2. El reencuentro

1805 Words
             Mientras estacionaba el auto frente al edificio de la empresa de Nathan, respiré profundo. Estaba a punto de cambiar mi mundo, cuando entrara por esa puerta y le dijera a Nathan Connors que era el padre de mi hijo, un hijo del que no le había informado nunca. Tenía miedo, miedo de lo que él dijera.    Tomé una respiración profunda y apagué el motor, salí del auto y caminé hasta el edificio. Llevaba un vestido rojo por encima de las rodillas. Tacones de diez centímetros, mi cabello liso por encima de mis hombros luciendo mi nuevo corte y un maquillaje sencillo, lo único que resaltaba era mi boca roja. Gina había estado bromeando, diciendo que me parecía a Taylor Swift, pero, aun así, mirando el palacio donde me dirigía, me sentía como si viniera en pantalones de yoga desgastados y una camiseta manchada con pintura.     El vigilante me dio una amable sonrisa y abrió la puerta para mí. Una chica me saludó desde recepción, sus ojos alegres y emocionados, parecía como si fuera su primer día de trabajo y estuviera a la expectativa de lo que venía. Me acerqué a ella y le una sonrisa nerviosa. No mucha gente pululaba alrededor.   —Buenos días.   —Buenos días —respondió ella tecleando algo en su computadora— ¿Puedo ayudarle en algo?   —Vengo a ver a el señor Nathan Connors —dije tratando de que mi voz sonara segura, a pesar de que las piernas me temblaban.   —¿Tiene cita con él? —preguntó la chica escribiendo algo en una nota. El teléfono sonó en ese momento y ella lo miró nerviosamente, tratando de decidir si ignorarme a mí, o ignorar la llamada. Definitivamente tenía que ser nueva, yo había estado así cuando había comenzado a trabajar en la librería de mi tía Loren, me había vuelto loca si no fuera por ella. Entre mi inexperiencia y el no saber hablar español me habían hecho los primeros días un infierno.   —Sí la tengo —mentí aprovechándome de su nerviosismo, obviamente no tenía una cita, Nathan ni siquiera debía saber que estaba en el país.     La chica asintió y me dio un pase de invitación. — Piso veintisiete, primer ascensor.    Asentí en reconocimiento al tiempo en que ella tomaba el teléfono rápidamente. Tomé el ascensor y disfruté del aroma fresco que había en el ambiente. Conté los pisos nerviosamente, mi corazón palpitando fuerte. Nathan era el hombre más impredecible que conocía, él ya no era el mismo chico mecánico del que me enamoré hace seis años, y eso me asustaba. Era justo que estuviera nerviosa, por lo que sabía, él podría sacarme de aquí a patadas.    Cuando las puertas se abrieron, mi boca se abrió también. Todo era lujo y modernidad. Sabía que Nathan era rico, hace unos meses había visto su foto en un periódico Venezolano, fue tanta la impresión que tuve que sentarme, había sabido siempre que Nathan llegaría lejos siempre que se lo propusiera, pero no pensé que con solo veintisiete años se convertiría en un hombre tan exitoso y rico, y en muy poco tiempo. Lo que a mi padre le había costado hacer en quince años, Nathan solo lo había logrado en cinco.    Salí del ascensor mirando todo tímidamente. Había un ventanal donde la vista a la ciudad te sacaba de quicio, todo lujo, mármol y cristal. Había una rubia detrás de un mostrador, sus manos tecleando en la computadora también, pero en cambio de la chica de recepción, ésta parecía aburrida y relajada. Me acerqué a ella, poniendo una sonrisa amable en mi rostro, esta vez iba a ser más difícil poder ver a Nathan.    Cuando ella me vio, su mirada se posó en el pase de visitante que tenía colgado en mi cuello. — Buenos días.   —Buenos días —dije con voz nerviosa—. Vengo a ver al señor Nathan Connors.   —¿Tiene cita?   —No.   —Entonces Señorita, no puede verlo. Pida una cita abajo y espere a que el señor Connors la acepte —dijo la mujer con voz molesta y de superioridad. Quise sacarle la lengua, pero hubiese sido poco serio.   —Dígale que estoy aquí, él me dejará verlo —le pedí sumisamente, no necesitaba tener una pelea con esta mujer, pero ella parecía indiferente. Sonrío de forma engreída e irritable.   —Si eres una de sus examantes, él dejó dicho que por favor no lo molestaras de nuevo, que si no te contesta las llamadas o mensajes es porque no quiere ni hablar ni salir con usted. Ahora señorita, váyase y consiga una cita.    —No soy una examante —le dije lentamente, sintiendo la ira por dentro. Al menos no era una amante reciente. Era la madre de su hijo sí, pero hacía mucho tiempo no lo veía, y mucho más desde que me había acostado con él.   —De igual forma, consiga una cita, venga si el Señor Connors acepta —ella volvió la atención hacia su computadora, ignorándome a propósito. No pensé en que fuera tan pesada y molesta, pero la entendía, seguramente chicas venían buscando a Nathan a todo momento, aun así, hablé fuerte.   —Escúchame —dije haciendo que ella me mirara con sorpresa, ya no había más nerviosismo en mi voz, ahora era segura y cortante—. Conozco a Nathan Connors desde que tenía veintidós años y trabajaba como mecánico en el taller de su padre. Antes de que fuera rico y fuera dueño de una marca de autos, lo conozco más que todas las amantes que haya tenido y necesito hablar con él. Ahora.    La mujer parpadeo sorprendida, yo también lo estaba, una vez que había comenzado a hablar no pude parar. Ella dudó por un momento, mientras yo me mordía la boca por dentro, rezando para que eso funcionara. Si no, tendría que aparcar en su casa y esperar en un gesto patético que él me viera.   —¿Cómo es tú nombre? —preguntó ella tomando el intercomunicador. No pude evitar sonreír haciendo que ella frunciera el ceño molesto.   —Eve Sanders —dije alto y claro.    La mujer tomó el intercomunicador y marcó, un segundo después ella habló. — Señor una mujer espera verlo... Lo siento señor fue muy insistente... Le diré... Dice que es urgente... Su nombre es Eve Sanders —La mujer se quedó en silencio un largo rato, esperando una respuesta que parecía no venir nunca— ¿Señor está allí?... Bien.    Ella me miró de nuevo sorprendida, dándose cuenta de que decía la verdad. Tragó fuerte y me dio una leve sonrisa. — Puede pasar, no es necesario que toque.    Asentí sin darle las gracias y caminé hasta la puerta de madera. No se veía nada de adentro, pero mis nervios se eclipsaron. Me paré frente a la puerta y tomé una respiración profunda, tenía ganas de volver al apartamento y meterme debajo de las sabanas, con Mathy conmigo. Gina se había quedado con él, pero lo necesitaba en este momento, él tenía ese humor de niño que hacía que me tranquilizara. Sintiéndome como una cobarde, abrí las puertas y caminé hacia adentro, cerrando la puerta detrás de mí.    Cuando miré hacia al frente mi boca se secó, Nathan estaba sentado en su silla, mirándome con una expresión fría. Mis tacones resonaron en el piso cuando me acerqué, mi corazón estaba por salirse de mi pecho mientras contemplaba a mi antiguo amor. Su mirada recorriéndome completamente.    Las fotos en la prensa y revistas no eran nada en comparación a lo que era mirarlo en personas, sus ojos grises y fríos ahora, su mandíbula apretada con una barba de dos días que hacían verlo atractivo y mayor. Su ropa cara y su aire de dominación eran algo impresionante. Yo era una maldita mosca delante de él.    Nathan siempre había sido atractivo, había tenido que correr a muchas chicas que fingían que su auto se dañaba y lo llevaban a su taller solo para hablar con él, había tenido que guardarme mis celos muchas veces porque su atractivo era único. Pero ahora, era simplemente el doble, su piel bronceada hacía que el color de sus ojos resaltara y me atraían a él, mucho más que antes.   —Hola —su voz me trajo de nuevo a la realidad. Me sonrojé cuando me di cuenta de que había estado mirándolo como un idiota. Nathan sonrío por esto.   —Hola —carraspeé—. Hola Nathan.   —Tanto tiempo sin verte Eve —dijo mi nombre como si lo saboreara. Una punzada de deseo fue directo a mi entrepierna—. Estás... Cambiada.   —Tú también —susurré mirándolo nerviosamente—, es increíble lo que has logrado, felicitaciones.   —Yo en cambio siento pena por lo de tu familia.    Por supuesto, no se le iba a pasar por alto restregarme en la cara que mi familia había caído en bancarrota. No lo culpaba, después de como lo había tratado mi padre era justo que él de desquitara.   —Siéntate —Ordenó.    Lo hice de inmediato, haciendo que él esbozara una leve sonrisa por mi sumisión.   —Tengo algo que decirte, y espero no me odies.   —¿Cómo voy a odiar a mi primer amor? —preguntó él en broma, pero no estaba riendo, ni yo tampoco— Habla, tengo poco tiempo.   —Lo siento por venir sin avisar, pero temía que no quisieras verme.   —No he dicho que quiera, pero si estás aquí es por algo y quiero saberlo —Pidió con voz fría.    Eso dolió, mucho, pero reprimí mis sentimientos, yo no importaba, importaba mi hijo. Lo que yo quisiera o sintiera era algo que tenía que guardármelo, Nathan tenía que aceptar que tenía un hijo conmigo, que fruto de nuestra relación nació un pequeño ángel.   —Hace cinco años te fuiste a casa de tu madre ¿cierto? —Nathan asintió— Antes de irme del país fui al taller. Me encontré a tu padre que fue quien me dijo que tú te habías ido, me sentí muy mal, yo solo quería...   —Ve al grano Eve, no quiero saber sobre tus sentimientos en el pasado, dime a que fue a lo que viniste.   —Lo que fui a decirte hace años, y lo que vengo a decirte ahora es que tengo un hijo Nathan, un niño que también es tuyo.    Nathan me miró, lentamente, un rato largo en silencio. El ambiente se puso tan tenso que pensé podría explotar el ventanal en cualquier momento, su silencio me estaba matando. Después de varios segundos, habló. Hubiera esperado todo de él, gritos, insultos y muchas ordenes, pero lo que dijo me tomó por sorpresa.   —Vete de aquí antes de que llame a seguridad y te saquen. No vuelvas Eve Sanders o te destruiré.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD