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La ley de la seducción

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Blurb

En el mundo legal, el apuesto abogado Jackson Lewis se encuentra con su nueva pasante, Dana Castell, una mujer audaz y encantadora. Pero su relación profesional se ve envuelta en una pasión prohibida cuando trabajan juntos en un caso de asesinato en serie. Entre la tensión del juicio y los peligros que acechan, la línea entre la ley y la lujuria se desvanece. Jackson lucha por proteger a Dana mientras el deseo prohibido arde entre ellos, desafiando las reglas establecidas. Sumérgete en una historia ardiente de deseo y supervivencia donde el amor y la pasión desafían todos los límites.

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Capítulo 1: Dana Castell
Hoy es mi primer día como pasante en una reconocida firma de abogados de la ciudad. Está constituida por algunos de los abogados más feroces de esta ciudad y en el país. Reconocidos en el buen y mal sentido. ¿Cómo terminé aquí? La respuesta es simple: necesitaba el dinero. Ellos son los únicos que pagan las prácticas, así que tuve que dejar de lado toda mi moral, todos mis principios y solicitar plaza aquí. Al menos no estaba sola; dos compañeros más estaban aquí, aunque sus motivaciones eran diferentes a las mías. —¿Estás nerviosa? —me pregunta Joaquín. Me encojo de hombros, aunque la verdad no sé qué es lo que siento. Pasamos una noche horrible con mi hermana, ya que, mi madre había estado con demasiados dolores por su enfermedad; la que no tenía cura. En su momento habíamos tenido una buena situación económica, ambos padres trabajaban y por esa razón yo entré a la universidad, pero mi madre había enfermado hace un año, y ni ella ni mi hermana quisieron que yo, que ya estaba entrando en mi quinto año de universidad, la dejara. Por supuesto, tenía que ayudar, así que trabajaba medio tiempo e iba a mis clases. Mi padre por otra parte había muerto de un accidente de auto cuando iba a gran velocidad al hospital en una de las recaídas que ella tuvo y que la tuvieron al borde de la muerte. Irónico era que ella hubiera sobrevivido cuando era la que estaba a punto de morir. Y esta era una de las razones por las que yo estaba aquí ahora. Tuve que dejar mi trabajo, porque por las mañanas tenía la práctica y algunas tardes unas cuantas clases. —No lo sé. —¿Cómo no vas a saber? —pregunta rodando los ojos. —Es que aún no sabemos qué nos preguntarán. —No tiene sentido lo que dices. Entorno los ojos. —Da igual. Joaquín va a decir algo, pero justo aparece una mujer vestida de forma elegante que nos mira de arriba abajo y luego sonríe de forma amable. Esta definitivamente es la forma más extraña en la que me han escaneado. —El señor Jackson los verá individualmente. Puedes entrar —me dice. Asiento y me levanto agarrando mi bolso. Camino detrás de ella hasta la oficina del jefe de esta firma. “Jackson Lewis” Para muchos era el dios del sistema penal. Tomaba aquellos casos que nadie quería tomar y la gran mayoría de las veces salía ganador, y si no era posible, le rebajaba la pena a su cliente de modo que, si tenía que cumplir quince años, terminaba cumpliendo tres y al año salía por buena conducta. ¿Mataste a alguien y no quieres ir a la cárcel? Entonces contrata a Jackson Lewis. Esa frase bien podría haber sido la propaganda de la firma. Apenas entro puedo divisar al hombre que es el dios de las cortes y el adonis para muchas mujeres en este país y en el mundo entero. No me quedo atrás, porque él es literalmente el hombre más guapo que he visto en mi vida. Su cabello n***o bien cortado y peinado, unos hombros anchos y grandes y unos ojos grises profundos y helados que me miran con curiosidad. Las facciones de su rostro son varoniles y duras. —Me la imaginaba más alta. ¿Qué? Mi cara debe ser una mueca viviente porque él mueve la cabeza y me hace un ademán para que me siente frente a él. —¿Qué? —pregunto. Pero él no responde, simplemente se dedica a mirar lo que parece ser un expediente, no sé si es el mío o es alguna causa suya. _Tienes muy buenas calificaciones. ¿Te interesa el área penal? —pregunta finalmente. La verdad es que no. —Por supuesto y sé que este es el mejor lugar para hacer la práctica. Él enarca una ceja. —¿Tan rápido empezarás a adularme? Trago saliva con dificultad porque necesito que me acepten la practica aquí. Mi estabilidad económica y la de mi familia dependen de esto. Tampoco puedo contarle mi situación porque de seguro a él no le va a importar. No creo si quiera que tenga corazón después de todos los casos que ha tomado. Debe haber visto más cadáveres que un médico. —Disculpe, estoy emocionada por tener esta oportunidad. Había sido seleccionada entre los tres mejores, dos hombres y yo. Eso me provocaba una subida de ego tremenda, teniendo en cuenta que habían sido más de treinta los que habían postulado. Aunque me lo merecía, porque me había esforzado lo suficiente para estar aquí. —No te ves nada emocionada. Mierda. —Estoy un poco cansada, ya sabe cómo es la universidad —digo intentando