Regresamos a casa con Eros, quien llevaba una mochila con algo de su ropa, tal como le había dicho Trixie. Mientras entramos a la casa, yo estaba usando una camisa de Eros, que me quedaba algo grande, pero me sentía cómoda y, al mismo tiempo, como si estuviera llevando una pequeña parte de él conmigo. Al llegar al salón, lo primero que veo es a Trixie sentada en el sofá, esperándonos con una sonrisa radiante. — ¡Mami, papi! — grita ella, levantándose rápidamente del sofá al vernos entrar. Me agacho a su altura con una sonrisa en el rostro, mis brazos abriéndose hacia ella. — Buenos días, bebé — le digo, abrazándola con ternura. Siento el calor de su pequeño cuerpo entre mis brazos y me siento llena de amor. — Buenos días, mami. Buenos días, papi — responde Trixie con una energía contagi

