4. No quiero tu dinero

3049 Words
—Rocio cancela todas mis citas y no dejes a nadie subir —le ordenó Nathan una vez que salimos de su oficina a su gruñona asistente, ella asintió rápidamente.    Él caminó hacia las puertas de un segundo ascensor, por fuera idéntico al que yo me había subido. Nathan introdujo una tarjeta y las puertas del ascensor abrieron automáticamente. Dejó que yo entrara primero y luego lo hizo él, me puse al lado derecho del ascensor y presionó el botón de bajada, casi rozando conmigo. Me tensé, pero él no dijo nada.    Se puso a mi lado, tranquilamente; pero el aire había cambiado, había una tensión s****l tan grande que estaba comenzando a sudar. Tomé una respiración profunda, pero sólo pude oler el deseo en el aire. Nathan también lo notó, se puso tenso, pero no dijo nada más. Cuando las puertas del ascensor se abrieron de nuevo pude respirar, salí inmediatamente del ascensor con Nathan detrás de mí.    La chica de recepción nos dio una mirada curiosa y le dio una brillante sonrisa a Nathan. Abrí la puerta del edificio sólo para encontrarme con un hermoso y lujoso auto con vidrios tintados, reconocí la marca del auto como la de la empresa de Nathan, seguramente el auto era blindado. Un hombre de unos treinta y muchos salió del auto y saludó a Nathan con un asentimiento, abrió la puerta del pasajero. Nathan puso su mano en mi cintura y me instó a entrar.   —Buenos días, señorita —saludó el hombre con una sonrisa, se la devolví a pesar de lo abrumada que me sentía.   —Buenos días —dije, hacía mucho tiempo que no tenía un auto así esperándome con un chofer que me saludara.    Cuando entré al auto mi boca se abrió. Olía a limpio y a cuero, con asientos cómodos y suaves. Un vidrio tintado nos separaba del lado del conductor, pero seguramente el sistema era muy nuevo y practico. No había estado en muchos autos lujosos, pero este debía ser uno. Cuando Nathan entró miré por la ventana, tratando de que su presencia no me incomodara.    El auto arrancó en un ronroneo suave, Nathan miraba por la ventana en el otro lado, su mirada en otro lugar, hasta que su celular sonó, llamando su atención. Cuando lo tomó hizo una mueca y contestó con un frío: hola.   —Estoy ocupado hoy —le dijo a quien quiera con que estuviera hablando— mañana estará bien... Te dije que hoy no Jennifer, tengo que hacer cosas... No tengo que decirte cuales... Quédate en casa o sal con tus amigas no me interesa, pero si vuelves hablar mal de mí en la prensa te meterás en muchos líos... Sí, sé que estabas molesta cariño —Nathan sonrío a la vez que mi corazón daba un vuelco desagradable—. Lo haré, adiós.    Colgó la llamada. Una punzada de celos estúpidos me recorrió el cuerpo cuando recordé que la tal Jennifer era su más reciente novia, una modelo europea con cuerpo de diosa. Él verlo sonreír con ella había hecho estragos en mí, pero me reprendí mentalmente, no tenía derecho a estar celosa, ni siquiera amaba a Nathan para estarlo, eran solo las consecuencias del pasado.   —¿Tú novia? —pregunté en un tono amable. Nathan asintió y yo suspiré—. ¿Puedes tomarte las cosas con calma con Mathy?    Él me dio una mirada acusadora.   —He estado casi cinco años sin mi hijo ¿y quieres que me tome las cosas con calma? —preguntó con incredulidad.   —Sí, quiero lo mejor para Mathy, y se abrumará si vas demasiado rápido.   —No pensaste en lo mejor para Mathy cuando lo ocultaste de mí.   —Sé que hice mal, pero no quiero que Mathy sufra ahora, sólo por favor no lo abrumes.    Hubo un silencio incomodo hasta que llegamos. Me di cuenta estúpidamente que Nathan no me había pedido la dirección del apartamento de Gina en ningún momento, pero él y su chofer sabían la dirección exacta. Mi padre había sido así, las personas ricas tenían a otras personas no tan ricas que trabajaban para ellos y le daban la información que necesitaban.    Entramos en silencio al edificio. Pude decir que Nathan estaba tenso, pero no me dijo nada. Cuando llegamos al piso el salió primero esta vez, fue directamente hasta la puerta, sin preguntarme tampoco, y tocó. Yo tenía un juego de llaves, pero seguramente Gina estaba alrededor para abrir. Cuando me puse a su lado y la puerta se abrió, me tomó por sorpresa ver quien había abierto la puerta. Mathy estaba aún en pijama. Miró a Nathan con sus pequeños ojos parpadeando hacia él.   —¿Mathy qué te dicho tu madre sobre no abrirle la puerta a extraños?           Gina se detuvo cuando vio a Nathan. Sus ojos se abrieron en sorpresa cuando se dio cuenta de la situación. Pero Nathan no la estaba mirando, él solo tenía ojos para Mathy, quien lo miraba de vuelta, dándose cuenta de que él era alguien especial. Mathy me miró a mí por primera vez desde que llegué.   —¿Quién es el señor mami? —preguntó Mathy con confusión.   —Es tu papá cariño —mis ojos se llenaron de lágrimas, pude ver un brillo en los propios ojos de Nathan, pero no sabía si era de felicidad o si es que estaba a punto de llorar.   —¿Mi papá? —La voz de Mathy sonó insegura, por primera vez vi a mi hijo volverse tímido.    Nathan se puso de cuclillas para estar a la misma altura que Mathy. — Hola pequeño.   —¿Eres mi papá?   —Así es.   —¿Y por qué tardaste tanto en venir? —preguntó con voz molesta—. Mami y yo te necesitábamos.    Una lágrima se derramó por mi mejilla, vi a Gina retirarse para darnos privacidad.   —Diferencias entre tu mami y yo, pero ya las resolvimos. Ahora si me necesitas estaré aquí.   —¿Puedes jugar el ajedrez conmigo? Mami me dijo que eras muy bueno.    Nathan sonrió encantado. — Por supuesto, muéstrame el camino.    Mathy tomó la mano de Nathan, haciendo que este sonriera encantado. Sonreí yo también y entré cerrando la puerta tras de mí. Escuché mientras Mathy le decía que era muy bueno jugando, y que tal vez lo dejaría ganar porque era su papá. Nathan solo lo escuchó con una sonrisa y lo siguió hasta el sofá donde se sentaron a jugar. Vi a Gina hablar por teléfono con alguien y decidí que era mejor dejarla sola. Fui a la cocina y comencé a preparar el almuerzo. Tenía que hacer algo para despejar mi mente, quería ir y estar con Nathan y Mathy para ver por mi misma como se llevaban, pero tenía que darles su espacio a los dos, para que se conocieran sin mi allí.    Me quité los tacones y anduve descalza por la cocina, tratando de descubrir que hacer para comer. Me decidí por un pollo guisado y papas al horno. Mi tía Loren me había enseñado como hacerlas, no era el favorito de Mathy, pero tenía muchas proteínas que eran buenas para su crecimiento, había que ayudarlos a comer los vegetales, pero era un trabajo que me gustaba hacer.    Puse música en el pequeño equipo de sonido que Gina tenía en la cocina y comencé a preparar la cena. Escuché la risa escandalosa e inocente de Mathy y sonreí; me gustaba verlo feliz. Sólo esperaba que el mundo de Nathan no lo abrumara, él era muy pequeño para darse cuenta de todas las consecuencias de ser el hijo de uno de los hombres más ricos del mundo.    Metí las papas al horno media hora después, tararee una canción de Beyonce y miré mi celular. Di un suspiro de alivio al percatarme de que no tenía mensajes, preparé el pollo e hice un jugo de naranja. Gina debía estar hablando aún por teléfono. Sabía que la chica podía durar horas hablando por teléfono, había hablado horas seguidas conmigo cuando estaba en Venezuela, Gina es tan extrovertida e impredecible que cuando hablas con ella no tienes control sobre el tiempo.    Cuando Nathan apareció una hora después di un pequeño salto, no me asombre, yo daba saltos asustados a cada momento, sobre todo el último año. No quería hablar de las razones. Él cruzó sus brazos en silencio y me observó preparar la comida.   —¿Te quedaras mirando allí todo el tiempo? —Le pregunté ocupada sacando las papas del horno.   —¿Qué quieres que haga? —Había una pequeña sugerencia s****l en su voz, la suficiente para hacerme sonrojar y estremecer en deseo. No le hice caso, no podía pensar en nada más que en mi hijo. Nuestro tiempo ya había pasado y Nathan sabía eso, él tenía su novia esperando esta noche en la cama, y yo encontraría a alguien pronto. Nueva York era muy grande.   —Pásame la salsa —le pedí señalando la cocina. Nathan se movió rápidamente, la cocina era pequeña, pero él se las arregló para no tocarme. Suspiré en alivio por dentro, hasta que sentí su mano en mi cintura. Un suave toque.    