Stella
Hacía una semana que no sabía nada de Lars.
Ni un llamado, ni un mensaje. Ni siquiera una reacción al último que le envié hace dos días.
Entendía la situación, claro que sí. Había perdido a su padre, y yo… yo sabía lo que eso significaba. Conocía el silencio que deja la ausencia, la forma en que el mundo se detiene mientras todos los demás siguen respirando como si nada. Por eso quería estar ahí para él. No con palabras vacías ni gestos exagerados, solo… estar. Sostenerlo, si me dejaba. O al menos caminar a su lado en la sombra de ese duelo.
Pero no.
Una vez más, sus muros se levantaron como fortalezas.
Altos, sólidos, impenetrables.
Y yo… me quedé afuera, como siempre. Golpeando con las manos abiertas, con el corazón en carne viva, sabiendo que no iba a abrirme. No esta vez
