CAPÍTULO III

3481 Words
Estrasburgo, Francia.  Ancel. Llevo la copa a mis labios y sorbo un trago, hice una mueca de asco al probar el licor. No es delicioso para mi paladar aunque sea de una marca costosa su sabor parece al de un vino barato que se vende a un dólar en las calles.  Pensé que su sabor sería exquisito porque se decía que es el mejor vino de su colección, supongo que fue un error, porque para mi gusto es muy sobrevalorado. He probado vinos mejores, incluso su calidad es menor, aun así, su sabor es delicioso.  —¿No fue de tu agrado? —cuestionó Luka.  —He probado mejores, este es muy sobrevalorado.  —Es entendible, no puedes decirle al capo que su vino preferido no tiene el valor que le otorgan. Serían estúpidos… —O muy valientes —añado. —. Es ilógico conceder un valor que no merece.  —Tienes gustos raros. —comentó Luka.  —Supongo, tampoco me es de suma importancia la opinión de los demás.  Sonrió.  —¿Puedes explicarme que hacemos en esta fiesta? No comprendo cual es el rol que desempeñamos. Nik nos pidió venir hasta este lugar, pero no nos dio el motivo de su petición, además, muchas de estas personas son políticos y ricos.  —El capo vive de apariencias para que no sospechen de su verdadero papel en este mundo, pero no sabe que se escucha a voces que es alguien peligroso.  —El mundo vive de apariencias, es una costumbre que nosotros los humanos hemos retenido por muchos años. Creen que escondiéndose detrás de una careta, nadie descubrirá su verdadera esencia.  —Usted, ¿Nunca intentó mostrar una cara diferente?  Giré mi rostro y noté la intriga en su mirada.  —Siempre tuve presente que vivir bajo una máscara mostrando una careta distinta a mi esencia, terminaría perdiéndome en el proceso; en mis planes nunca estuvo fingir, pero si ocultar, no por temor sino para cuidar a las personas que me rodeaban; sin embargo, no fue suficiente porque termine arruinando la vida de la persona que aun amo.  —Todos pagamos un precio por elegir esta vida. —expresó con melancolía.  —Nunca te pregunté cómo te convertiste en este hombre. —dije pensativo, enarqué una ceja.  —¿No cree que es muy tarde? He estado por años trabajando para usted y recién le surge esa interrogante.  —Me disculpo.  —No se preocupe, señor—me sonrió a medias. —. Mi familia siempre ha estado implicada en este mundo; desde pequeño me enseñaron el rol que emplearía, pero nadie me dijo que tiempo más tarde odiaría al hombre que jure ser leal—Interesante. —. Mi familia de generación en generación fueron súbditos de los Mikhailov, muy temerosos y respetuosos a todos que por sus venas corría la sangre de ese apellido. La lealtad eterna de mis padres era para La Gran Roja, siempre la vieron como una líder y no dudaban en cumplir órdenes que provenían de su parte. Decían que ella cambiaría este mundo cuando subiera al mando… —¿Quién es La Gran Roja? —pregunté. —Alexey Mikhailov, madre de Lera—responde. —. Era una mujer admirable, lamentablemente terminó siendo cazada por su propio hermano, que anhelaba esa corona en su cabeza y esperaba que ella cometiera un error para usurpar ese trono. Cuando le tocó asumir ese cargo mandó a matar a mis padres por una supuesta traición, fueron condenados a pesar de ser inocentes—una risa vaga proviene de su boca. —. Tenía el mismo destino, pero el señor Nikolay me protegió, desde entonces he estado a su cargo y no me arrepiento de ser su súbdito. A pesar de que por sus venas corra la misma sangre que ese maldito, tiene mi lealtad porque no es como él. —He oído mucho sobre el Capo de Rusia, dicen que es muy brutal.  —Lo es, no tiene piedad de nadie ni cuando se trata de su familia.  —¿Por qué Nik nunca ascendió al trono? —pregunté curioso.  —Porque su padre le aborrece, tienen una disputa de años. El señor Nikolay cortó lazos desde hace mucho tiempo, pero anda atento a lo que pasa en Rusia porque hay muchos leales a él. Es más humano que su hermano.  —Lo he notado, tiene a muchos a su disposición.  Asintió.  —¿Se divierten?  Su voz irritante hizo que soltara un suspiro. Entrecerré mis ojos cuando miré su expresión de burla.  —No entiendo que hago en este lugar, debería estar cuidando al ángel. No creo que dejarlo con ese imbécil fue mi mejor elección.  Hundí mi entrecejo. Giré mi cabeza en su dirección, esperando una explicación de su parte.  —Estamos en esta supuesta fiesta para recopilar información confidencial, necesito averiguar sobre un asunto que tiene relación con mi familia. He seguido los pasos muy de cerca y temo descubrir que mis sospechas son ciertas.  —¿Y qué debemos hacer, señor? Su expresión burlona fue reemplazada por seriedad. Hizo una mueca y soltó un suspiró frustrado, miró a un rincón del salón y sus ojos no se despegaron de esa dirección.  —Necesitas salir de este lugar —su orden fue severa. —. Tienes que irte, ¡ahora! No me moví. Su mirada furiosa se detuvo en mí, exigiendo obedecer su orden.  Busqué en su mirada algún indicio de su orden, no encontré nada relevante. Miré en esa dirección dándome con la sorpresa de su decisión.  Lina Dubois está aquí. Vestida con un corcel que resalta cada curva de su esbelto cuerpo, su belleza natural brilla entre todas las personas y esa mirada perspicaz se mueve de un lado a otro, buscando su objetivo.  Algo me dice que no solo está en este lugar para buscar contactos. Tiene una misión con un propósito asignado, y pasa desapercibida porque es reconocida como la hija de una de las familias más poderosas de toda Francia.  ¿Qué busca encontrar Lina Dubois en este lugar?  Giro mi cuerpo cuando su mirada recae en nosotros, me oculto para no ser reconocido.  He roto todo tipo de contacto con la familia que me crió, incluso todo vínculo que me unía a ellos; para el mundo Ancel Dubois huyó como un cobarde y abandonó a la persona que más lo necesitaba, cuando la realidad de mis acciones fueron otras. No me importa si creen esas palabrerías, prefiero ser conocido como un cobarde y mentiroso, a que conozcan mis intenciones ocultas.  —¿Qué hace aquí? —pregunté molesto. Esta noche anhelaba sangre, pero parece que arruino mis planes.  —¿Quieres que vaya a preguntar? —cuestionó Nik con un tono burlón. —Es mejor venir en otro momento, no podemos estar en el mismo lugar que esta mujer, es letal. No correré el riesgo de que me reconozca porque acabará conmigo si se da cuenta de que todo este tiempo has estado siguiendo mis pasos.  —Fue mi elección.  —Ancel aunque menciones sobre tu decisión, no dudara en culparme. —chasqueó su lengua mirando en su dirección, deslumbrado.  —No pareces tan fastidiado. —comenté, su mirada volvió a mí.  —Es hermosa —Y te gusta—agregué irritado. —. Como te gusta lo prohibido.  Bufé. —Lina nunca ha sido prohibida para mí, solo sé que si me acerco no vacilara en sacar su arma y apuntarme. —declaró, reí.  —Ese es su encanto. —señalé divertido.   —¿Nos vamos? —nos preguntó Luka, con su mirada señaló esa dirección. —Está a pocos pasos para llegar a nosotros—susurró, me miró. —. Será mejor que te retires, ¡Ya mismo!  Me obligue a no mirar atrás, fuimos rápidos al movernos y desapareciendo de la vista. Caminé en la dirección contraria, perdiéndome en la multitud, me oculté con todas las personas que disfrutan de esta espantosa velada. Detuve mis pasos en la mesa de cócteles, busqué el más pasable y sostuve una copa, di un sorbo mientras inspecciono que no me siguiera, no encontré ningún rastro de su presencia. Entrego mi copa a un mozo que pasa por mi lado y apresuro mis pasos dirigiéndome a la salida.  No necesito encontrarme con alguien del pasado, sería regresar a esa vida donde tuve que ocultar mi capacidad, limitarme para no arriesgar a mi entorno, no deseo esa vida. Tampoco necesito recordar ni ser reprochado por abandonar a mi supuesta familia, sé que nunca aceptaran mi decisión como la correcta, aunque para mí lo fue y no pienso retractarme de mis acciones ni retroceder, mucho menos apartarme de mi camino.  Esta es mi era.  El principio de un nuevo legado.  Volteo mi cabeza, no encuentro nada.  Regreso mi vista adelante, curvo en mis labios una sonrisa engreída, levanto mi mirada y freno mis pasos de golpe; busco una salida, necesito huir porque Lina Dubois viene en mi dirección, con una sonrisa arrogante en sus labios.    Tengo claro que su recibimiento será inolvidable.  Retrocedo dándome media vuelta, me oculto entre las personas que están bailando y trató de apresurar mis pasos. No volteo en ningún momento, a lo lejos notó a Nik buscándome con la mirada, voy a su encuentro; sin embargo, me detengo cuando se interpone en mi camino. Ya no tengo escapatoria.  —Te encontré.  Resoplo aburrido.  Da un paso, entornó los ojos. Me toma desprevenido cuando tira de mi oreja y me hace caminar a la salida. No reprocho o me quejo, el silencio es mi elección porque no podré batallar con esta mujer.  Somos el centro de atención, cada persona nos mira con curiosidad. Ignoro alrededor mientras escucho como maldice en varios idiomas, su molestia sobrepasa cualquier límite. Tira un poco más fuerte de mi oreja, suelto un sonido de dolor, pero no le importa.  Salimos del enorme salón y nos adentramos en los pasillos. Nos envuelve en un interrogatorio, donde hace preguntas que son respondidas con mi silencio, hunde su entrecejo y me da una mirada desaprobatoria.  Es por ese motivo que no deseaba encontrarme con nadie del pasado, porque tendría que soportar sus preguntas y miradas recriminándome por mi elección.  —¿No dirás nada? —cuestionó inspeccionándome con su mirada.  El silencio fue mi respuesta. No me arriesgaría a responder una pregunta, es capaz de descubrir mis intenciones, la conozco para saber que puede utilizar una pregunta trampa para hacerme caer en su juego de palabras.  —He invertido mi tiempo buscando, ¿para recibir esto? —No pedí que lo hicieras, nunca quise que me buscaran.  Negó con su cabeza, sorprendida. —Desapareciste Ancel, huiste de casa sin importar lo que causaría tu partida, solo decidiste abandonar a tu familia, ¿por qué? —aparté mi mirada. —Tu padre me explico… —¿Mi padre? —pregunté, me reí. La miré a los ojos. —Didier no es mi padre, dudo mucho que mi desaparición le haya importado, tampoco me interesa. —¡Ancel! Eres un Dubois aunque no lleves nuestra sangre por tus venas, lo has demostrado muchas veces.  Desvié mi mirada.  —¿Por qué te fuiste? ¿No piensas regresar a casa?  —Nunca fue mi hogar—mentí. —, además no creo que sea recibido tampoco tengo intenciones de volver. Este es mi hogar, mi mundo.  —¿Y qué es exactamente? —cuestionó, confundida. —¿Qué haces en esta fiesta? Dudo mucho que tengas el permiso para entrar, tienes que tener una invitación, solo políticos y…—freno sus palabras.  —¿Y? —le alenté a que continuara.  —¿Qué sucede? ¿Por qué te quedas callada? Mi expresión divertida hizo que su mirada vacilará. Retrocedió un paso cuando di uno al frente; la tomo desprevenida mi cambio de actitud, amenazadora. La incredulidad en su expresión la delató, curve una sonrisa peligrosa al ver el temor en sus ojos, parpadeó y en su mirada se instaló la duda.  —…mafiosos. —terminó la oración.  —¡Bingo! Chasqueo mis dedos.  Una mueca aburrida extiendo en mis labios, retrocedo.  —Si no tienes nada más que reprochar, me iré. —anuncié, no salió de su estupor.  Me encogí de hombros y di dos pasos. Me tomó del brazo, impidiéndome avanzar, giré mi cabeza y su mirada calculadora me escaneó.  —¿Por qué? —No desearas escuchar la respuesta, Lina.  Sonreí a medias.  —A veces entrar al infierno puede ser tu mejor elección.  —O tu peor condenación.  —No me interesa ser condenado, créeme. —No te criaron para pertenecer a este mundo. —Tampoco lo hicieron contigo, pero escogiste ese camino, no me vengas con reproches porque eres la menos indicada. Al menos no finjo ser una mujer ejemplar mientras me escondo al mundo mi verdadera careta.  