Me aparté suavemente, y lo dejé pasar por alto.   —Quiero que Mathy tenga mi apellido —dijo Nathan dejando la salsa a mi lado—, y quiero que cuente con la mejor escuela de Nueva York.    Asentí en entendimiento, no había inscrito a Mathy en una escuela porque sabía que él querría hacer eso. Tenía su derecho hacerlo, como también el de ponerle a Mathy su apellido. Lo único que me importaba era lo que fuera beneficioso para Mathy, y Nathan lo era.   —El apartamento es muy pequeño —afirmo este mirando al rededor.    Mis nervios se achisparon.   —Sí, es el apartamento de Gina. como veras ella vive sola, pero estamos aquí hasta que consiga un lugar propio.   —No es necesario que esperes más, mañana puedes irte a mi apartamento en Manhattan, es muy grande y vas a estar más cómoda.    Detuve lo que estaba haciendo y miré a Nathan incrédulamente, pero él siguió hablando. — También sé que no tienes trabajo y quiero ofrecerte un puesto en mi empresa, es muy buena la paga y es un buen puesto.   —No lo quiero —le respondí sin mirarlo.   —¿Perdona?   —¿Crees qué puedes venir aquí y darme ordenes como si fuera tu maldita empleada? —Me di cuenta de que estaba hablando muy alto, bajé mi voz, no quería que Mathy me viera discutir con su padre—. Sé que eres el padre de Mathy, pero no puedes decirme qué hacer. Nos iremos de aquí cuando consiga un apartamento, no quiero deberte nada Nathan, y tampoco quiero trabajar en tu empresa, Gina me dará un puesto en su cafetería. Gracias, pero no.    Nathan estaba claramente enojado, su temperamento aumentando a cada segundo, pero no me importó.    No quería vivir en su apartamento porque él tendría el poder de correrme cuando quisiera, y tampoco quería un puesto de trabajo en su empresa porque no quería deberle nada. Ya le debía los cinco años que se perdió de su hijo. También estaba mi orgullo, algo que había heredado de mi padre. No quería parecer una maldita interesada que trataba de sacar beneficios por su dinero.   —No lo hago por ti, lo hago por Mathy, él merece estar en un lugar grande y espacioso, es un niño. Además, este lugar es demasiado femenino —bufé haciéndolo enojar más—. Quiero que tú y Mathy se muden mañana en la mañana.   —Deja de ser tan malditamente engreído, yo te conocí reparando coches así que a mí no me vengas a tratar como una más de tus empleadas. No quiero tu casa. Además, ya te dije que conseguí trabajo.    Él suspiró y pellizcó el puente de su nariz.   —Está bien, pero acepta el apartamento. No quieres verme enojado Eve, no me tientes.    Abrí la boca para decirle que se fuera al infierno con sus amenazas y ordenes cuando nuestro hijo nos interrumpió.   —Papi ¡ya me lavé las manos para comer! —Exclamo él dando un salto. Nathan le sonrío y lo cargó.   —Parece que mamá ya tiene lista la comida. La esperaremos en la mesa —dijo este dándome un ultima mirada antes de llevarse a Mathy.    Suspiré en molestia y llevé la comida a la mesa, Gina comenzó a ayudarme mientras Mathy le contaba a Nathan sobre su película favorita, casi sonreí cuando vi como Nathan le prestaba atención, como si fuera alguna propuesta de sus empleados en una reunión súper importante de su empresa.    Lo miraba y asentía cada tanto, reía cuando Mathy decía algo gracioso, y se veía tan natural que quise llorar. Ahora más que nunca me sentía culpable, yo le había quitado eso a los dos por cinco años, y el tiempo jamás puede recuperarse.    Pillé la mirada de Gina en el otro lado de la mesa, ella también estaba preocupada por mí. Cuando nos sentamos Mathy decidió sentarse al lado de Nathan, y yo del otro lado, con Gina al frente de nosotros. Le serví un poco de comida y él arrugó la carita.   —¡Odio los vegetales! —Exclamó molesto. Abrí la boca para decirle algo cuando Nathan se adelantó.   —Sino comes no podrás ser fuerte como el padre de Woodie, sobre todo porque mañana te iras a vivir a una casa muy grande con muchos juguetes, necesitas energía —Gina me alzó una ceja, negué con la cabeza molesta.    Mathy se emocionó por la mudanza, tanto que dijo que ya quería ir. Nathan estaba contento, Gina asombrada y yo enojada como el demonio, pero cada vez que Mathy me preguntaba algo sobre nuestra nueva casa le respondía suavemente y comparando su alegría. La verdad no estaba contenta, pero él ya había ilusionado a Mathy, no tenía el valor para decir que no quería mudarme. Mi ex había jugado bien sus cartas, aunque eso no significaba que no estaba furiosa con él.    Cuando la cena terminó, Nathan llevó a Mathy a lavarse las manos mientras que Gina y yo llevábamos los platos a la cocina. Cuando llegamos a esta, ella me interrogó.   —¿Cómo que mudanza? —preguntó.   —Quiere que nos mudemos a un apartamento en Manhattan.   —¡Eso sería genial! —Dijo ella emocionada por mí. La miré con el ceño fruncido en molestia.   —¿En serio Gina?                                                             ***    Nathan recibió una llamada de trabajo justo después de la comida. Mathy quedó un poco triste, pero su padre le prometió que lo vería mañana. Le abrí la puerta, aún descalza. Habia obtenido la maña desde pequeña. Cuando llevé a Nathan al ascensor estaba molesta aun con él, mi temperamento aumento rápidamente, ahora que Mathy no podía escuchar tenía que dejarle los puntos claros.   —¿Cómo te atreves? —Le pregunté haciendo que él se detuviera—. No puedes decirle a Mathy que nos mudaremos en contra de mi voluntad ¡No es tu decisión!   —Estoy velando por lo que es mejor para mi hijo, pensé que ya había quedado claro en la cocina.   —Yo sé que es lo mejor para mi hijo, soy su madre.   —Y yo su padre, te recomiendo que dejes tu orgullo y aceptes la casa.   —No se trata solo de eso —le dije cruzándome de brazos. Mis pechos se levantaron haciendo que la mirada de Nathan se desviara a ellos por un momento—. Tú no puedes decidir por mí.   —No estoy decidiendo por ti Eve, estoy haciéndome cargo de mi hijo ¿no era eso lo que querías? —Su pregunta no consiguió una respuesta de mi parte—. Me estoy haciendo responsable de Matthew, le voy a dar mi apellido y como mi hijo merece lo mejor. ¿No estás de acuerdo?    Me quedé en silencio, tratando de encontrar una respuesta, pero no conseguí más nada que un tartamudeo. Él tenía razón, estaba pensando en mí y no en lo mejor para Mathy. Si mi hijo quería vivir en un apartamento donde podía correr a cada momento lo merecía. No le dije nada más que un adiós y me di la vuelta, yéndome al apartamento con los hombros caído en derrota. Mi hijo estaría a salvo, pero yo no sé si me salvaría.    Cuando entré de nuevo en el apartamento fui directamente hacia nuestra habitación, Mathy dormía una siesta, así que comencé a empacar nuestra ropa, tampoco era mucho lo que teníamos, mayormente era ropa y algunas otras cosas, nada demasiado valioso o costoso. Gina avisó que saldría y me quedé ordenando algunas cosas hasta que los suaves ronquidos de Mathy se detuvieron y él se despertó.   —¿Y papá? —Me preguntó con ojitos soñolientos. Sentí un poco de celos, él antes despertaba llamándome a mí, y ahora era Nathan. A pesar de eso sonreí.   —Mañana lo veremos —le dije recostándome a su lado. Mathy se acurrucó contra mí, descansando su cabecita en mi pecho. Su mirada recorrió las maletas de la habitación, y una expresión parecida al terror cubrió su cara.   —¿Nos iremos de nuevo a dónde la tía? —Preguntó mirando con esos ojos tan idénticos a los de su padre.   —No, iremos a una nueva casa.   —¿Con papá? —preguntó él de nuevo.    Lo miré en silencio, la añoranza creció en mí. ¿Cómo podía desear tener una familia con Nathan después de tanto tiempo? Yo ya no lo amaba, él era mi pasado.     Nathan tenía una nueva vida, con mujeres hermosas y finas, con mujeres que son todo lo que él quiere que sean, con mujeres que serían capaz de hacer todo por él. Yo no entraba en esa descripción, pero el verlo con Mathy hoy, y el ver como de bien se habían llevado me había hecho sentir esperanzada.   No era algo real, Nathan no querría estar conmigo después de lo que le hice.   —No, pero papá te visitará mucho —Mathy descansó su cabeza de nuevo en mi pecho, y así nos quedamos dormidos los dos.
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