El amanecer llegó de manera lenta y pálida, tiñendo el cielo con tonos grises y anaranjados que parecían prometer una tormenta lejana. Las primeras luces bañaban las calles de Londres mientras Logan, Donovan y yo subíamos al coche. El rugido del motor rompió el silencio matutino, y el aire aún tenía el frío cortante del otoño. Miré por la ventana mientras nos alejábamos, viendo cómo las sombras de los edificios parecían alargarse detrás de nosotros, como si nos siguieran en un intento desesperado por mantenernos atrapados en la ciudad. El miedo y la incertidumbre habían crecido en mí desde las últimas cartas. Katerina estaba cerca, demasiado cerca. —¿Seguro que tenemos todo? —pregunté, girando la cabeza hacia Logan, quien estaba en el asiento del conductor, con su atención fija en la carr

