Mi cuerpo temblaba, pero no de frío. Era una mezcla de emociones que luchaban por salir de mí, como una marea que no podía contenerse. Dominie estaba allí, frente a mí, su presencia tan imponente y tan reconfortante a la vez. La habitación seguía siendo la misma, pero ahora estaba marcada por el peso de nuestra separación. Mis ojos recorrían su figura, tratando de encontrar algo familiar en el hombre que tenía delante. ¿Era el mismo? Algo en sus ojos, algo en su gesto, me decía que sí, pero la historia que Steffan me había contado seguía rondando en mi mente. ¿Qué había pasado con él? ¿Qué lo había cambiado tanto? Me quedé en silencio, incapaz de encontrar las palabras adecuadas, sin saber si debía acercarme o si debía dar un paso atrás. Él, por su parte, no se movió. Su mirada no dejab

