CAPITULO 2

1700 Words
Andrew no acostumbraba a desayunar en la casa, pero esa mañana él se encontraba ahí en el comedor esperándola. —Estas qui. — dijo sorprendida al verlo. —Es mi casa donde más debería estar. —Solo me parece extraño que estes aquí, nunca está en la casa. —Solo estoy aquí para darte esto. — le dijo tirando frente a ella una pastilla para evitar a los hijos, ella es quedo mirándolo sorprendida. —¿Qué es esto? — le pregunto. —No pienso por nada en el mundo tener un hijo contigo, así que tómatela. — le dijo de manera fría haciendo que su corazón se comprima en su pecho y la hiciera cuestionarse si de verdad debió haberse casado con él, que es un hombre frio y arrogante, alguien que no tiene corazón. Ella tomo entre sus manos la pastilla y la coloco en su boca y mientras simulaba que se la toma con el jugo de naranja que estaba frente a ella la escupió dentro del vaso, ella ya era esperta haciendo esto, esta era una técnica que había desarrollado en el internado donde había estado por un tiempo. —Listo ya me la tomé. — le dijo mirándolo a los ojos, para convencerlo de que había hecho lo que él le había pedido. —No puedo seguir mirándote, me produces malestar estomacal el simple hecho de solo verte. — le dijo antes de salir y dejarla sola en el comedor. Ella ya había perdido el poco apetito que tenía, así que simplemente se puso de pies y se fue a su cuarto, Eliza se sentía frustrada al encontrarse en esa situación tan absurda. De alguna manera ella tenía que escapar de esa vida tan miserable que estaba viviendo y todo esto estaba sucediendo por un error de el que ella no tuvo idea alguna como lo cometió. Mientras estaba en su cama lamentando su desafortunada situación ella recibió una llama a su teléfono, cuando miro la pantalla del teléfono inmediatamente ella contento sin vacilar. —Hola. — le dijo a la persona que la estaba llamando. —Hola querida, como te encuentras. —¿Estoy bien y usted como esta? —Me encuentro bien querida, pero estoy algo aburrido y me preguntaba si vendría a pasar el día conmigo. —Por supuesto, en media hora ahí estaré. — le dijo mientras se ponía de pies para prepararse y dirigirse a la mansión de la familia Hamilton, por alguna razón el abuelo la quería y era una persona de su agrado, lo que la hacía sentirse bien a pesar de estar en una posición incómoda. Eliza se preparó y se fue a la casa del abuelo, ahí todos las trataban como la señora de la casa, quizás lo hacían por el abuelo, ya que todos en la casa estaban consciente de que si era la esposa de Andrew era debido a que ella se había acostado con él, y lo habían obligado a casarse con él. Cuando llego a la casa ella se encontró con la madre de Andrew la señora Lucia Hamilton. Quien no la consideraba como alguien de su agrado, pero la soportaba por su padre ya que nadie podía ir en contra del patriarca de la familia. —¿Qué haces aquí? — le dijo algo molesta al verla. —¿El abuelo me pidió que lo visitara? — ella le contesto tímida y tratando de no sonar grosera o altanera ya que no quería que ella se enojara. —Él está en su despacho, ve que de seguro te está esperando. — le contesto con indiferencia, aunque en su interior esta que ardía de la furia ya que para ella Eliza era una trepadora que se había aprovechado de su hijo para así entrar a la familia. Eliza no le dio importancia a las miradas acusadoras que se posaban sobre ella ya que en los últimos meses se había acostumbrado a esas miradas acusadoras. Se dirigió al despacho del abuelo. —Buenos días. — le dijo sonriente al entrar y verlo sentado en un sofá leyendo un libro. —Hola querida, ven y siéntate a mi lado, hace un tiempo que no he tenido la dicha de verte. Eliza se sentó a su lado mientras él ponía en la mesa el libro que estaba leyendo en ese momento. —Dime querida ¿Cómo se está portando mi nieto? —Es bueno conmigo y no me puedo quejar. — le dijo tratando de engañarlo, pero el viejo amo es un hombre perspicaz he inteligente, él sabe cuándo le están mintiendo, pero aun así solo le hace creer a los demás que sus mentiras fueron efectivas, aunque la realidad sea otra. —Me alegro de que todo esté bien, pero sabes que cualquier cosa que necesites puedes contar conmigo y si él se porta mal contigo solo tienes que decirme y yo lo pondré en su lugar. —Lo voy a tomar en cuenta, si alguna vez creo que necesito su ayuda no voy a dudar en pedírsela. — le dijo, pero en su interior