Mis palabras tienen un impacto.  —No oculto en lo que me he convertido, al contrario, me gustaría demostrar que no existe Ancel Dubois, solo fue una vida que nunca merecí.  —Entonces, ¿quién eres? —cuestionó.  —Ya lo sabrás pronto. Paciencia, Atenea.  Sus ojos se abrieron desmesuradamente, sonríe.  —Suficiente, Ancel. Giré mi cabeza al escuchar su voz, achiqué mis ojos.  —No es necesario tu presencia, Nik. Puedo manejarlo.  —Seguro, mocoso.  Lina miró de un lado al otro, confundida por nuestra conversación, por unos instantes no se percató a quien tenía al frente, pero cuando lo reconoció, sus ojos cargados de odio y repulsión lo interceptaron y presenció cómo le lanzó dagas con la mirada.  —Admito que por unos instantes quedé deslumbrado por tu maldita belleza, una pena que no pueda decir lo mismo cuando me observas de esa manera. —comentó Nik, con formalidad.  La expresión de Lina fue de aberración. —¿Crees que me importa? —cuestionó con burla. —Querido, me resulta asqueroso que una suciedad como tú, me considere bella. Su risa resonó por todo el pasillo, lo miré irritado por su comportamiento. Lina lo observó con sus ojos cargados de furia, soltó mi brazo y dio dos pasos en su dirección, puso un pie adelante, cruzando sus piernas y elevó su vestido, mostrando su muslo.  No me sorprendió ver con qué rapidez sacó una Ruger 57, mucho menos cuando le quitó el seguro y apuntó directo a la cabeza de Nik, incluso me burle un poco por la posición en la que está.  —¿Por qué involucraste a mi sobrino en este mundo? —preguntó, empujó el arma contra su frente.  Nik miró en mi dirección, —Te advertí que me culparía por tu elección.  —Fue mi decisión, no lo involucres en este asunto, solo me concierne a mí—aclaré molesto, suspiré. —. No culpes a terceros por mi elección, fui claro al decir que este es mi hogar, el mundo al que pertenezco.  —¿En serio? En cualquier momento iré tras de ti, no quiero que termines muerto por pertenecer a un lugar que no te fue otorgado. Es mejor no ensuciarse las manos de inocentes.  —Cariño, mató a toda clase de personas—comentó Nik, Lina rodó los ojos. —. No soy selectivo, prefiero no seleccionar porque hasta en la clase de persona que catalogas “buenos” hay maldad, incluso matan a inocentes para cumplir sus objetivos.  —No soy selectiva. —gruñó.  —¿Ha no? —una sonrisa engreída se asomó en sus labios. —¿Alguna vez mataste a los de tu clase? Porque déjame decirte que muchos están involucrados en el mundo criminal, son partícipes de hechos atroces, pero se ocultan tras su máscara de justicia que impone tu organización. En cualquier momento te darás cuenta de la verdad, te traicionaran y estaré gustoso de recibirte—sus ojos calculadores analizaron las palabras. —. Incluso los monstruos se mezclan con los buenos.  —Tú eres un monstruo.  —Lo sé —acotó con una sonrisa traviesa. —. Y me encanta.  Sonreí.  Mi sonrisa se borro cuando tiró un poco del gatillo, toda esa tranquilidad se esfumó mientras Nik resultó fascinado por Lina.  —No mereces vivir. —confesó.  Con rapidez me interpongo entre ambos. Lina me apuntó con el arma, avance e hice que retrocediera, su mano seguía en el mismo lugar.  —Dispara. —le animé, sus ojos vacilaron.  Bajó su mirada dándose cuenta de mi movimiento. Sus ojos me observaron dolidos cuando descubrió que le apuntaba con un arma. A diferencia suya, mi mano no tiembla, es firme y muy dispuesta a tirar del gatillo.   —Tus estúpidos sentimientos te están limitando, hubieras tirado del gatillo cuando me posicione frente a ti porque yo no dudaría en disparar si haces un movimiento en falso, querida. —mi tono fue satírico. —¿Quién eres? —preguntó, se lo que trata de hacer, pero le responderé. —Un Mikhailov —contesté con orgullo y arrogancia. —. Mors Mikhailov.  —Baja el arma, ¡ahora! —ordenó Nik, suspiré.  Hice lo que me ordenó, retrocedí aun con la sonrisa en mis labios.  —Nos volveremos a encontrar, Atenea.  