Camila Las palabras de Nicolás seguían repitiéndose en mi cabeza como un eco maldito. “Me pagaron para dejarte.” Cada vez que lo recordaba, el estómago se me encogía. No por él, no por su traición… sino por la pregunta que me atormentaba desde entonces: ¿Quién fue? Estaba sentada en una de las mesas del jardín de la universidad, con el calor pegajoso de ese viernes denso y sucio que parecía escupir humedad desde el suelo. Violeta revolvía su café helado con una pajilla roja mientras me miraba con el ceño fruncido. —A ver, recapitulemos —dijo, tomando aire como si fuera a explicarme algo que yo era demasiado estúpida para entender—. El tipo este, Nicolás, nunca te quiso. Hecho. Solo te quería follar. Hecho. Te terminó porque alguien le pagó para hacerlo. Hecho. ¿Y ahora estás acá, dest

