Capítulo 11| Inicio de un entrenamiento

2106 Words
Regla uno: nunca le tengas miedo a un dragón; ellos son criaturas magníficas. No soy un enemigo para nadie, solo para los cobardes y avariciosos. ​Dormía plácidamente cuando la puerta se abrió de golpe, rompiendo el silencio. Observé la hora en el reloj de pared, del lado derecho de la cama, y eran las seis de la mañana. Vi a mi tío con una sonrisa feliz y pestañeé varias veces. Hoy era lunes y, por suerte, las clases se cancelaron, debido a que el cuadrante Fénix debía ir a una misión al reino de los enanos. Eso significa que mi hermano y Matthew no estarían en la academia. ​—Un ratito más, es muy temprano —susurré, y luego bostecé para taparme con las sábanas. ​—No, Loreine, levántate, iremos a las ruinas —dijo él, sacándome las sábanas y dejando una caja en mi cama justo a mi lado. ​—¿Qué es esto? —dije, sentándome en la cama para agarrar la caja y abrirla con cuidado, observando con atención todo el contenido. ​—Cámbiate, te espero en los establos —dijo en voz baja para luego retirarse, cerrando la puerta. Pestañeé y solo vi todo el equipo de los jinetes de dragones. Pasé la mano por la tela del traje, suave pero resistente, como si estuviera hecho de un cuero fino y tratado con el cuidado de los artesanos más expertos. La calidad salta a la vista y al tacto, prometiendo protección y libertad en cada movimiento. ​—Se nota que es diferente calidad al traje que tengo —dije, mientras sentía un pelaje suave por mi espalda —¡Azrael! Eres un vago, deja de dormir y empieza a cuidarme más. ​Resoplé y me levanté, mirando todos los libros esparcidos por el suelo. El cansancio pesaba en mis hombros; incliné la cabeza hacia atrás un instante, dejando que el aire llenara mis pulmones. Luego me agaché lentamente para recoger uno de los volúmenes, sintiendo cada músculo protestar. Sin perder tiempo, me vestí con rapidez, lista para partir. ​El traje de jinete para los entrenamientos es de cuero grueso y especialmente tratado para resistir el calor y el roce con las escamas del dragón. Me gusta cómo el traje resalta cada curva de mi cuerpo; no soy delgada, pero se adapta a mí con firmeza y elegancia, en un n***o profundo que me hace sentir lista para cualquier desafío. Guardé el resto del equipo en una mochila y desperté a Azrael para que me acompañara. Dejé atrás la habitación con Azrael a mi lado, mi pantera fiel y dormilón. Sus pasos suaves contrastan con mi determinación mientras avanzamos hacia los establos. Allí estaba mi tío, firme junto a su dragón de escamas azules, cuya mirada feroz parecía atravesar el alma. El aire se cargaba de tensión y respeto; sé que ese encuentro marcaría el siguiente paso en mi camino. ​—¿Vas a llevar a ese animal? —preguntó mi tío. ​—No es un animal, es mi mascota o, mejor dicho, es mi bebé. Mi tío se rió y se acercó a su dragón susurrándole algo. Azrael se puso delante de mí en posición de guardia. Desde luego, me quedé ahí observando al dragón con mínima atención. No sentía miedo, solo una sensación en el pecho que significaba valentía. En un momento, vi una cesta enorme y me imaginé lo que se venía. ​—Tú y tu mascota van a subir aquí, en la cesta —dijo mi tío, con esa actitud alegre. ​—¿Esa cosa es segura? —pregunté, acercándome con pasos firmes. ​—Sí —respondió con tono frío pero seguro. Azrael fue el primero en entrar en la cesta, luego yo, dejando la mochila a un costado. De repente, sentí la mirada del dragón y un escalofrío me recorrió. Levanté la vista y lo enfrenté con la mirada fija en sus ojos rojos. ​—Tranquila, sobrina —dijo mi tío—. Él no hace daño… por ahora —susurró para luego subirse al lomo de su dragón. Las palabras "por ahora" me intrigaron, pero sentía que mi tío lo decía de broma o quizás no. Escuché la orden firme de mi tío para que su dragón comenzara a volar. Sentí cómo las garras poderosas del dragón se aferraban a las cuerdas gruesas y pesadas que sostenían la cesta. Me agarré con fuerza, y en un instante abracé a Azrael, acariciando su suave pelaje para calmar mis nervios. A medida que ganábamos altura, me asomé y pude ver la otra isla de Rivadril y las siete ciudades que la adornan. Por primera vez, contemplaba el reino de mi familia; a pesar de sus ruinas, era un paisaje totalmente hermoso que se grabó en mi memoria. ​—¡IMPRESIONANTE, VERDAD! —preguntó mi tío gritando. ​—¡SÍ, ES MARAVILLOSO! —grité y volví a observar todo, mientras mi cabello ondulado se movía con la fuerza del viento. Sentí la libertad invadiéndome; estaba feliz y nerviosa, olvidando por un momento todo lo malo. Llegamos a la ciudad de Aislurs, donde pude ver antiguas ruinas y dos dragones más. Era extraño verlos por aquí, ya que suelen habitar en la otra isla, en la ciudad llamada Dragons Celunials. La curiosidad me invadió mientras el dragón descendía suavemente, primero con la cesta y luego él mismo. ​Observé cómo mi tío bajaba y, de repente, los dos dragones que había visto emergieron a su lado. Era imposible imaginar tres dragones unidos a un solo jinete. Bajé de la cesta y sentí el aliento cálido de uno de los dragones muy cerca. Me giré lentamente y acerqué la mano para agradecerle por el maravilloso viaje. El dragón de mi tío respondió acercando su nariz a mi palma y se acomodó a mi lado con tranquilidad. ​—Es su manera de agradecerte —dijo mi tío, acercándose a donde yo estaba. ​—¿Cómo se llaman? —pregunté con curiosidad. ​—Él se llama Talon, la roja de allá es Celesta y el blanco es Reis —dijo, señalando a cada uno de ellos. Me quedé observando cada dragón, pero las preguntas llegaban a mi mente. Si es posible tener más de una unión, eso significaría que el jinete es un elegido o el más puro de las razas. ​—Estás muy pensativa. Déjame adivinar... ¿es por la cantidad de dragones que tengo, verdad? ​—Sí... ¡es que no puedo creer que tengas tres! Mi tío señaló un banco cercano para que nos sentáramos. Estaba lista para escuchar la historia de él y su unión con sus tres dragones; mi curiosidad era tan intensa que, por un momento, hasta daba miedo. Nos sentamos cómodamente. Podía escuchar los gruñidos suaves de dos dragones que jugaban tranquilamente bajo un cerezo, mientras el tercero seguía durmiendo plácidamente. Mi tío respiró profundo y apoyó las manos sobre sus rodillas antes de comenzar a hablar. ​—El día de mi unión estaba muriendo, Loreine. La persona que más amé me traicionó; cuando llegó mi turno, ella simplemente me apuñaló en el pecho. La daga casi atravesó mi corazón, caí por una grieta hasta llegar a un lugar oscuro. Ni siquiera mi magia logró curarme, pero ellos tres me eligieron y curaron mi herida—hizo una pausa, apretando sus puños con fuerza—. Cuando desperté, ellos me cuidaban y supe que no me eligieron solo por lo débil, sino por mi corazón puro y mi valentía. Observé el rostro de mi tío. Pude ver cómo su mirada estaba fija en sus dragones y, lentamente, una lágrima recorrió sus mejillas. Lo abracé tan fuerte que supe que esa traición aún le dolía. Su historia fue solo el comienzo de su vida, y entendí por qué me cuidaba tanto. ​—No merecías esa traición, tío, y es interesante que ellos tres no te hayan dejado solo; se nota lo mucho que te quieren. ​—Ellos son como mis hijos —se secó las lágrimas con sus manos—. Es lindo volver a casa a pesar de tantos años. ​Saqué un pañuelo de mis mangas, a pesar del traje tan ajustado, mientras me preguntaba dónde había estado todo este tiempo. ​—¿Y dónde estuviste todos estos años? Desde que mi madre falleció, nunca más te vi. ¿Dónde estuviste todos estos años? —pregunté, mirándolo