sabía que su único problema era el hecho de que no podía obtener el amor del hombre al que ama, el cual le manifestaba constantemente su odio hacia ella. El abuelo disfrutaba de la compañía de Eliza y de su gran sentido de humor y cada vez que le veo sus brillantes ojos le eran tan familiares y le recordaban a alguien, pero más allá de eso lo que le impresionaba era su carácter, ella es una persona cariñosa y él podía ver su sinceridad y el amor que ella siente por su nieto, solo esperaba que él se diera cuenta de la gran mujer que tiene por qué si deja pasar el tiempo cuando recapacite quizás y sea muy tarde. Los dos pasaron un día tranquilos y Eliza en los últimos meses había aprendido a jugar ajedrez así que ella y el abuelo habían convertido jugar ajedrez en su pasatiempo favorito. Cuando regresó a la casa ya era tarde el abuelo había insistido en qué se quedará a cenar, pero ella había declinado su oferta con la excusa de que cenaría con su esposo. Lo cual por supuesto no era cierto ya que Andrew nunca se ha tomado el tiempo de tener ni siquiera un desayuno con ella y ni hablar de la cena. Para ella hubiera sido un placer haber podido acompañar al abuelo, pero solo el de la familia soportaba su presencia, y no quería tener que pasar por un mal rato durante la cena, suficiente tenía con las humillaciones de su esposo. Cuando llegó a la casa se sorprendió al ver el auto de Andrew estacionada en la entrada, lo que la hizo preguntarse la razón de porque él se encontraba ahí si se suponía que no regresaría a la casa esa noche. —¿Dónde estabas? — le dijo furioso cuando la vio entrar a la casa. —Estaba en casa del abuelo. — le contestó y el al escucharla fue hacia ella y la tomó de bruscamente del brazo. —Y quien te dijo que podía ir a la casa de mi familia como si de verdad fueras la nuera de la familia, yo no te he dado permiso para que andes a tus anchas. — le dijo lleno de ira mientras la zarandea. —¡Déjame! ¡Suéltame! — le gritó mientras se zafa de su agarre. —Con que ahora te crees todo un gallito verdad. —No me creo nada, y si fui a casa del abuelo fue porque el me llamo y me pidió que fuera. —Debiste negarte a ir. —¿Y qué excusa le doy, quieres que le diga que no fui a visitarlo porque tú me lo prohibes? —No te atrevas a hablarle mal de mí. — le dijo con un tono amenazante. —No te preocupes que a pesar de ser un demonio conmigo te pinto como un santo. — le dijo y luego se fue a su cuarto, enojada con él, enojada consigo misma y con el mundo por la vida tan miserable que tenía. Solo de recordar el hombre tan diferente que era el cuándo lo conoció por primera vez la hacía cuestionarse así misma si de verdad era el mismo hombre del cual se había enamorado hacen diez años atrás y el mismo que le había jurado amor eterno en ese campamento de verano donde se conocieron cuando ella apenas tenía trece años de edad y el diecisiete. Eliza mientras recordaba aquel momento de su adolescencia se sentó en su cama, después de unos segundos se hecho hacia atrás y los recuerdos de aquella época invadieron su mente otra vez. Ella recordaba todo como si solo hubiera pasado unos cuantos días ella había ido a ese campamento porque su Madre había considerado que era una buena manera de hacer otra cosa que no fuera estar en la casa del campo como todas las demás vacaciones, así que decidió enviarla ahí por tres semanas. Ella no había hecho muchos amigos en el lugar y casi todos los chicos se alejaban de ella, las chicas del campamento habían inventado historia sobre ella y le habían contado a los demás que tenía mala higiene y que apestaba. Solo hubo uno en todo el lugar que quiso estar cerca de ella y ese era el Andrew, él era un chico con sobre peso, pero apresar de eso se veía guapo como lo es ahora y su amabilidad la hizo desarrollar sentimientos por él, un día antes de terminar el campamento los dos se prometieron que cuando fueran adultos se casarían y estarían juntos, los años pasaron y ambos se enviaron cartas de amor hasta solo hacen dos años atrás cuando de repente el dejo de escribirle y sus cartas fueron remitida hacía atrás, fue ahí cuando se enteró quien era él y de que tenía una novia que resultó ser su prima. Desde ese día ella había decidido olvidarse de él y dejar todo atrás, pero hacen tres meses su vida cambio y ahora se ha convertido en su esposa. La esposa no deseada.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD