Bebiendo

1340 Words
Mi mundo gira lentamente mientras mi mente embriagada me obliga a decir muchas cosas y a hacer muchas que, usualmente, no haría, por ejemplo, he llegado al punto de acabar en la misma cama que el idiota ese. ¡Madre mía! Claramente la suerte no es para mí. Hace siete horas... - Me voy a sentar aquí sólo porque ese tipo no te ha quitado los ojos de encima. - Dice mientras mira el menú que la chica acaba de traerle. - ¿Realmente crees que me está mirando a mí? - Él levanta la vista y me observa. - Llevas un Cartier en el cuello, un Blue Diamond en el dedo, unos tacones Louis Vuitton y un vestido que presumo es Óscar de la Renta o Carolina Herrera, así que si, creo que te está mirando a ti. - Dice con una expresión de ironía palpable, lo que me hace sonreír. - ¿Cómo sabes tanto de marcas femeninas? - Le pregunto aún sonriendo y con un poco de curiosidad. - Mi madre es fanática de las marcas, usa todas las que puede, y bueno, mi ex es diseñadora de modas. - Dice levantando sus hombros mientras bebe de mi jugo. Espera ¿¿Mi jugo?? - ¡Hey, es mi jugo! - Me levanto del asiento y tomo mi jugo de sus manos - ¡No te lo bebas! - Puaj... La verdad es que prefiero el Bourbon. - Levanta su mano para llamar a la chica que nos está atendiendo y en cuanto llega ella, le pide una copa. - Lo siento, señor, el bar abre en una hora más. - La chica comenta con voz lastimosa. - Está bien, tranquila ¿Me puedes traer un jugo de piña, por favor? - Claro, se la traigo de inmediato. - Ella se va con alegría, mientras el tipo idiota observa hacia el hombre de enfrente que ahora mira su teléfono. - Es linda la muchacha. - Digo intentando llamar su atención. - No lo sé, ni me importa. - Responde con cierto desagrado en la voz. - ¿Eres gay? - Le pregunto con curiosidad. - ¡¿Qué?! ¿De qué carajos estás hablando? ¿Sabes? Esta idea fue pésima, comer contigo es el mayor error del mundo. - Dice molesto y se para, pero yo tomo su brazo y lo miro sonriente. - Sólo es curiosidad, no creo que sea algo malo ser gay. - Digo con una sonrisa para calmar su alma gay herida. - No soy gay. - Responde molesto y soltándose de mi agarre. - Pues... No tiene importancia, yo soy de la idea de que esas cosas no se deben negar. - Intento aligerar el ambiente, pero él baja hasta la altura de mis ojos y me observa con frialdad en su mirada. - No soy gay y puedo probarlo. Solo no me da la gana. - Dice apretando sus dientes y mencionando cada palabra lentamente. - ¿Qué? ¿Realmente crees que quiero probar si eres gay o no? - Digo con ironía y altanería en mi voz. Común en mi. - No lo sé... No te conozco. - Dice soltándose de mi mano y sentándose nuevamente frente a mí. - Si, la verdad es que yo tampoco te conozco, ni siquiera sé tu nombre. - Y no necesitas saberlo, yo tampoco quiero saber el tuyo. - ¡Uy, por Dios! ¡Eres irritante! - Le digo molesta y él sonríe, por primera vez sonríe sin arrogancia o ironía, sólo... Sonríe. Y es una bonita sonrisa. - ¿Sabes? Quizá venir aquí en este momento no fue algo tan errado. - Comenta en voz baja. - ¿Ah, sí? - Digo mirando el plato que la chica coloca delante de mí. Mmm... Langosta a la plancha. - Si, es un destino bastante agradable - Levanta la vista y me mira con un dejo de molestia - Salvo por algunas personas. Claro. - Oh, de verdad que eres un ser muy desagradable. Créeme que intenté darte una oportunidad, pero ni con mil vidas podrías cambiar ese maldito carácter. - Hablo como si estuviera hablando con Ronnie, y es al primera vez que me sucede con otra persona. Luego, levanto la mirada y lo observo algo distraída. - ¿Qué sucede? ¿Te arrepentiste de ser tan idiota y quieres comenzar de cero? - Le pregunto mofándome de él. - La verdad es... Que quizá tengas razón. - Dice bebiendo su jugo y haciendo cara de asco. - ¿En qué sentido puedo tener razón? - Pregunto realmente interesada. - No creas que me importa lo que los demás piensan o crean de mí. Es solo que me he comportado como idiota antes y ya no quiero hacer eso. - Algo en su mirada me tienta a tocar su mano. - Entonces, simplemente ya no lo hagas. Su mirada no es fría cuando me observa, lo que es bastante extraño viniendo de él. - ¿Cómo se supone que se deja de ser lo que eres? - Sus palabras son algo melancólicas, pero ese destello solo dura unos segundos. Luego su mirada fría vuelve a su lugar. - Ten cuidado. - Me dice muy serio. - ¿Por qué? ¿A qué te refieres? - Le pregunto algo interesada. - El tipo que estaba afuera, acaba de entrar. Te sugiero algo, y no me importa si lo tomas o lo dejas, pero si yo fuera tú, me quitaría el collar y el anillo. - ¿Y dónde se supone que los deje? ¿En mi bolso? - Exactamente. - Dice él aún serio mirando hacia el hombre. - ¿Y cómo sé que tú no eres cómplice del ladrón? - Digo achicando mis ojos. - Te dije que me importa una mierda lo que hagas. Allá ve tú. - Su seriedad, sus palabras y hasta su ropa me hacen creer que acabo de cometer un error. - Lo siento, es que yo... - No me interesa lo que quieras decir, estoy aquí sólo porque no quiero que le hagan algo malo a una mujer. No si puedo evitarlo. - ¿Qué fue lo que hiciste? - Le pregunto con curiosidad, pero también con comprensión, este chico le hizo algo malo a una mujer, ahora está arrepentido, es por eso que busca ayudar a las mujeres en peligro... Digamos que en el fondo, muy en el fondo, no es tan malo. - No tengo porqué compartir mi vida privada contigo. Sólo has lo que quieras, yo me quedaré aquí hasta que ese tipo se vaya. - Su mirada me lo dice todo. - ¿Quién era ella? - Vuelvo a insistir mientras acabo de comer y la chica vuelve con un bourbon en la mano. - Señor, abrió el bar ¿Aún desea el bourbon? - Pregunta ella con evidente coquetería, y es que hay que decirlo. Este tipo es guapo. Sus ojos verdes, su altura considerable y su cuerpo completamente definido, sin dejar duda a que está muy bien formado debajo de esa ropa, te dice todo lo que necesitas saber de él. Es sexy. Condenadamente sexy. - Por favor. - Dice tomando el vaso y yo intento volver a la realidad. - ¿Me puede traer un Amaretto, por favor? - O sea, si abrió el bar, también yo quiero beber... De hecho, a eso vine a este lugar. - Se ve muy feo que una mujer beba. - Me dice con cinismo. - Se ve muy feo que un hombre sea cínico. - Digo en tono irónico y él se mofa. - Bien, entonces hagamos un salud por los nuevos comienzos. - Sus palabras están cargadas de esa necesidad perenne de volver a empezar, y como yo tengo las mismas ganas, comienzo a beber sin fijarme en cuántas margaritas pedí después de ese amaretto. Así pasaron las horas y yo sin saber cómo fue que llegué a mi habitación... ¿O no es mi habitación? ¡¡Carajo!! ¿Dónde estoy?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD