—¿Por qué estuviste llorando? —lo miré sorprendida.
—¿Cómo sabes eso?
—Responde a mi pregunta, Bree —dijo sin expresión alguna.
—Yo quiero saber cómo sabes eso —fruncí el ceño y él me miró sonriente.
—¿Ahora quién es la que frunce el ceño todo el tiempo? Te van a salir arrugas muy pronto. Y respondiendo a tu pregunta, hice que Caden te siguiera.
—¡¿Qué hiciste qué?! —pregunté levantando la voz.
—Quería saber qué te pasaba y le ordené que te siguiera —respondió como si fuera algo normal mandar a seguir a alguien.
—¡j***r, Ramsés! ¿Qué te está pasando? ¿Por qué tienes que mandarme a seguir?
—¿Por qué tengo que repetirte las cosas todo el tiempo, Bree? Ya te lo dije, estaba preocupado y quería saber qué te pasaba.
—No te creo nada de lo que dices, algo ocultas y me estás volviendo loca —dije retándolo con la mirada. Me miró fijamente.
—No oculto nada, Bree.
—Pues a mí me parece que sí. Creo que las cosas van a funcionar mejor si me cuentas la verdad.
—No hay otra verdad que la que te he dicho. Si no quieres creerlo allá tú —suspiré frustrada.
—Como quieras, que conste que te di la oportunidad. Cuando me quieras contar, va a ser muy tarde y me voy a enojar mucho. Ahora sí, me voy a la cama —me levanté del sillón, pero él tomó mi mano.
—Quédate otro rato conmigo, por favor —asentí.
—¿Podrías, por favor, respetar mi privacidad y no mandarme a seguir más? —le pregunté después de un rato.
—Si me lo pides así haría cualquier cosa. Te pido perdón por haberlo hecho.
—Perdonado, siempre y cuando no vuelva a suceder.
—Te prometo que no. Ven aquí —dijo atrayéndome hacia él y abrazándome.
Ahí estuve, en sus brazos, por varios minutos, sintiéndome una basura infiel. Estaba casada con él y me había besado con otro. “Cada día lo haces peor, Bree”, me regañé mentalmente.
En la primera oportunidad para escaparme de él, lo hice. Me sentía tan mal. Le había mentido a él, le había mentido a Christopher. Esa noche dormí poco. Mi consciencia no me dejaba tranquila. Así que, a la mañana siguiente, cuando me levanté, le envié un w******p a Christopher.
—“Yo: Hola, buenos días. ¿Podemos almorzar juntos el día de hoy?” —segundos después recibí su respuesta.
—“Christopher: Hola, mi amor, claro que sí, estaba por invitarte. Quiero verte otra vez.”
Y ese mensaje había hecho que todo mi valor se esfumara. No sabía por qué a veces resultaba ser tan cobarde.
Estuve distraída en el viaje a la oficina y lo estuve toda la mañana. Cuando se acercaba la hora del almuerzo, estaba que no podía de los nervios. Ramsés fue a verme para que comiera con él. Pero yo me negué, alegando que tenía otros planes con Carol.
—¿Puedo ir con ustedes? No quiero comer solo —dijo haciendo un puchero. Y yo sabía que iba a insistir en ir, así que, tenía que incomodarlo.
—¿Puedo preguntarte si te acostaste con Carol? —me miró extrañado.
—No está en la lista y si no está en ella, entonces no.
—Pero ¿pasó algo entre ustedes?
—No, Bree. Jamás.
—Pues a mí me parece que ella está un poco enamorada de ti y eso será realmente incómodo para mí, así que, preferiría que no fueras. No la quiero mirándote todo el tiempo —él sonrió.
—¿Estás celosa, Bree Knigth?
—Sí, estoy celosa —dije mintiendo.
—¿Y lo estás aceptando? No puedo creerlo, aquí está pasando algo extraño —dijo con el ceño fruncido. Yo sonreí nerviosa.
—Te dije que, cuando de verdad lo estuviera te lo iba a hacer saber. Y aquí estoy, cumpliendo mi promesa —me miró no muy convencido, pero pensé, que había elegido creerme.
Para asegurarme de que Caden no me siguiera, lo mandé a casa por un sobre con documentos. Justo, cuando estaba por salir, me encontré con Ramsés. Aunque, más que un encuentro, diría que fue una emboscada. Elegí fingir que no lo había visto y tomé un taxi rápidamente. Christopher insistió en que el almuerzo fuera en su casa. Intenté evitar estar sola con él, porque sabía que no me iba a poder controlar, pero él insistió tanto, que terminé cediendo. Apenas llegué, me recibió con un abrazo. Intentó besarme, pero yo lo detuve. Estaba locamente enamorada de él, pero era una mujer casada.
