La proximidad era peligrosa. Desde que lo había conocido, su cercanía me inquietaba más de lo que debería. Habíamos hablado un rato, y su aroma, tan nuevo y embriagador, me estaba volviendo loca, literalmente. Él era nuevo en la ciudad, eso explicaba por qué nunca lo había visto ni olido antes. Cada parte de mi cuerpo me decía que debía alejarme, pero el instinto, ese monstruo interno, tenía otras ideas. Al llegar a casa, me lancé en la cama, exhausta, con la mente revuelta y el cuerpo tenso. El sueño me venció antes de que pudiera analizar demasiado lo que sentía. La noche pasó en un borrón, sin sueños, solo silencio. A la mañana siguiente, me levanté y seguí la misma rutina de siempre. Me duché, me cepillé los dientes y me vestí. Elegí mis jeans de cuero n***o, una musculosa de colores

