Camila La sala se volvió silenciosa, Max se había sentado al borde de la ventana, con los brazos cruzados y una pierna temblando con nerviosismo, Noah se había quedado junto a mí, repasando la bandeja del desayuno sin tocar nada, como si simplemente no supiera qué hacer con las manos y Jackson, en cambio, estaba recostado en la silla junto a mi cama, con la mirada perdida y un gesto que no lograba interpretar. Su rostro era como un muro sin expresión y yo… yo solo pensaba en escapar de ese aire espeso que se había formado. Entonces, como si el destino tuviera sentido del humor, la puerta se abrió nuevamente. Mi madre entró con pasos apresurados, esta vez con un bolso colgado del hombro y un café en la mano, su rostro tenso pero más contenido que antes. —Hola, chicos —dijo con una sonrisa

