Capítulo 5 | Academia Wikravil

2132 Words
El amor y la familia, algunas veces son complicados. Es como un acertijo en el que se intenta buscar la respuesta. ​La prestigiosa Academia Wikravil. ¡Ah, cuántas aventuras me contaba mi madre sobre este lugar! Y la historia de cómo conoció a mi padre, un relato que atesoro en mi memoria. Recuerdo especialmente las veces que Alec, al escuchar estas historias, su rostro se contraía en muecas de desagrado, y había ocasiones en que hasta gritaba, exigiendo que mamá dejara de hablar. ​A Alec, las historias de amor simplemente no le sientan bien; su mundo parece correr por carriles donde el romanticismo no tiene cabida, ¡cero romanticismo en esas neuronas! Es como si el amor fuera un idioma que sus neuronas simplemente no logran descifrar. Pobre la chica que se enamore de un corazón de hielo como el de él. Me preocupa, no por la chica afortunada, sino por él, ya que pareciera que su corazón estaba encadenado a la tristeza, una tristeza que costaría sanar. Pero el amor lo cura todo a pesar de las dificultades de la vida. ​Mientras nos dirigíamos hacia la academia, cruzábamos un puente ancho y sólido que se extendía sobre un precipicio oscuro y profundo, cuya profundidad parecía tragarse la luz sin fin. A lo largo de la barandilla, relucían estatuas de plata en forma de dragones majestuosos. Era imposible dejar de verlas, cuyos ojos brillaban con un fuego intenso, vigilando silenciosamente nuestros pasos. Preguntas inundaron mi mente, las cuales no tenían una respuesta clara. Parecían estar en un laberinto sin salida que era tragado por la tierra. Seguía caminando por el puente, observando a mi alrededor con atención, pero podía sentir miles de miradas clavadas en nosotros, observándonos sin piedad. ​—¡Alec! —mi mirada lo buscaba a él, pero no lo encontraba a mi alrededor. Sentí algo raro en el aura del lugar, como si yo fuera un peligro. ​En un abrir y cerrar de ojos, una flecha se dirigía en mi dirección. Logré esquivarla, pero aun así seguían apareciendo más. No lograba pensar con claridad hasta que escuché a mi hermano gritar, guiándome directo a algo. ​—¡Loreine, las estatuas! —Ahí fue cuando reaccioné, sacándome la manta y corriendo hacia las estatuas. ​—«Piensa, Loreine», me dije a mí misma, hasta que vi un equipo de arquería—. ¡Esto debe ser una broma! ​Con el corazón latiendo con fuerza, tomé el arco con firmeza, sintiendo el peso familiar en mis manos. Ajusté la flecha con precisión, sintiendo la tensión de la cuerda. Respiré hondo y apunté al primer arquero que se movió sigilosamente entre las estatuas. ​Mi pulso se calmó mientras mi mirada se fijaba en el objetivo, lista para soltar la flecha en el momento justo. Solté la primera flecha con un chasquido que cortó el aire, y la vi impactar justo en el blanco. Sin perder un segundo, ya tenía otra flecha lista, mientras me movía con rapidez, apuntando al siguiente arquero. Una sombra veloz se acercó desde la misma dirección. La flecha enemiga voló directo hacia mí, pero justo en el último instante, mi flecha chocó contra la suya en pleno vuelo. Ambas se partieron en dos, fragmentos de madera y metal cayendo alrededor mientras el silencio volvió a reinar por un instante. Logré respirar hondo justo cuando la puerta principal de la academia se abría lentamente. Pude distinguir una figura femenina vestida con un traje rojo intenso, y en su mano derecha sostenía una daga bastante filosa. «¿Qué le pasa a la gente de aquí?», pensé, ignorando que todo parecía una cacería. Sin dudarlo, ya tenía el arco levantado y apuntando al objetivo. ​—¡Tanto tiempo, sobrina! —dijo mi tía Selene, con un tono de seriedad combinada con alegría. Logré verla a los ojos, sin bajar la guardia y sin dar ninguna expresión. ​—¡Hola, tía! —exclamé con frialdad. Hasta que se escucharon aplausos y risas; aun así, no me distraje para nada. ​—¡Se