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Estrella Gemí cuando el sonido agudo de mi despertador me sacó de mi sueño.
Siseando ante la luz del sol que entraba por mi ventana, me levanté de la cama y me dirigí al baño.
Justo cuando me acercaba a la puerta, esta se abrió y apareció mi hermana pequeña, Penélope, vestida con una toalla.
"¡Uf! ¡Por fin! Creí que nunca despertarías y que tendría que coger el tren o el autobús para ir a la escuela". Casi lloró.
Puse los ojos en blanco al ver al dramático joven de 16 años.
¡Absurdo! ¡La idea de que Su Alteza Real vaya a la escuela en transporte público como una plebeya!
Ella me lanzó una mirada juguetona antes de caminar hacia su dormitorio.
En su primer día de colegio me ofrecí a llevarla para aliviar un poco sus nervios y desde entonces me consideró su chofer personal.
Me duché, me cepillé los dientes rápidamente antes de regresar a mi habitación para elegir un atuendo para el día.
Después de llevar a Penny a la escuela, iba directo al restaurante donde trabajaba.
El clima no estaba mal, así que me decidí por una falda lápiz negra y una camisa blanca abotonada.
Suspiré al verme reflejada en el espejo de mi armario. Me cepillé el pelo largo y castaño, pero decidí no alisarlo; volvería a rizarse en cuestión de minutos.
Yo era bastante normal, en mi opinión. No odiaba mi cuerpo, pero definitivamente sufrí mucho por ello en la preparatoria.
Mira, me desarrollé mucho más rápido que las chicas de mi clase.
A los 18 años ya tenía copa DD. Siempre fui un poco más grande y siempre me llamaban "La Estrella Gorda", ¿sabes?, porque mi nombre es "estrella" en español y "Gordon" suena parecido a "Gordo".
Me consolaba un poco el hecho de que Estrella es femenina y Gordo masculino, así que en realidad no funcionó.
¡Ja! ¡Toma eso, Zoë Anderson!
Pero por supuesto eso nunca los detuvo.
Después de la preparatoria, me esforcé mucho por mantenerme en forma. Ir al gimnasio también era una buena manera de distraerme de mi desastrosa vida familiar.
Fruncí el ceño ante los recuerdos y los empujé al fondo de mi mente.
Agarré mi bolso y mis llaves, me dirigí a la cocina y llamé a Penny.
Nuestro apartamento no era enorme así que estaba segura de que me oiría.
Ella entró corriendo a la habitación segundos después, vestida con una minifalda negra y una blusa blanca.
"Oh, mira, somos iguales", sonreí.
Me observó con atención antes de fruncir el ceño. «Me copiaste», dijo con un puchero. Solté una risita antes de agarrar dos manzanas y dos barritas de cereal para las dos.
Odiaba que nos emparejaran, aunque no lo hiciera a propósito. Algo sobre que la originalidad era la clave o alguna tontería por el estilo.
Salimos del edificio de apartamentos y llegamos al estacionamiento, donde estaba estacionado mi bebé Johnny.
Me sentía orgulloso de mi Mini Cooper rojo porque era mi posesión más preciada.
Arranqué el motor, escuchando a mi hermana hablar sin parar de una fiesta a la que irían todos sus amigos y de cómo se moriría si no iba. Puse los ojos en blanco.
Adolescentes.