El sol brilla en lo alto del cielo, filtrando su luz a través de los árboles del zoológico. La brisa cálida acaricia nuestros rostros mientras recorremos los senderos empedrados entre los diferentes hábitats. Trixie corre de un lado a otro, sus pequeños pies apenas tocando el suelo con cada salto de emoción. Se detiene frente a la zona de los koalas, apoyando sus manitas en la baranda mientras observa con fascinación cómo una madre koala abraza a su cría sobre una gruesa rama de eucalipto. —¡Mami, mira! —exclama con asombro—. ¡Se abrazan igual que nosotros! Maritza sonríe y se inclina un poco para mirar a su hija. —Sí, amor, así como tú y yo —responde con ternura, acariciándole el cabello. Yo, que camino a su lado, no puedo evitar admirar la escena. La manera en que Maritza la observa,