callan! —gritó mi tía, mientras movía la daga de un lado a otro—. Eres el reflejo de tu madre: distraída, pero excelente arquera. ​—¿Así reciben a todos? —pregunté bastante molesta. ​—Solo por hoy —sonrió, guardando su daga en la funda de su pierna derecha—. Fue idea de Matthew y de Alec. Sabes cómo son cuando se juntan los dos: son peor que los demonios. ​—¡¿De Matthew y Alec?! —me sorprendió esa declaración. ​Podía escuchar cómo mi tía les decía a los demás alumnos que se fueran. Luego de un rato, se escuchó un silencio total. Presentía que Alec buscaba un refugio, y desde luego podía escuchar la voz de Matthew regañándonos por dejarlo atrás. ​Bajo el arco lentamente, pero mis dedos no sueltan la flecha; en cambio, tomo otra con rapidez. Me doy la vuelta con el ceño fruncido, clavando mi mirada en Alec y Matthew. La rabia ardía en mi pecho y no voy a dejar que se salgan con la suya esta vez. Levanto el arco y apunto directo a ellos, lista para disparar sin pensarlo dos veces. ​—¡Mierda! Pulga, baja el arco y dejemos el rencor por hoy —sonrió un poco, ignorando mi seriedad. ​—Eso mismo, hermanita. Sabes que ambos te queremos muchísimo —dijo mi hermano; su voz temblaba. ​—¡Malcriados! —susurré, mientras seguía apuntando directo a ellos. ​No parpadeé, no me moví e incluso mantuve mi mirada fija en ellos dos. Respiré profundo y lentamente mis dedos soltaron la cuerda con las dos flechas. Sin embargo, cada una de ellas se desvió de su curso, clavándose limpiamente en los árboles justo detrás de ellos. ​Sus expresiones... Era como si empezaran a tenerme miedo, o al menos, un poco más de respeto. Logré escuchar murmullos de algunos estudiantes que todavía observaban desde las ventanas. Ignoré el bullicio y me di la vuelta, dándoles la espalda a ambos. Pasé al lado de mi tía Selene, quien me sonrió con orgullo, pero yo no hice ningún gesto. Lo único que hice fue entregar el equipo de arquería a un soldado cercano y entrar a la academia, caminando por los pasillos. Podía escuchar cómo mi hermano y Matthew discutían por lo sucedido. ​—¡Sobrina linda! —dijo mi tía, acercándose con alegría. Su sonrisa y su tono de voz me hicieron sentir en casa—. ¡Vamos! Te llevaré a recorrer la academia, ya que por hoy no habrá clases y cero entrenamiento. ​—¡Mmm! Está bien —mi tía Selene se adelantó, y desde luego la seguí, pero a paso lento, observando cada rincón de esta "academia" por decir así. ​Durante el recorrido, guardé silencio. Mi tía me mostraba cada salón de estudio, la biblioteca y los dormitorios. Aquí se dividían en sectores: en el primer piso estaban los productores (campesinos, granjeros, molineros) y los trabajadores de servicios (pasadores, trabajadores locales), conformando la Clase Baja. Justo en el mismo piso, la Clase Media incluía a los artesanos (carpinteros, herreros, tejedores) y comerciantes (tenderos, mercaderes). En el segundo piso residía la Clase Alta: príncipes, princesas y los nobles. Y en el tercer piso estarían todos los profesores y el dormitorio de la directora. De seguro, los padres de cada uno de los estudiantes estaban orgullosos de que sus hijos de diferentes clases sociales estuvieran aquí, en la prestigiosa Academia. Luego pasamos por el comedor, la sala de descanso y, por último, el área de entrenamiento. Quedé bastante sorprendida; parecía que en cualquier momento me iba a perder. Hasta pensé en pedir un mapa, ya que sí, soy distraída. Cruzamos un pasillo oscuro donde se veían pinturas; me detuve en una que me llamó la atención y me quedé sin palabras. Cada trazo era como si fuera un cielo estrellado real. Me quedé hipnotizada al ver cada detalle y colores. Miré a mi tía, la cual estaba a mi lado observando la pintura. ​—¡El arte es mágico! —dijo ella, mientras limpiaba la placa de identificación donde estaba grabado el nombre—. Y te vas a sorprender aún más de quién es. Acércate