Terminé mi desayuno, aunque dejé el huevo intacto. Su olor me daba náuseas, como si pudiera sentir cada molécula desagradable atravesando mi nariz. A pesar de que el tocino no era uno de mis alimentos favoritos, lo comí saboreándolo con cierto gusto, como si en ese momento el sabor fuera lo único que pudiera reconfortarme. Extrañamente, me sorprendí a mí misma disfrutando de algo tan simple. —¡Lista!— exclamó Trixie al llegar, su sonrisa iluminando la habitación. Le sonreí con esfuerzo, intentando que mi rostro reflejara al menos una pizca de energía. —Bueno, vamos— respondí, levantándome lentamente. Sentí el peso de la fatiga en cada uno de mis músculos, pero había algo dentro de mí que me impulsaba a seguir adelante, aunque fuera solo por ella. Tomé la mano de Trixie, y a medida que c