con curiosidad, dándole un pañuelo, todavía abrazándolo. ​—Estuve en la frontera de los dos reinos, en las montañas. Es el único lugar más cercano a la isla Xamozalawr, he estado vigilando silenciosamente desde hace mucho tiempo. ​—¿Espera... eso significa que lograste entrar a la isla Xamozalawr? ​—Sí. El problema es infiltrarse, ya que tienen buena seguridad y te diré que no es nada agradable estar allí; a toda costa quieren destruir todo a su paso. ​Dejé de abrazar a mi tío y me quedé pensativa. Los rayos del sol iluminaban cada centímetro del lugar donde estábamos, llenando el ambiente de una cálida luz dorada. Mi tío se levantó y llamó a Reis, el dragón que, aunque parecía aterrador, era en realidad el más juguetón y mañoso de los tres. ​—Es hora del entrenamiento, sobrina. Vas a subir a Reis y deberás controlar sus niveles de adrenalina. ​—¿Qué? Pero... no puedo subirme, tú eres su jinete, no yo —mi mirada se llenó de confusión y duda, reflejando todo lo que estaba pensando. ​—Sé que soy su jinete, pero por hoy él dejará que lo montes. Y él sabe que tú tienes sangre Havabley. Mis nervios aumentaron; sentía un nudo en el estómago. Sería la primera vez que subiría a un dragón, y además tenía que intentar controlarlo. Este sería mi primer entrenamiento con uno, y lo peor es que no estaba preparada para eso. Sentí la mirada fija de Reis sobre mí, y mi cuerpo temblaba por el miedo a caer o a fallar. ​—Soy una ramita frágil —mi voz temblaba y mi tío solo se reía a carcajadas. ​—No voy a caer en esa, Loreine, ponte el resto del equipo y estira un poco. Resoplé angustiada y me dirigí hacia la cesta en busca de la mochila con el resto del equipo. Claramente, mi cuerpo temblaba y mi respiración era cortante, como siempre cuando estoy nerviosa. Agarré la mochila y la abrí; me quedé con la mirada perdida entre las cosas, deseando detener el tiempo para poder calmarme. «Tranquila, el miedo solo es una etapa para salir adelante». ​Sacudí la cabeza y me preparé, colocándome los guantes, las hombreras, las rodilleras y las coderas. Me ajusté las botas con firmeza y me hice un rodete para que el cabello no me molestara. Me fui acercando al lugar donde estaba mi tío, quien me entregó unos lentes que formaban parte del equipo. ​—¿Estás lista para tu primer entrenamiento? ​—No, pero haré lo posible para no morirme. ​—Dato importante... —respiró profundo—. El dragón siempre siente las emociones; si tienes miedo, él hará lo posible para detener cualquier emoción. Ahora ve y gánate la confianza de Reis. Tragué saliva y avancé hacia Reis con pasos firmes pero cautelosos. Pude observar cómo me gruñía y, al mismo tiempo, intentaba atacarme con su enorme cola, pero lograba esquivarlo. Al no ser su jinete, era obvio que desconfiaba de mí. ​Pestañeé y me di cuenta de que Reis no estaba frente a mí. Sentí su aliento recorrer mi espalda, lo que me hizo darme la vuelta y mirarlo fijamente a esos ojos amarillos como el oro. Sus escamas destellaban y su color tan blanco, era como ver una hermosa perla o como la nieve de invierno. Su cola larga y elegante, con una estructura apta para nadar. Sus escamas reflejaban tonos iridiscentes. La cola terminaba en una aleta grande y en forma de abanico; en algunos sectores tenía color arcoíris que se podían ver con claridad cuando el reflejo del sol pegaba en sus escamas. Parecía que Reis era un dragón de excelente capacidad para el nado y el vuelo de alta velocidad, un macho de unos cuarenta o cincuenta metros. Hay tantos dragones y diferentes tamaños, cada uno más grande que el otro y con diferentes habilidades terrestres como acuáticas, al igual que el vuelo veloz. Todavía podía sentir cómo Reis me analizaba de pie a cabeza.
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