Gire sobre mis talones dispuesto a irme, pero ella tenía otra intención.  —¿Y qué pasa con ella?  Su pregunta paralizo todo alrededor. Me hizo retroceder y sumergirme en mis más sombríos recuerdos, sacando a flote el dolor que generaba su mención. Había pasado años lejos de ella, de su amor y calidez, pero ahora más que nunca sabía que volver sería imposible.  —Ella no existe para mí. —respondí con frialdad.  Con el corazón perforado me obligue a caminar, con ese sentimiento de pérdida mis pasos se volvieron pesados. Todo se tornó borroso y a medida que avanzaba las paredes se fueron encogiendo robándome el aire. Una sensación dolorosa se impregnó en mi pecho, se extendió torturándome y causándome sufrimiento.  Escuché mi nombre, pero no me detuve. Cuando por fin conseguí salir, me sostuve de la pared inclinándome para poder permitir que el aire ingresara. Pasé mis manos por mi rostro percatándome de las gotas de agua que recorrían mis mejillas.  Esa sensación permaneció atormentándome, consumiéndome y destruyéndome.  Cierro mi puño, endurezco mi brazo y golpeó la pared con fuerza, escucho el sonido en seco cuando mi mano choca contra la pared, pero no me detengo porque sentir ese dolor arrasador en mi corazón es más insoportable.  Grito con tanto dolor, que mi voz se apaga. Alguien envuelve sus brazos alrededor de mi cuerpo, me detengo para no lastimarla.  —Detente, por favor. —su voz melodiosa me retuvo, miré de reojo encontrándome con su silueta.  —Suéltame.  Meneó su cabeza, escondiendo su rostro de mí. Pude notar como sus brazos temblaban, puse mis manos sobre la suyas y las quité de mi cuerpo.  —¡MALDICIÓN! —grité con dolor.  Cada día, minutos y segundos, me sentía más lejos de ella.  Venecia, Italia.  Lessandro: Encontré una pista de lo que andas buscando.  Los minutos transcurrieron, esperé una explicación, pero nunca llegó.  —Concéntrate —ordenó Oliver, en ese instante levanté mi mirada.  Rea ignoró su mandato, concentró toda su atención en su móvil. Sonrió mientras teclea frenéticamente, Oliver irritado le quitó de sus manos, bajó su cabeza y revisó lo que tanto le tenía entretenida, achicó sus ojos, y regresó sus ojos hacia ella, le dio una mirada recriminatoria, enojado.  Cruce mis brazos, entretenido por esa reacción.  —¿Por qué te envías mensajes con Luka? —le preguntó con molestia.  —Eso no es de tu incumbencia, metete en tus asuntos—recalcó arrebatándole su móvil. —. ¿Qué pasa contigo? Estas actuando raro, sobreprotegiéndome como si te importará, lo cual es totalmente una falacia, ¡detente! No sé cómo reaccionar ante tu cambio de comportamiento, me generan incomodidad.  Negué con mi cabeza, agaché mi cabeza y tecleé en mi móvil. Ancel: ¿Y qué te hace pensar que te rogare para que me lo des?  Lessandro: Al menos lo intente. Lessandro: Espero estés ansioso por sangre.  —Oliver. —lo llamé. Caminé en su dirección, su mirada se posó en mí, enarcó una ceja cuando notó el entusiasmo en mi mirada y una interrogante se asomó en su expresión. Espero a que llegará, y cuando me detuve frente a él, una sonrisa arrogante curve.  —¿Ansioso? —pregunté.  Rea se nos quedó mirando, curiosa. Tiene en cuenta de que muchas veces utilizamos palabras claves para transmitirnos un mensaje, entrecerró sus ojos.  —No me opongo a que cuiden de mí, pero sí a que me oculten información. —nos reprocha, cansada. —Metete en tus asuntos, niña.  Aquí vamos de nuevo. Mi móvil vibró anunciando una notificación, su nombre fue el primero en aparecer y lo siguiente fue: Una fecha.                                                                                                                                                                      Una hora.                                                                                                                                                                            Y una ciudad que ardería en llamas. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD