—Sí, es que… ella intentó limpiar —explicó Hamsa a la defensiva, pasándose una mano por el cabello—. Hizo un puto desastre. Estaba todo asqueroso y pegajoso. No podía dejarlo así, carajo.
―Mmmm, comprendo. Y… ¿la tienes en tu cama con el perro? —observó Zadok con expresión neutral, aunque sus ojos mostraban un destello de diversión—. Creía que ibas a echar al perro en ácido o botarlo a la calle como dijiste.
—Sí, luego lo haré —mintió Hamsa sin convicción alguna, evitando la mirada de su amigo—. Cuando tenga tiempo.
Zadok, indagando con propósito específico para poder reportar todo a Anhelina después con detalles completos, le preguntó directo:
—¿Y ya te la follaste?
—No, aún no —respondió Hamsa, con su voz volviéndose más grave mientras metía las manos en los bolsillos—. Pero a lo m