más. ​Me acerqué a la pintura y me puse a leer la placa con atención, buscando el nombre. Al descubrir quién había sido, mis ojos se abrieron de par en par y parecía que mi boca se salía de asombro. ​—Es de mi padre —leí como cinco veces su nombre: Kael Vartylz—. ¡Impresionante! ​—Sí. Cuando dijo quién fue su inspiración, media academia se quedó en shock —señaló el nombre a quien le dedicó. ​Al volver a leer con claridad, vi el nombre de mi madre, Verena Havabley, el cual estaba en la misma placa con una frase: «Tú eres un cielo estrellado que se refleja en el mar». Mi padre, todo un romántico con todas las palabras. Se notaba que él se enamoró primero. Su lenguaje del amor no era una simple pintura; era cada trazo delicado y cada palabra con un significado de pasión. ​—Es increíble —miré a mi tía para seguir con el recorrido—. ¿Ahora para dónde vamos? ​—Vamos a mi oficina y luego vas a tu dormitorio. Te duchas; ya hueles a agua salada. ​—¡Uy! Sí, sí —reí un poco. ​—Y recuerda que tu dormitorio está en el segundo piso, donde está la realeza y los nobles. No te vayas a perder, por favor te lo pido. ​—Tranquila, tía, si me pierdo buscaré una salida —reí un poco y luego sonreí. ​Mi tía me dio una palmada en la espalda y comenzó a subir por unas escaleras. La seguí en silencio, mientras mis ojos recorrían cada cuadro con fotografías que colgaban en la pared. Intentaba no bostezar, ya que fue un día agotador. Por hoy quería descansar y poder leer un libro sin que nadie me moleste. Llegamos a un pasillo donde había dos guardias; claramente eran los encargados de la seguridad de esa área. Escuché un chasquido, el cual resonó por todo el pasillo. Luego observé cómo las puertas de la oficina se abrieron de par en par. Al entrar, me quedé observando los estantes con libros y fotografías, hasta que escuché cómo se cerró la puerta y eso hizo que mirara a mi tía. ​—Ya sabes que tuvimos un ataque de rebeldes, y como también sabes, la academia Wikravil es la más prestigiosa. Un error podría arruinar todo e incluso muchos pueden morir —hizo una pausa, mirándome con preocupación. En su mirada decía que me estaba escondiendo algo más—. No bajes la guardia, Loreine. Cambiando de tema, ten tu llave. En tu dormitorio ya está tu pantera negra y tus libros de estudio. ​—Gracias, e intentaré no bajar la guardia —susurré, acercándome a su escritorio y tomando la llave. ​—¡Sobrina! Si un día necesitas ayuda o quieres hablar sobre chicos, amistades o de intimidad, puedes hablar conmigo. Quiero que confíes en mí; quiero ser tu familia por completo. ​—Eres mi familia, tía, y creo que voy a necesitar ayuda en todo lo que mencionas, ya que tú sabes que desde que murió mamá... me encerré, desconfiando de muchos. Pero agradezco tu paciencia y preocupación por nosotros; agradezco que seas mi familia. ​—Y siempre lo seré. Tú y tu hermano son mi orgullo; son como los hijos que nunca logré tener. Ahora ve a descansar, antes de que esta conversación se convierta en un mar de lágrimas. ​—Te quiero muchísimo, tía, gracias por todo —dije con una sonrisa tranquila. ​—Y yo a ti, mi linda sobrina. Ve a descansar, ya que mañana empiezas con tus estudios y entrenamientos —dijo ella, bajando su mirada hacia una fila de documentos. ​Hice una reverencia, agradeciéndole por todo. Al darme la vuelta, la puerta de la oficina se abrió nuevamente, y salí sujetando mi vestido, que ya estaba casi seco. Caminé hacia mi dormitorio, sumergida en las páginas del libro de mi madre, completamente absorta en su lectura y olvidando todo lo que me rodeaba. Sin embargo, mi momento de tranquilidad fue interrumpido por la voz de mi hermano. Me pregunté si aún seguía molesto por lo que había pasado hace un rato. En ese instante, una sensación de inquietud me invadió; sentí un nudo en la garganta y culpa por lo que sucedió.
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