Capítulo 3.

2441 Words
—¿Crees que llueva? —preguntaba Rosco mientras tomaba un sorbo de licor de una cantimplora vieja que suele llevar consigo a todos lados llena de licor fermentado de maíz, con un sabor amargo y fuerte capaz de llevarse a lo profundo de su cuerpo todas sus preocupaciones. —No deberías estar tomando mientras estás de turno —le responde Devon sin despegar la mirada de las afueras de la camioneta. —El Sheriff sabe que lo hago para mantenerme concentrado —luego de haber dado otro sorbo cerró la cantimplora y se frotó las manos para terminar de calmar un poco el frío de su cuerpo. —Estamos de vigilancia. No entiendo por qué demonios debo compartir el sector contigo —dice con irritación. —Es extraño, generalmente no sueles hablar demasiado, pero me he dado cuenta de que solo lo haces cuando te molesta algo. Realmente no tienes pelos en la lengua a la hora de decir lo que te desagrada —comenta Rosco. —Haz silencio y mantente atento, sino puedes irte con la cuadrilla del Sheriff y dejarme solo para poder trabajar —le devuelve una mirada nada amistosa que deja a Rosco en un predicamento, no sabía cómo tomar dicha expresión, pero sabía que no era de simpatía eso seguro. —Realmente no tienes sentido del humor —se cruza de brazos para que el frío se disipe un poco de su cuerpo. —vale me estaré quieto por un rato, pero sabes que no soy capaz de mantener la boca cerrada mucho tiempo —voltea la mirada y se deja caer la vista por la ventana de su lado, aunque realmente es poco lo que se puede observar a las afueras desde su lado. —Como sea, al menos cinco minutos de paz estarían bien —Rosco y Devon permanecían en la camioneta parqueada en el estacionamiento de un restaurante de mediana clase ubicado en el centro de la ciudad mientras que los demás grupos peinaban las zonas de los alrededores en busca de pistas que los condujeran a su objetivo. La orden de toque de queda había sido emitida desde las 7:00p.m hasta las 7:00a.m del día siguiente. Actualmente eran las 11:57p.m, el alcalde confiaba en que encontrarían algo para poder ofrecer a los ciudadanos un poco de paz o simplemente el caso pasaría a manos del gobierno de los estados unidos y a la fuerza militar. Dependiendo de las acciones y resultados podrían continuar con los casos sin resolver. Esperaban encontrar alguna señal, alguna persona deambulando por las calles o algún auto que circulara sin un permiso. Esperaban todo mientras que cada vez que pasaban las horas sentían que no obtendrían nada. Hasta que el grupo número seis dio un llamado de alerta para estar atentos a la situación, tal parece que habían distinguido a un hombre de mediana edad deambulando por las calles de la avenida cuarenta y ocho sin rumbo fijo. Simplemente caminaba de una calle a otra y daba vuelta de vez en cuando en algunas esquinas. El Sheriff ordenó al grupo seguir al individuo a pie así no pondrían en alerta al sospechoso, pero según les informaban este no presentaba signos de temor, ni se preocupaba en mirar a los alrededores o detrás de él. Simplemente caminaba con la cabeza agachada y las manos en los bolsillos, aunque parecía un poco desconcertado. El plan consistía en reunir a las unidades más cercanas a la zona para apoyar al grupo seis, si ese hombre era el asesino no cabía duda lo peligroso que podía llegar a ser, debían ser precavidos y atraparlo en grupo para evitar bajas en la unidad. —Aquí el Sheriff Johnson, unidad seis reportes de situación cambio —dijo al radio esperando respuesta sobre la situación actual del sujeto que perseguían a pie. —Aquí unidad seis, cambio —respondieron de inmediato. —El sospechoso continúa su trayecto merodeando las calles de la avenida cincuenta y tres, cambio. Esperamos órdenes para aprehender al sujeto. —Síganlo y no lo pierdan de vista, reporten cualquier cosa extraña que presente el sospechoso y esperen a las unidades tres y cuatro que van en camino, cambio. —Copiado, cambio y fuera. —¿Crees que sea él Devon? —le pregunta Rosco al terminar de escuchar por la radio de la camioneta. —No lo sé rosco, pero estar deambulando a éstas horas luego de la declaración de toque de queda es bastante extraño, no podemos bajar la guardia. Por ahora solo podemos esperar, somos la unidad más lejana —le importunaba no estar en el momento justo, pero ser impaciente no le iba a llevar hasta el asesino. La espera lo ponía ansioso y el mal presentimiento rondaba por las afueras del vehículo como si los acechara. Tenía que respirar aire fresco luego de haber pasado casi cinco horas encerrado en el vehículo. Luego de salir de la camioneta acomodó su cinturón y encendió un