—¿Estás bien, mi amor? ¿Qué está pasando? —me preguntó preocupado.
Asentí, intentando contener las lágrimas. Verlo me había roto por completo.
—¿Podemos ir a una cafetería? Hay mucho de lo que debemos hablar.
—Claro que sí, ni pienses que te voy a dejar ir —me apretó contra él.
Fuimos en su auto a una cafetería un poco lejana. Había sido mi petición para que pudiésemos conversar tranquilos. En el lugar, llamé a mi asistente, Abigail.
—Abigail, por favor, cancela todo lo que tenga previsto para esta mañana y pásalo todo para el día siguiente. Si alguien pregunta por mí, les dices que estoy resolviendo unos temas personales —después de cortar, apagué el teléfono y Christopher me miró extrañado —. Es mi asistente —dije restándole importancia.
—Siento que me he perdido años de ti. No estuve en tu graduación, cuánto lo lamento. Y ahora eres toda una mujer de negocios —me sonrió con orgullo.
Y yo me sentí tan mal. Si él supiera cómo había conseguido todo. Pero no estaba lista para decirle que estaba casada. Definitivamente, no estaba lista para romperle el corazón. Así que, mantuve mi mano izquierda bajo la mesa todo el tiempo, porque no quería que viera mis anillos.
Junto a Christopher, yo me había hecho los planes del matrimonio feliz. La casa, los hijos con su mismo color de ojos; la familia feliz que desayunaba alegre los domingos. Con él lo había planeado todo. Se lo hice saber muchas veces y él compartía mis anhelos. Ahora ¿cómo le iba a decir que me había casado con alguien más? De tan solo pensarlo quería llorar.
—¿Cómo está tu madre?
—Ella está bien, mi amor. Apenas se recuperó volví por ti, pero no te encontré por ningún lado. Estuve a punto de volverme loco.
—Perdón, me cambié de casa —aparté la mirada de él.
—¿Y tú número? ¿Qué pasó con él? Porque he intentado localizarte y no me sale disponible.
—También cambié de numero —respondí encogiéndome de hombros.
—¿Qué más me espera? ¿Te tatuaste?
Yo negué sonriente. Estuvimos hablando por horas. Cada segundo confirmaba lo locamente enamorada que estaba de él. No creía que se pudiera amar más, con mayor intensidad. Sinceramente, no lo creía.
Almorzamos juntos y después me despedí de él para ir a mi trabajo. Insistió en llevarme, pero yo me negué. Intercambiamos de número y, cuando me despedí de él, me besó. Había extrañado tanto sus besos que me fue imposible no corresponderle.
Pero me sentí una infiel, porque yo estaba casada. Había roto mis votos. Había hecho unos votos ante dios y los acababa de romper.
Una vez en mi oficina, Ramsés entró hecho una furia. Abigail me miró aterrada y yo asentí con la cabeza, como diciéndole que todo estaba bien.
—No te preocupes —en respuesta, ella asintió y cerró la puerta.
—¡¿Dónde carajos estabas, Bree?! ¡Llevo horas llamándote!
—Estaba viendo unos temas personales —dije sin mirarlo.
—¡Me vas a explicar ahora mismo por qué apagaste el teléfono! —subió el tono de voz.
—¿Puedes calmarte? No estoy de humor para tus reclamos.
—¡No me voy a calmar! —me gritó.
—¡Me haces el favor y bajas la voz ahora mismo! —lo reté con la mirada.
—¡No, Bree! Hoy no tienes el derecho a estar enojada por nada. Te despareces por horas, justo después de una consulta médica. ¿Crees que esto es justo para mí? Estaba tan preocupado.
—Tengo derecho a tener privacidad ¿o no? —me crucé de brazos.
—Lo tienes, pero lo que no tienes derecho, es a no avisar dónde estás. Caden te buscó por todo el hospital y sus alrededores —mentalmente agradecí haberle pedido a Christopher que fuéramos a una cafetería lejana. No quería que Caden me viera con otro hombre. Hubiese sido un poco extraño.
