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Atrapada por el mafioso

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Blurb

Adelaida Koch es una mujer apasionada por los libros y la vida tranquila. Su mundo cambia drásticamente cuando conoce a Emre Bolat, un hombre enigmático y poderoso con una influencia que se extiende más allá de lo imaginable. Emre, el jefe de una organización criminal, se obsesiona con Adelaida desde el momento en que la ve, dispuesto a hacer cualquier cosa para tenerla a su lado.

Lo que comienza como una atracción irresistible se convierte rápidamente en una red de intrigas, peligro y pasión. Adelaida se encuentra atrapada en el oscuro mundo de Emre, donde la línea entre el amor y la obsesión es peligrosamente delgada.

¿Podrá Adelaida resistir el poder seductor de Emre y encontrar una salida? ¿O será consumida por el deseo y el control de un hombre dispuesto a todo por mantenerla en su vida? En un juego de poder, peligro y amor, descubrirán que a veces, el destino puede ser tan implacable como el mismo corazón.

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Encuentro inesperado
Capítulo 1: El Encuentro Inesperado La noche en la ciudad era un lienzo oscuro salpicado de luces. Las calles bulliciosas se llenaban de risas y conversaciones, el aire estaba impregnado de aromas de comida callejera y perfume caro. En medio de ese caos, una figura solitaria caminaba con determinación, sus ojos enfocados en la distancia. Emre Bolat, un hombre cuya reputación era tan temida como respetada, avanzaba con la seguridad de alguien acostumbrado a tener el control. Emre tenía una cita en un lujoso restaurante del centro, donde se encontraría con algunos socios importantes. Aunque la fachada pública era la de un empresario exitoso, aquellos que conocían la verdad sabían que Emre era el jefe de una de las organizaciones criminales más poderosas de la región. Hoy, sin embargo, algo diferente ocurriría, algo que cambiaría el curso de su vida. Dentro del restaurante, la atmósfera era elegante y sofisticada. Las mesas estaban cubiertas con manteles de lino blanco, y los camareros se movían con precisión entre los clientes. En una mesa cercana a la ventana, una joven mujer se encontraba inmersa en un libro. Sus cabellos castaños oscuros caían en suaves ondas alrededor de su rostro, sus mejillas rosadas contrastaban con su piel pálida. Era hermosa de una manera clásica, casi intemporal. —¿Me permite sentarme? —preguntó una voz profunda y segura. La mujer levantó la mirada, sorprendida. Emre Bolat estaba frente a ella, sosteniendo una copa de vino en la mano. Sin esperar su respuesta, se sentó con la naturalidad de alguien acostumbrado a obtener lo que quiere. —¿Perdón? —respondió ella, aún desconcertada. —Soy Emre Bolat —dijo él, como si su nombre fuera suficiente explicación—. Y tú eres... —Adelaida Koch —respondió ella, todavía sin entender por qué este hombre, evidentemente poderoso y acostumbrado a la atención, estaba interesado en hablar con ella. —Adelaida —repitió Emre, saboreando el nombre—. Un nombre hermoso para una mujer hermosa. Adelaida sintió el rubor subir por sus mejillas y apartó la mirada, tratando de concentrarse en su libro nuevamente. Emre no se dio por vencido. Su interés había sido capturado, y como siempre, cuando Emre Bolat quería algo, lo conseguía. —¿Qué lees? —preguntó, inclinándose un poco para ver la portada del libro. —Es una novela de romance —respondió ella, un tanto avergonzada—. "Orgullo y Prejuicio". —Un clásico —comentó Emre—. Elizabeth Bennet y Mr. Darcy. Siempre me ha parecido fascinante cómo el orgullo y los prejuicios pueden ser barreras tan poderosas entre las personas. —Sí, supongo que sí —dijo Adelaida, un poco más cómoda al encontrar un terreno común de conversación—. Me gusta cómo, a pesar de todo, encuentran la manera de estar juntos. —¿Crees en el destino, Adelaida? —preguntó Emre, mirándola intensamente. —No estoy segura —respondió ella honestamente—. Creo que hay cosas que simplemente suceden, pero no sé si llamarlo destino. Emre asintió, como si su respuesta hubiera confirmado algo que ya sabía. —El destino puede ser... implacable —dijo él, y por un momento, la intensidad en sus ojos la hizo sentir que había mucho más detrás de sus palabras—. Pero también creo que podemos hacer nuestro propio destino. La conversación fluyó de manera sorprendentemente natural. Emre parecía genuinamente interesado en conocer más sobre ella, y Adelaida se encontraba relajándose lentamente en su presencia. Hablaron de libros, de la vida en la ciudad, incluso de sueños