cigarrillo, el frío se hacía notar y con la mano izquierda en su bolsillo y la derecha sosteniendo la nicotina que le arrebataría la vida algún día admiró por un momento el cielo nocturno. Lo que parecía extraño era que ni los animales nocturnos ni los perros callejeros se dejaban escuchar y mucho menos ver, cada vez la noche se hacía más y más espesa y las únicas bombillas que funcionaban en el estacionamiento empezaban a parpadear debido a los repentinos vientos que soplaban en esa dirección. Así mismo desde el manto de la penumbra de la calle en dirección diagonal a su posición la silueta de un hombre se dejaba ver lentamente y con pasos descoordinados, y mientras inhalaba lentamente el humo del cigarrillo y lo expulsaba Devon empezaba a caminar en dirección a aquel hombre intentando mantener un bajo perfil mientras se ocultaba por la sombría calle en la que las luces de las bombillas no alcanzaban a alumbrar. Rosco se percató de sus intenciones y mientras abría lentamente la puerta del lado del conductor para bajar del vehículo desenfundaba su revolver mientras desde la distancia le seguía los pasos al individuo que parecía no estar en condiciones con la mirada fijada en él. Devon sabía que ahora las posibilidades eran amplias y el más mínimo error podría darle la ventaja al psicópata, pero era hora de actuar rápidamente sin vacilar. No tenía tiempo de reportar, pero mientras avanzaba miraba de reojo atrás intentando que Rosco captará sus señales y reportara la situación al Sheriff. Por suerte no era tan estúpido como parecía y por un momento Devon creyó ver como entraba al auto para coger la radio mientras él seguía caminando. Se deshizo del cigarrillo y desenfundó su arma de fuego mientras jalaba el seguro despacio intentando hacer el menor ruido posible. Sabía que al dar la voz de alto era muy probable que el sujeto escapara tomando en cuenta que podría ser por dos causas, o era el asesino o simplemente es un idiota violando la ley con miedo de ser atrapado por la policía. De una u otra manera tenía razones para aprehenderlo y no titubearía ante él. —Señor... oiga señor —añadió luego de ver que el primer llamado no funcionaba. Esperó unos segundos más, pero parecía no escuchar o solo se hacía el tonto, lo apuntó con el arma intentando fijar la mira en la pierna así lo derribará si quisiera escapar. —¡Señor! ¡Policía de Polk le ordenó detenerse! —esta vez el tono de voz era más alto y autoritario como para que cualquiera se diese media vuelta al escuchar. El hombre seguía caminando, Devon volvía a mirar atrás y Rosco le hacía señas con sus manos para que volviera. Le devolvió las señas intentando decirle que se estuviera quieto y que lo cubriera. —¡Señor tendré que disparar si no obedece mis órdenes! ¡Estamos en toque de queda! —no conseguía respuesta alguna, no había de otra tenía que acercarse a él de una vez por todas y frenarlo por sí mismo. Al aproximarse lo tomó de la chaqueta para que diera media vuelta. —Señor está infringiendo la ley —en el momento que esas palabras salieron de su boca sus piernas se sentían extrañas. Si el asesino estaba justo frente a él corría el riesgo de salir herido al acercarse, así como si nada. Pero estaba seguro, seguro de que cuando aquel hombre volteara su rostro y le mostrara su mirada, aunque la oscuridad no lo dejara ver del todo podría determinar el nivel de riesgo que corría. —¿Co... cómo? —parecía ser un sujeto ebrio cuando se giró. —Señor ¿Sabía usted que estamos en toque de queda? —sostenía su arma con fuerza por si acaso fuese necesario maniobrar rápidamente con la misma. —Yo... ¿Dónde estoy? —no cruzaba miradas con Devon, aunque estaba frente a él. “Huele a alcohol —se dijo, arrugó la nariz luego de olfatearlo sin acercarse puesto que el olor era lo suficientemente fuerte como para darse cuenta a kilómetros”. —¿Ha estado bebiendo? —le interroga. —No... digo sí oficial pero solo un poco —se colocó una mano en la cabeza, ciertamente tenia jaqueca. —Seguramente se perdió camino a casa —volteó para ver a Rosco. —¡Hey Rosco, está todo bien solo es un ebrio que seguro no ha conseguido llegar a casa a tiempo! —¡Ya veo! ¡Tráelo a la camioneta y llevémosle a casa antes de que haga cualquier tontería por ahí! —aun así, Rosco echaba un vistazo a los lados inseguro y atento a cualquier cambio de clima como quien dice. —Señor tendrá que acompañarnos ¿Entiende lo que digo? —No... sí, sí oficial entiendo. Por favor no quiero ir a prisión —empezaba a ser más coherente con sus palabras y sabía en la situación en que se encontraba. —No irá a prisión lo llevaré a su casa, pero no saldrá ileso de esta, le daremos