—¿En serio hiciste que Caden me buscará? ¡Pero qué es esto, dios mío! ¿No puedo, simplemente, dar un paso sin que tú lo sepas? ¿Qué más quieres de mí? Me casé contigo, porque así lo quisiste; estoy trabajando en tu empresa, porque así lo quisiste. Vivo contigo, porque así lo quisiste. ¿Y yo qué? ¿No tengo derecho a querer algo? —le dije frustrada. Él bajó un poco la guardia y me miró nervioso.
—Mandé a Caden para que te buscara, porque estaba preocupado. Al no encontrarte tuve que llamar al doctor y preguntarle si algo malo había pasado. Tuve que pedir tus resultados —lo miré sin poder creerlo.
—¿Estuviste hurgando en mi historia clínica? ¡Pero qué demonios te pasa! No tienes derecho —él se dio la vuelta y abrió la puerta.
—Sí, Bree. Sí tengo derecho, te recuerdo que soy tu esposo —después salió y tiró la puerta muy fuerte.
Yo estaba tan furiosa que podía asesinarlo con mis propias manos. Estaba segura de que el “te recuerdo que soy tu esposo” lo había dicho en la puerta para que Abigail lo escuchara. Minutos después, cuando logré calmarme, llamé a Abigail.
—Perdón por mentirte, Abigail. Ramsés Knigth es mi esposo —suspiré —. No te lo dije ni se lo he dicho a nadie, porque no quería que creyeran que me había ganado este puesto gracias a mi matrimonio con él —ella asintió.
—No se preocupe, señora Knigth. La entiendo perfectamente y le puedo asegurar que nadie pensará eso. Es la mejor en su trabajo —la miré sonriente.
—Gracias, Abigail y, por favor, ya llámame Bree.
—Ahora que sé que es esposa del señor Knigth menos puedo hacerlo —dijo un poco nerviosa.
—Eso no tiene nada que ver, Abigail. Nuestro trato seguirá siendo el mismo. Te pediré, por favor, que guardes mi pequeño secreto —ella asintió.
—No se preocupe, señora Knigth. Su secreto está a salvo conmigo. Le agradecería a usted que no le dijera nada de lo que escuchó el otro día en la cafetería.
—No te preocupes —dije sonriente —. Estoy de acuerdo con ustedes en todo lo que dijeron —ella suspiró aliviada.
Gracias a dios no vi a Ramsés en toda la tarde, porque de ser así, lo hubiese asesinado delante de todos. Estaba enojada con él y, a la vez, estaba tan triste por mi encuentro con Christopher. Esa tarde no tuve cabeza para el trabajo. A la hora de salir no me quise ir con Ramsés y él tampoco me buscó ni me esperó. Agradecí por ello. Caden me esperaba en la salida, pero yo no quise que me llevara. Me fui a un parque cercano y me senté en un banco sola, para poder pensar. Necesitaba un poco de aire.
¿Qué demonios iba a hacer? ¿Cómo le iba a decir a Christopher que me había casado? Rompí en llanto de tan solo imaginar que él no estaría más en mi vida. Estuve alrededor de una hora ahí. Después tomé un taxi y me fui a casa.
La casa estaba oscura. Escuché las patitas de Caronte corriendo hacia mí y lo alumbré con mi teléfono. Lo acaricié un rato y me dispuse a subir la escalera, cuando una voz casi me mató del susto.
—¿Podemos hablar? —preguntó Ramsés.
—Ahora no estoy de ánimos ni de humor. Así que, no —le respondí siguiendo mi paso.
—Por favor, Bree. No nos podemos ir a dormir enojados.
No le presté atención y seguí caminando. Me encerré en mi habitación y me dispuse a darme una ducha, tal vez, un baño caliente calmaría mis penas. Escuché unos toquecitos en la puerta de mi habitación.
—¡Vete! —grité enojada.
