Capítulo 2

2104 Words
La alarma del despertador me asustó consiguiendo hacer que cayera de la cama y con la vista desorientada intentará liberarme de las cobijas que se habían enredado en mi pierna, seguido escuché los gritos gentiles de mi madre pidiendo que me levantara para el desayuno, mientras mi mente trataba de razonar lo que había hecho la noche anterior. Según las pistas de mi cuarto mis recuerdos comenzaban a florar: al parecer llegué a mi cuarto después de mi pequeña aventura en la ciudad, me encerré y bebí varias cervezas enlatadas en lo que revisaba mis compras, el libro que sostenía en mis manos era un curioso diario recubierto con cuero color rojo; no era otro si no el que me había regalado aquella anciana luego de mi odisea, según recuerdo quedé inconsciente luego de embriagarme entre que revisaba su contenido y sus notas contaban la triste historia de un mujeriego que a juzgar por la fecha de empastado en la parte posterior el diario, era del 2000 aproximadamente, quizá en la actualidad su dueño ya fuese un anciano pervertido que jamás maduró ni dejó sus malos hábitos, o tal vez abandonó sus viejas costumbres y ya tenga nietos con familia. En su momento no me preocupé por el tema ni tampoco me llamó la atención continuar con la lectura; así que decidí levantarme y salir en dirección a mi trabajo en la ciudad, tomaba el autobús en un parque cercano a mi casa, vivía en ese entonces cerca de los valles que rodeaban a una hora de distancia a Quito, pero la tranquilidad que me daba el evitar pasar tiempo cerca de mis tíos era una bendición que me facilitaba el convivir con ellos en otras ocasiones, tomé el autobús atiborrado de gente y una ligera jaqueca invadió mi cabeza como si mi mente intentara evitar que hoy me dirigiera a mis labores, pero curiosamente solo me hizo recordar parte de las narraciones de aquel diario. Durante todo el trayecto consideré el contenido del diario en varios aspectos: hasta el momento era una historia absurda y típica de un hombre promiscuo con sus aventuras de amor, sin embargo, de cierto modo llamaba la atención de una investigadora como yo y su ímpetu de conocer el desenlace de aquel relato, finalmente obtuve un asiento para relajarme con la lectura que había dejado en pausa. Mi trabajo era en una institución de investigación pequeña pero bastante conocida en el mundo internacional: pese a que los proyectos eran cortos y de temas no muy frecuentes, siempre requerían de un mínimo de tres personas para realizarlas en un tiempo estimado de 30 días, sin embargo, aunque el equipo de trabajo debía conformar de un investigador asociado, uno de planta y una eminencia o coordinador de trabajo, mi participación siempre se limitaba a ser una asociada a pesar de mis años de experiencia y mis aportes de gran importancia, de ese modo obtenía la libertad que deseaba en cuanto a carga laboral refería para poder trabajar sin necesidad de acoplarme bajo las órdenes de ningún eminente, en realidad detestaba la idea de obedecer lineamientos que limitaban mi forma de trabajo y prefería en su mayoría entregar mis informes ya realizados para que solo tomaran lo que pudieran considerar importante, aunque casi siempre el resultado era que mis informes eran usados en su gran mayoría. El destino a veces nos juega de maneras misteriosas: es lo que dirían mis padres sin dudar un solo instante a lo que pasa a su alrededor; pero no es algo que yo creo, por otro lado, lo que pasó en aquel momento me impactó tanto como una tormenta en pleno verano. Apenas mi llegada fue notada en el edificio, el aire se notó extrañamente acusante, se distinguió a lo lejos los clásicos susurros alrededor desde mi entrada hasta las oficinas del segundo piso mientras las perceptivas miradas de mis compañeros seguían mis pasos, continuaban murmurando entre ellos de oreja a oreja hasta que ingresé a la oficina del jefe de investigación y todos finalizaron con su chismorreo para fingir volver a sus actividades. — Buenos días, Jorge— cerré la puerta de la oficina en lo que observaba por los cristales las miradas curiosas huyendo despavoridos a sus lugares de trabajo—, vine a recoger