —No tardes —pidió Mathy haciendo que mi corazón se hinchara.   —No lo haré.    Efectivamente, mi mejor amiga estaba loca. Me había llevado de compras, diciendo que ella pagaría, pero me había negado tantas veces que al final habíamos quedado en que yo le pagaría poco a poco cuando encontrara trabajo. Después de comprar mucha ropa bonita y zapatos hermosos fuimos al spa.    Obtuvimos un buen masaje y una depilación brasileña. Luego nos fuimos directo a la peluquería, donde me arreglaron las uñas de las manos y pies hasta dejarlas relucientes. Y me hicieron un cambio de Look. Habíamos pasado media hora tratando de decidir que me quedaría mejor, hasta que Gina y la peluquera se pusieron de acuerdo. No me dejaron saber que tenían para mí.   —Esto te va a encantar —susurró Gina antes de que la peluquera comenzara a cortar mi cabello. Para no aburrirme tomé una revista cualquiera, había muchas modelos y hombres adinerados. La revista estaba interesante hasta que llegué a una de las últimas páginas, y me encontré a una cara familiar. Era Nathan, junto con una rubia despampanante a su lado.    Era él, pero se veía diferente. Seguía teniendo ese aire de chico malo, de poder en donde caminaba. Pero ahora, con un traje caro, esa aura se había intensificado. Su mirada directa a la cámara, como si la retara hacer algo. Su pose varonil y elegante, pero a la misma vez relajada y juvenil. La mujer a su lado no estaba peor, muy alta, casi tanto como él. Recordé con dolor lo bajita que había sido yo a su lado, pero Nathan me había dicho que le encantaba porque así tenía una excusa para cargarme más a menudo.    Con la mujer que estaba ahora no había necesidad.    El articulo hablaba sobre un acto de caridad donde apareció con su nueva novia, decía que el multimillonario dedicado a los negocios empresariales había abierto un nuevo concesionario. Nathan era dueño de una marca de autos y motocicletas muy reconocida, su inteligencia para las cuentas y negocios y su sabiduría con los autos lo habían llevado al éxito, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos del mundo y uno de los más jóvenes, o al menos eso decía en Wikipedia.    La chica que estaba su lado y que aparentemente era su nueva novia, era una modelo europea de renombre. Incluso había hecho Playboy. Sentí una punzada de celos correr por mi cuerpo, pero la ignoré. No había tenido amantes, quería dedicarme a mi hijo, sobre todo porque cada vez que nombraba a Mathy los hombres huían despavoridos. Ellos no querían un niño de otra relación.    Pero Nathan, al contrario, parecía muy bien como estaba ahora. Cerré la revista de golpe, no quería seguir viéndolos, no quería pensar en que tal vez, yo hubiese podido ser ella si no hubiera huido, si el poder de mi padre no hubiese sido tan fuerte.   —Ya estás lista —dijo Gina sacándome de mis pensamientos—. Estás hermosa.    La peluquera giró su silla, dejándome verme en el espejo. Abrí la boca sorprendida, ellas tenían razón, me veía muy bien, demasiado bien en realidad. Mi cabello rubio se había vuelto un poco más oscuro, dándole profundidad. Estaba corto, por encima de mis hombros. Nunca había pensado que me vería bien con el cabello tan corto, pero me había equivocado, me veía juvenil y bonita, como una chica de veintidós años dispuesta a todo, segura de sí misma y sofisticada. Definitivamente me encantaba ese nuevo look.   —¿Y qué te parece? —me preguntó Gina mirándome a través del espejo.   —Que Nathan Connors no va a apartar su vista de mi mañana —le dije riendo cuando ella soltó un chillido emocionado.    
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