AMAYA me recargo contra la puerta apenas la cierro y dejo que la madera me aguante un segundo, como si fuera un amigo viejo que entiende sin preguntar. no enciendo la luz. la oscuridad hace de manta y de espejo. el aire tiene ese olor limpio y un poco frío que queda cuando la casa ya calló. me deslizo despacio hasta el suelo, con la espalda rozándome la chapa, y el cuerpo llega a ese sitio donde ya no hay más que caer. me abrazo las piernas. la primera lágrima cae sin anunciarse, caliente, salada; la segunda la sigue como si hubieran ensayado juntas. no hago ruido. solo respiro mal. zayn. la palabra me llena la boca como un agua que no sé si beber o escupir. zayn es mi ancla, mi motor, la única certeza que no me ha pedido que sea otra cosa para quedarme. y justo por eso, por esa lealtad

