—Señorita Eve —dijo una voz, sobresaltándome. — Hemos llegado. Parpadee, tratando de orientarme. Nikolas estaba aún en el asiento del conductor, su mirada fija en mí, seguramente preguntándose qué demonios me había pasado. Miré hacia afuera, nos encontrábamos frente al pent-house de mi esposo, bueno, ahora el nuestro también. Me había quedado dormida como una chiquilla en el asiento, pobre de Nikolas, tener que aguantar a una borracha frustrada sexualmente. Quise reír, cuando me casé con Nathan, jamás pensé que iba a terminar sufriendo por sexo. Salí del auto, sin responder su despido y entré en el edificio, el hombre de seguridad del turno de noche me saludó, prudentemente no dijo nada sobre mi estado y lo agradecí. Aunque mientras iba hacia los ascensores, lo escuché comunicarse co