una multa por incumplimiento de las leyes del estado —le acompañaba hasta la camioneta cogiéndolo de la espalda. “Gracias a Dios solo era un hombre cualquiera —pensaba Devon”, una parte de él estaba en paz al saberlo, pero por otro lado sabía que era muy probable entonces que la persona a la que el grupo seis estaba siguiendo era el verdadero asesino. Al llevarlo a la camioneta hizo que Rosco lo acomodara en los asientos de atrás. Se tomó la libertad de sacarle la billetera del bolsillo trasero de su pantalón para buscar una identificación y una dirección. Estaba en tan malas condiciones que dudaba rotundamente que fuese capaz de darle la dirección correcta de su residencia y no iba a estar perdiendo el tiempo dando vueltas por la ciudad. Luego de reportarlo al Sheriff notaba que la identificación del hombre estaba bastante malgastada y en muy mal estado, una identificación bastante vieja. Le sería imposible encontrar su ubicación de esa manera así que tomó la decisión de mantenerlo con ellos por el momento. Le pidió a Rosco que vigilara al hombre, de momento la radio no funcionaba bien y no sintonizaba el canal de comunicación, la señal del celular no era la mejor así que tuvo que caminar un poco para poder llamar al Sheriff. Cuando al fin pudo contactarlo sus palabras se escuchaban entrecortadas. —No le escucho bien del todo Sheriff —se alejaba el celular de la oreja y volvía a ponérselo a ver si lograba entenderle luego de revisar la barra de señal. —Es... fal... alarma... alco... —¿Podría ser más directo? —realmente se escuchaba pésimo. —Falsa alarma... Ji... era Jimmy... Jimmy... borracho. —Entiendo, entonces aún no tenemos nada —respondió Devon. Luego de eso la llamada se cortó, pero lo que le dejaba un mal sabor de boca era haber conseguido dos borrachos la misma noche en la que buscaban al asesino tomando en cuenta el toque de queda. “¿Jimmy? —se preguntaba a sí mismo como si conociera el nombre”. Encendió de nuevo un cigarrillo y se estuvo un momento mirando al otro extremo de la calle en dirección opuesta a la ubicación de la camioneta. Aún poseía en la mano izquierda la identificación del sujeto que acababan de detener, tal vez fue instinto o señal, pero sentía la necesidad de volver a ojear aquel pedazo arrugado de papel plastificado y deteriorado. —Aquí dice... Ji... ¿Jimmy? Ha de ser una coincidencia ¿Verdad? —regresó la mirada a la camioneta, pero desde la distancia se podía notar que dentro de ella no había nadie. —¿Qué demonios? ¡Rosco…! —lentamente el cigarrillo caía de su boca al suelo, su espalda estaba tensa y las piernas le fallaron totalmente haciéndolo trastabillar y caer al suelo de rodillas. Al hurgar su espalda se dio cuenta de que alguien lo había apuñalado con algún objeto como un destornillador o algo parecido. Lentamente giraba la mirada al lado izquierdo. No podía distinguir bien, pero sabía que había alguien que le observaba y se reía en silencio. Poco a poco esa risa se comenzó a hacerse escuchar más y más. —¿Quieres jugar? Dos más dos son cuatro y tres más tres son seis. —¿Qui... qui... quién eres? —el dolor era intenso, su arma aún estaba tendida en el suelo, pero por su mente no pasaba la idea de cogerla y disparar ya que estaba inmerso en la silueta de aquel hombre que aún no se dejaba ver bien. —Es de mala educación, yo pregunté primero —no era una voz gruesa, pero si tenebrosa y sádica en su forma de expresar cada letra como si estuviese excitado disfrutando de ver sangre caer al piso. —M... maldito —tartamudeó Devon que empezaba a temblar de frío. —Déjate ver. —¿Eso quieres? —preguntó dicha persona dejando escapar una risilla nuevamente. —Bien, veamos si tus ojos son capaces de observarme. Debería sacarlos y acercarlos a mí, tal vez así ¡Puedas verme! —golpeó el ojo izquierdo de Devon con algún objeto puntiagudo perforando su retina. —¡Maldito hijo de puta! —exclamó él entre rabia y dolor sosteniendo la hemorragia con su mano, aunque de nada servía, la sangre seguía fluyendo hasta caer al pavimento. —Las malas palabras hieren a las personas ¿Sabías? Creo que es hora de despedirme. Te veré después para jugar contigo ¿Sí? No te preocupes por tu ojo a dónde vas no lo necesitas, ¡Muérete! —exclamó y su voz cambiaba totalmente como si de un demonio se tratase. —No, no te mueras no me dejes solo ¿Sí? —esta vez el tono era suave, casi un suspiro. —¡Jódete! —lo pateó y Devon terminó cayendo a lo largo en el asfalto de la calle. —Ay lo siento, perdona no quería ser tan rudo, solo quiero decirte que... me excita verte. ¿Juguemos sí? A que no me atrapas… Devon.
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