Piedras en la mochila
Las mañanas tenían un nuevo ritmo para mí. Me levantaba más ligera, como si algo dentro de mí hubiera empezado a acomodarse. Estos siete meses habían traído cambios enormes. Mi cuerpo estaba más fuerte, mi mente más clara y mi corazón, aunque aún cargado de emociones, comenzaba a encontrar su propio equilibrio. Cada día era una oportunidad para descubrir algo nuevo de mí misma.
Sentada frente al ventanal del comedor, con una taza de té caliente entre las manos, abrí mi laptop. Desde mi separación con Ale, el mate había perdido su lugar en mi rutina. Solo lo tomaba en compañía de mis hijas; lo había entendido en este tiempo sola: para mí, el mate siempre había sido compañía. Hasta en eso había cambiado.
Comencé a leer los comentarios que llegaban sobre mi libro, un