mi planificación mensual de investigación —dirigí mi mirada en el escritorio para solo notar las manos sudorosas de mi jefe entrelazarse. A pesar de su apariencia amargada y seria con su corpulento cuerpo de oficinista, Jorge era bastante calmado o al menos no me discutía nada en cuanto a proyectos se tratase, su infinita paciencia con mi forma de trabajar parecía no tener fin, en especial dado que con mi experiencia jamás me había propuesto como investigador de planta ni mucho menos como eminente, pero algo lucía diferente esta vez, su rostro no parecía muy feliz de verme en ese momento; era claro que intentaba decirme una noticia, su aspecto me daba la conclusión que no encontraba como articular los enunciados correctos que no provocasen una ira desenfrenada en mi persona. La serenidad de mi mente encontraba su límite cuando el hombre decidió por fin darme el papeleo que todo investigador requiere para su nuevo proyecto, con un corto suspiro volví a retomar mi calma y revisé las páginas hasta que mis ojos se detuvieron en los nombres del equipo de trabajo, no conformes con proponerme como investigador de planta habían decidido colocarme en el puesto más alto del proyecto; que agallas de ponerme como eminente, pensé tratando de mantener la quietud. — ¿De qué trata esta broma de mal gusto? — cuestioné tirando suavemente los papeles en el escritorio. — No es ninguna broma—se levantó para tomar algo de coraje—Selene, por favor esto te conviene— respondió un tanto irritado por mi frase. La forma en la que hablaba era muy peculiar; casi como si lo dijera una contestadora automática, para ser exactos, su actitud en si daba la única respuesta que más temía, algún personaje con mayor autoridad era el causante de las nuevas decisiones a los equipos de trabajo. Mi cabeza comenzaba a retumbar cada vez más fuerte, con los inaudibles pretextos de mi jefe cuando el hombre de mis sueños hizo su entrada magistral frente a mis ojos; es un espejismo, era un juego muy cruel por parte del supuesto destino en el que mis padres creían, pero de cierto modo sentía un alivio impresionante al ver al galante joven acercarse y caballerosamente estrechar mi mano con la suya mientras se presentaba. Por otro lado, mi ser consiente sentía indignación por tal acto deliberado de mi persona, de inmediato recobre mi porte profesional que tanto me caracterizaba mientras liberaba mi mano y aclaraba mi garganta con ella. La irritación por los acontecimientos me causaba una enorme ansiedad, tratando de aclarar el asunto comprendí que el hombre era un asociado internacional de gran importancia para los próximos proyectos de investigación sobre cultura, pero también buscaba una historia interesante que mostrar a sus camaradas para poder corroborar nuestro prestigio. — Mi nombre es, Selene Andrade —me presenté con voz altiva y manteniendo autoridad frente a Jorge— soy investigadora asociada de la institución. — Sé quién es usted —sonrió coqueto y continuó— soy un gran admirador de sus trabajos —pausó un momento mientras miraba mi rostro que claramente mostraba una mueca de disgusto— Soy el subdirector, Andréi Escobar. La primera vez que oí aquella frase sobre ser un gran admirador fue con mis padres luego de presentar mi primer proyecto en la universidad; una tesis sobre cultura extranjera como influencia en el arte ecuatoriano, desde luego todo padre se siente orgulloso de los logros de sus hijos, pero con el tiempo descubrí que aquella frase tenía sus perspectivas, por ejemplo: si provenía de familiares externos podría ser de alegría o solo sarcasmo bien fingido, pero si era de algún amigo cercano o no, era una forma de demostrar envidia en su más pura expresión. Finalmente entendía que en lugar de hacerme la humilde era más sencillo portarme altiva y orgullosa para darles de que hablar, pero en ese momento no sabía cómo reaccionar ante un rostro tan sincero que por varios segundos contemplé para luego continuar con mi papel de irritada por los acontecimientos desarrollados. — Jorge—suspire profundamente y señale con el pulgar— ¿Tomaste esta decisión basado en lo que dice este sujeto? — En parte — contestó