y aspiraciones. Sin embargo, en el fondo de su mente, Emre sabía que este encuentro no era casual. Después de un rato, Emre miró su reloj y se dio cuenta de que había pasado más tiempo del planeado. —Me temo que debo irme, tengo un compromiso —dijo, poniéndose de pie—. Pero me encantaría continuar esta conversación. ¿Te gustaría cenar conmigo mañana? Adelaida dudó por un momento. Había algo en él que la intrigaba y la asustaba al mismo tiempo. Pero la curiosidad ganó. —Sí, me encantaría —respondió finalmente. Emre sonrió, una sonrisa que no llegó a sus ojos pero que fue lo suficientemente convincente. —Perfecto. Te recogeré a las ocho. La observó mientras salía del restaurante, sus pensamientos ya planificando los próximos pasos. Emre Bolat nunca dejaba nada al azar, y ahora, más que nunca, estaba decidido a conocer todo sobre Adelaida Koch. Esa noche, mientras Emre se reunía con sus socios, su mente seguía regresando a la imagen de Adelaida. Había algo en ella, algo que lo había atrapado de una manera que no podía explicar. No era solo su belleza, aunque era innegable. Era la forma en que se había ruborizado cuando él le había hablado, la manera en que sus ojos se iluminaban al hablar de cosas que le apasionaban. Era una vulnerabilidad que él encontraba... encantadora. Cuando la reunión terminó, Emre regresó a su penthouse. Desde la ventana, la ciudad se extendía bajo él, un mar de luces y sombras. Sus pensamientos seguían con Adelaida, y sabía que no descansaría hasta que ella fuera suya. Mientras tanto, Adelaida regresó a su pequeño apartamento, sintiéndose extrañamente agitada. No podía dejar de pensar en Emre Bolat, en sus ojos oscuros y su sonrisa enigmática. Había algo en él que la atraía y la asustaba al mismo tiempo. Se sentó en su cama, mirando el libro que había dejado a medias en el restaurante. La ironía de estar leyendo "Orgullo y Prejuicio" no se le escapaba. ¿Podría haber encontrado a su propio Mr. Darcy en la figura de Emre Bolat? La idea era ridícula, pero no podía evitar sentir una chispa de emoción. Esa noche fue mezcla de anticipación y duda para Adelaida. El encuentro con Emre había despertado en ella una curiosidad insaciable, pero también una sensación de peligro inminente. La noche de la cena llegó más rápido de lo que esperaba, y se encontró preparándose con un nerviosismo que hacía tiempo no sentía. Emre llegó puntualmente a las ocho, como había prometido. La llevó a un restaurante aún más lujoso que el anterior, y nuevamente, la conversación fluyó con sorprendente naturalidad. Sin embargo, Adelaida no pudo evitar notar la forma en que él la observaba, como si estuviera desnudando cada pensamiento y sentimiento que tenía. —¿Por qué yo? —preguntó finalmente, incapaz de contener su curiosidad. Emre la miró fijamente, sus ojos oscuros brillando con una intensidad que la hizo estremecer. —Porque eres diferente, Adelaida. Y no puedo evitar sentir que estamos destinados a algo grande. Adelaida sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que estaba jugando con fuego, pero había algo en Emre que la hacía querer arriesgarse. La cena continuó, pero la pregunta seguía rondando en la mente de Adelaida. ¿Qué veía Emre Bolat en ella? Y más importante aún, ¿qué estaba dispuesta a sacrificar por descubrirlo? Mientras caminaban de regreso a su apartamento, Emre tomó su mano, un gesto que la sorprendió por su suavidad. Había algo casi tierno en la forma en que la miraba, y por un momento, Adelaida se permitió creer que quizá, solo quizá, podría haber algo verdadero entre ellos. Sin embargo, en el fondo de su mente, una pequeña voz le decía que tuviera cuidado. Emre Bolat no era un hombre común, y ella no sabía en qué se estaba metiendo. Cuando llegaron a su puerta, Emre se inclinó y la besó suavemente en la mejilla. —Hasta mañana, Adelaida —dijo, y aunque sus palabras eran corteses, había una promesa implícita en ellas. Adelaida lo observó mientras se alejaba, sus pensamientos una tormenta de emociones contradictorias. Sabía que su vida estaba a punto de cambiar de maneras que no podía prever, y aunque una parte de ella estaba emocionada, otra parte sentía un miedo creciente. Emre, por su parte, caminaba hacia su coche con una sonrisa satisfecha. Adelaida Koch había capturado su atención de una manera que ninguna otra mujer lo había hecho antes, y estaba decidido a hacerla suya. A cualquier costo. El destino, pensó, puede ser implacable. Pero también puede ser exactamente lo que uno hace de él. Y Emre Bolat siempre hacía su propio destino.

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