—Es Caronte, que está llorando, porque estás enojada, Bree —eso me hizo reír. ¿Caronte llorando? ¿En serio no se le ocurría otra cosa? Escuché las patas de Caronte arañar la puerta de mi habitación, así que, me puse una toalla y abrí la puerta.
—Bree, hablemos —dijo apenas abrí. Suspiré.
—Déjame duchar en paz y después vemos si hablamos —él asintió.
—Adelante bebé —dije llamando a Caronte. Él entró y le cerré la puerta en la cara a Ramsés.
—¿Y por qué yo no puedo entrar y el sí?
—¡Si ahora mismo no me dejas en paz, no vamos a hablar nada! —le grité y segundos después, escuche sus pasos alejarse.
Caronte se subió a mi cama e inmediatamente se durmió. Yo me metí en el baño por mi ducha caliente y cuarenta minutos después, salí de buen humor. Cuando bajé, Ramsés me esperaba el salón.
—¿De qué querías hablar?
—Quería pedirte perdón por haberte gritado hoy. No debí hacerlo, pero estaba enojado, preocupado, no lo sé, Bree.
—Ya pasó —dije restándole importancia. En realidad, no quería entrar en detalles —. Si eso fue todo quisiera comer algo y dormir, estoy un poco cansada.
—Sigues enojada —dijo suspirando. Yo asentí, porque no le iba a mentir.
—No me gustó para nada tu actitud de hoy. No tienes por qué saber cada paso que doy, no me gusta. Además, rompiste tu promesa.
—Te doy toda la razón, Bree, pero es que me preocupé, pensé que algo había salido mal y que tú estabas asustada por ahí. ¿Y a qué te refieres con que rompí mi promesa?
Su respuesta me tomó por sorpresa. Me pareció muy extraño que dijera eso. ¿De dónde sacaba eso de que algo había salido mal y yo estaba asustada por ahí? Pero le resté importancia.
—Me refiero a lo que hiciste para que mi asistente se enterara de que estamos casados —fruncí mi ceño. Él miró hacia otro lado, avergonzado.
—Perdón por eso, Bree, estaba enojado. Puedo hablar con Abigail y decirle que no es cierto —dijo encogiéndose de hombros. Suspiré enojada.
—Ya hablé con ella y le dije la verdad. Así que, mentir no es necesario —él me miró esperanzado.
—¿Le dijiste que estamos casados?
—Sí, no me quedó de otra.
—Entonces ¿podemos dejar de ocultarnos? —preguntó con media sonrisa.
—No te hagas ilusiones, Hades. Abigail no le contará a nadie —lo vi fruncir el ceño.
—Que no me llames así, Bree.
—Ahora mismo estoy enojada y te voy a llamar como a mí me dé la gana. ¡¿Estamos claros?! —levanté un poco la voz. Él asintió sin mirarme.
—¿Al menos puedes comer conmigo?
—Hoy, sinceramente, no te mereces nada. Me voy a dormir.
—Vamos, Bree —dijo tomando mi mano —. No me dejes solo hoy, por favor —pero ¿qué demonios le pasaba a Ramsés? A veces actuaba tan extraño que no entendía nada.
—Bueno ¿qué vamos a comer? —pregunté volteando los ojos.
—¿Te apetecen unos sándwiches de crema de maní y mermelada?
—¿Estás intentando matarme otra vez? —dije para molestarlo. Él frunció el ceño inmediatamente
—No digas esa palabra tan fea, Bree.
Creía que se había puesto así por el tema de sus padres. Sentí un poco de pena por él. Quizás hoy estaba lidiando con sus recuerdos y yo había sido un problema enorme. Así que, me decidí por llevar las cosas con calma. Él preparó los sándwiches y comimos en silencio.
—¿Me acompañas a tomar un copa? —preguntó apenas terminamos de comer y yo asentí, porque realmente lo estaba necesitando. Apenas puso su vaso en mis labios me bebí todo el contenido. Me miró extrañado.
—¿Me vas a contar lo que te pasó hoy? —negué con la cabeza y le pedí otro trago.