Mi mal presentimiento no se me va de la garganta en lo que resta del día de trabajo. De aquí para allá, determiné que pudo tratarse de una simple coincidencia. Pero eso no era lo que parecía porque la seguía conservando en mi galería, esa foto que tomé de esa tarjeta de crédito. Aun así ¿cómo? Ese cómo no fue explicado por Adrián de vuelta a la oficina porque estuvo muy ocupado con reuniones y demás. Apenas me despedí de este por un mensaje de texto, porque el último vestigio de vergüenza que me quedaba, me lo estaba gritando. Que las coincidencias no existían en este mundo, y que estaba caminando sobre cascaras de huevo. Con esa paranoia llego al anexo, perdida en mis pensamientos y divagante. Saco las llaves de mi cartera, y procedo a buscar la adecuada para la reja. No había identifica

