ZAYN Me despedí de todos con palmadas en la espalda, abrazos breves y sonrisas que ocultaban lo agotado que estaba. Uno a uno fueron subiendo a sus habitaciones o saliendo por la puerta principal. Elías fue el último en desaparecer escaleras arriba, quejándose de lo tarde que era y diciendo que ya no tenía edad para esas desveladas, a pesar de sus apenas quince años. Reí por lo bajo. Una vez que el silencio se apoderó de la casa, la busqué con la mirada. Ahí estaba Amaya, recogiendo una toalla junto a la piscina. Caminé hacia ella y le extendí la mano sin decir nada. Cuando la tomó, la llevé directo a la hamaca, la misma en la que nos habíamos recargado antes, horas atrás. Nos acomodamos, y ella quedó acurrucada contra mi pecho, como si ese fuera su lugar natural. —¿Cómo te la pasaste?