—Hay algo que debo decirte —dije entrando a su apartamento. Él me miró confundido.
—¿Pasa algo?
—Pasa de todo, Christopher —le respondí sin poder mirarlo.
—Por dónde empiezo —le dije caminando de un lado a otro.
—Me estás poniendo nervioso, mi amor. Por favor, siéntate.
—Me casé —solté de una vez. Él me miró con una cara más que confundido.
—¿De qué estás hablando, Bree? Explícate mejor.
—Que estoy casada con alguien más —le dije al borde del llanto. Él se levantó del sillón y empezó a caminar de un lado a otro, tal como yo lo había hecho hace un par de segundos.
—Pero ¿qué me estás diciendo? ¿Cómo que te casaste? ¿Te volviste loca?
—Me casé, tuve que hacerlo —dije frustrada.
—¿Tuviste que hacerlo? ¿Estás embarazada?
—No estoy embarazada ¡¿Por qué todo el mundo piensa eso?!
—¿Y nosotros Bree? ¿Y nuestros planes? —preguntó mirándome, fijamente, con los ojos llorosos. En ese instante a mí se me rompió el corazón. Rompí en llanto sin saber qué decirle, porque en mi cabeza no cabía una vida sin él. En mi cabeza aún estaban nuestros planes. Él se acercó y me abrazó.
—Es que te quiero tanto, que ni siquiera puedo odiarte, mi dulce Bree —escondí mi cara en su pecho y seguí llorando, porque me dolía toda esta situación. ¡Me dolía el alma! No supe por cuánto tiempo estuvimos abrazos llorando los dos, completamente rotos.
—Quiero saber ¿qué pasó? —dijo mirándome fijamente. No sabía si contarle todo. Estuve unos segundos debatiéndome si le contaba o no, hasta que me decidí por no hacerlo.
—Me tuve que casar, no hay más que contar. Sé que sonará tonto decírtelo, pero quiero que sepas, que mi corazón es tuyo. Que te amo ahora y siempre.
—¡j***r, Bree! No sé qué decirte. ¡Qué desastre! —dijo apartándose de mí y tocándose el cabello con frustración.
—Esta va a ser la última vez que nos veamos. Es lo mejor.
—¡No, mi amor! ¡No hagas esto, por favor! ¡No me apartes! ¡Yo no puedo dejar de verte! —suplicó abrazándome. Mis lágrimas empezaron a salir otra vez. ¿Cómo demonios iba a hacer eso? Si yo era quien quería verlo todos los días de mi vida. Cuando me despedí de él, me besó.
—Este es nuestro último beso, mi amor —dijo con lágrimas en sus ojos.
Salí de su casa con el corazón hecho pedazos. Esa tarde estuve demasiado triste. Cada tanto, se me salían las lágrimas. No las podía contener. Le dije a Ramsés que, tenía que terminar unas cosas en la oficina y que me iría más tarde. La verdad, era que no estaba lista para volver a su casa.
Volví a casa pasadas las doce. Caden fue por mí a la oficina. Cuando llegué, me quité los tacones en la entrada y los llevé en mi mano. Para mi mala fortuna, él me esperaba para cenar. No me había dado cuenta de que no había comido absolutamente nada en todo el día. Así que, accedí.
—Estás muy callada ¿Pasó algo? —me preguntó, mientras cenábamos.
—Estoy comiendo, ya sabes, me gusta hacerlo en silencio —respondí encogiéndome de hombros. Él suspiró frustrado.
—No me refiero a eso, estuviste toda la mañana muy extraña y ahora estás triste, se te nota demasiado.
—Estoy bien, solo estoy cansada.
—Puedes tomarte el día de mañana, si quieres —yo negué, trabajar me iba a ocupar la cabeza y evitaría que yo pensara en Christopher.
—¿Cómo te fue en tu almuerzo?
—Bien —respondí sin más.
—Bree, estoy intentando hablar contigo —me miró fijamente.
—Y yo estoy comiendo, ya sabes que no me gusta hablar mientras como.
—No es que te guste o no. Lo haces, porque es algo que te impusieron y ahora lo aplicas, porque te acostumbraste. Pero aquí puedes ser libre, Bree —que irónico sonaba ese comentario de "aquí puedes ser libre". Definitivamente me dieron ganas de golpearlo.
—Hasta mañana —me levanté de la mesa y lo dejé solo. El único culpable de todo lo que me estaba pasando era él y solo él.