más relajado — eres una excelente investigadora, y tus trabajos son muy buenos— tomó mis manos incomodando a todos en la oficina— es una gran oportunidad. — Es tu gran oportunidad, no mía— solté mis manos y me alejé en dirección a la salida— quien se beneficia por los proyectos es la institución no el investigador, creí que lo sabías, Jorge. Cerré la puerta detrás de mi mientras observaba dispersar miradas curiosas alrededor, agité negando mi rostro lentamente aun estando cerca de la oficina mientras escuchaba ligeramente comentarios a mis espaldas; me detuve y giré mi rostro ligeramente. — Usted; joven Escobar, ha provocado la ira de la que probablemente es la mujer más peligrosa —dijo mientras codeaba bruscamente el estómago del colega. No podía creer lo que había escuchado; pero no me sorprendía algo que cualquier otro hubiera dicho, de inmediato continué caminando hacia la salida recogiendo mis cosas y volviendo a toparme con el diario que leí la noche anterior, de pronto una idea surcó mi mente de manera casi estrepitosa mientras lo sostenía. Si el hombre que lo escribió anunciaba ser un poeta reconocido en el extranjero ¿Por qué nunca se supo de él en el país?, quizá me estaba precipitando mucho en suponer semejante cosa, desde luego el arte es muy fugaz en países pequeños, pero no implica la falta de reconocimiento de sus artistas o personajes que los enaltecen, además, cabía la posibilidad de que fuese reconocido nacionalmente, pero por algún motivo decidió retirarse de la carrera de poeta y la respuesta de aquella decisión se encontraba dentro de aquel diario, aun así, mi intención de conocer los trabajos de este supuesto poeta me encaminó a dirigirme a la casa cultural. La casa cultural tenía varias dependencias: entre las cuales se constaba las actividades artísticas más importantes, era el mejor sitio para interrogar sobre un poeta de antaño y sus mejores obras o incluso para saber sobre sus actividades en el extranjero. Salí a la avenida principal para tomar un taxi que me llevaría a comenzar con mi búsqueda autónoma, sin embargo, en el momento en que me subí en la parte posterior del auto; Andréi ingresó y cerró las puertas de este para luego indicar que siguiera derecho hasta el ministerio de cultura. No entendía las razones por las que intentaba llevarme a un sitio como ese, pero de inmediato corregí al conductor e indiqué mi verdadero destino; todo esto mientras el rostro pálido de aquel joven fruncía el ceño con mi actitud poco colaboradora, ciertamente sabía cuándo alguien perdía la paciencia conmigo y conocía que el mejor método era seguir lo que la otra persona indicaba sin molestar, pero mi instinto de investigador me encaminaba a un posible gran descubrimiento; no iba a dejarlo pasar así como así. Durante una gran parte del trayecto hubo un silencio sepulcral al igual que nuestras miradas incómodamente mantenían direcciones opuestas, se continuó así hasta que el joven de ojos azulados suspiró levemente y dirigió sus palabras de disculpa hacia mí, luego de unos segundos consideré su perdón para seguido preguntar el motivo de sus actos. De inmediato mencionó varios de los proyectos en los que participé; incluso de aquellos que ya no recordaba haberlo hecho, indicó que la razón de nombrar cada uno de mis trabajos era porque claramente se notaba mi esfuerzo ellos, pero con cierta naturalidad en mis escritos para que incluso el menos letrado fuese capaz de entenderlo, el subdirector entonces; manifestaba su gran deseo de mi participación en un importante proyecto internacional que luego sería distribuido a cada rincón del mundo. — El proyecto se denominará "Rincones del arte Moderno"— explicó con gran entusiasmo. Consistía en exponer mediante una tesis el potencial de los artistas en Latinoamérica, para ello se requería conocimiento completo de cada uno de ellos en sus diferentes naciones, esto con ayuda de los mejores investigadores de cada país. — Yo no soy, la mejor investigadora de mi país— respondí con desdén esperando que mi argumento fuera suficiente para descomponerlo en su interés absurdo.
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