sonreír. Llegué bastante segura de mis capacidades aquí. No tenía miedo o nervios porque sabía que lo lograría, ahora…ahora no estoy muy segura y el pánico esta comenzado a hacer presencia en mi cuerpo. Esa sensación fría que recorre todo tu cuerpo, que hace sudar tus manos y sientes unas tremendas ganas de salir corriendo sin mirar atrás. El pánico es una mierda y no me puedo dar el lujo de dejar que tome el control de mi cuerpo. —Sí, lo sé —dice asintiendo. El hombre es guapo, las cámaras no le hacen justicia, porque si ahí se ve guapo, en persona es abrumadoramente hermoso. «¡Céntrate Dana, por dios!», me reprendo. Muevo la cabeza ahuyentando todos esos pensamientos lujuriosos de mi mente. Debe ser el estrés y que además han pasado meses desde la última vez que tuve sexo o que alguien me tocó, aparte de mí, claramente. «Y tus juguetitos», dice mi mente. —Como dije, tus notas son excelentes. Tengo referencias muy buenas de ti de otros abogados, porque como sabes, nuestra firma también representa a tu universidad —dice, asiento porque es verdad—. Entonces, ya conozco tu historial académico, ¿por qué debería recibirte? Él deja la carpeta con mis documentos en el escritorio y se apoya en su asiento mirándome. Una de sus manos está apoyada en su barbilla con un pequeño rastro de barba, dándole un aire de chico malo que me roba el poco aire que me queda. —Bueno, como sabe mis notas son excelentes. En cada práctica que hemos hecho mi promedio ha sido sobresaliente ––comienzo, él asiente–— Y la razón es: porque me comprometo al cien por ciento en todo lo que hago, no cometo errores y aprendo rápido. ––Jackson odia que los practicantes cometan errores. La voz de Michael, mi profesor se repite en mi mente. Jackson se queda mirándome sin ningún tipo de expresión en su rostro. No desvío la mirada porque el abogado que lo hace es mejor que se dedique a otra cosa. Lo más importante para un abogado es la confianza en sí mismo, algo de lo que Jackson se rebasa y la que yo domino bastante bien. —¿Estás aquí porque pagamos? Sí. —Esta firma es una de las mejores del país, sé que estar aquí es claramente el mejor aprendizaje que un recién graduado puede obtener. La experiencia que podría obtener en esta firma me puede abrir múltiples oportunidades que ansío obtener —digo, esta vez él dice ni hace nada, así que sigo—. El hecho de que paguen es solo un bonus, en estos momentos de mi vida el obtener conocimientos que me permitan desenvolverme como una buena profesional, es más importante. He dicho todo esto sin dejar de mirarlo. El contacto visual es importante, como dije, un abogado que se vea indeciso o nervioso, que aparte la mirada, nunca será uno bueno. Y yo voy a ser la mejor. Jackson sigue mirándome. Intentando intimidarme, pero no voy a ceder, como dije, soy la mejor en esto o al menos lo intento. —Muy bien, sé que ya te habíamos contratado, pero solo dos alumnos van a quedar —dice, lo miro confundida y él continua—. No tengo más espacio ni tiempo para preocuparme por tres de ustedes, así que los dos mejores se quedan. Jackson se endereza y coloca ambos codos en su escritorio. —El chico que vino ayer, no quedó. Tú vas a quedar. Veremos qué tal está el otro —dice, dejo salir un pequeño suspiro sin que él lo note—. Puedes salir, Macarena te asignará un despacho. —Muchas gracias, en serio aprecio la oportunidad —agradezco. Él asiente sin mirarme mientras saca otra carpeta que imagino es la de Joaquín. Casi por obra de magia la puerta se abre y aparece Macarena mirándome con una sonrisa de oreja a oreja. Raro. El hecho de que haya sabido exactamente cuándo debía abrir la puerta, a menos que claro, haya algún botón escondido en el escritorio o se comuniquen por telepatía. —Sígueme cariño. —Muchas gracias, señor Lewis, no se arrepentirá de esta oportunidad —vuelvo a decir. —Espero que no —dice él suspirando como si el hecho de darnos práctica fuera una tortura para él. Lo que en parte debe ser porque lo que más me recalco mi profesor es que a Jackson no le gustaban los errores ni repetir las cosas dos veces. Por suerte para mí, yo no cometía errores ni necesitaba que me repitieran dos veces lo mismo. Esperaba que siguiera así. Aunque a veces la falta de dormir me pasaba la cuenta; tenía que aguantar, el último esfuerzo antes de recibir mi título y poder trabajar como abogada con un sueldo que cubriría gran parte de los medicamentos de mamá. —¿Cómo te fue? —me pregunta Joaquín. Le sonrío y levanto un dedo en señal de que me ha ido bien y él asiente sonriendo. Jackson dijo que solo dos quedaríamos y teniendo en cuenta que el otro chico ya fue rechazado, de seguro Joaquín quedará. —Bueno linda, esta es tu última práctica, ¿verdad? —me pregunta Macarena cuando vamos caminando por la firma. Asiento sonriendo. —Derecho es una carrera muy larga, tienes mi completa devoción —dice riendo. —Es difícil, sí, pero me gustaba demasiado como para pensar en otra cosa. —Te entiendo, yo lo intente, ya sabes, estar aquí creó un amor por el derecho en mí —dice, la miro atentamente. Ella es realmente hermosa y debe tener tan solo unos cuantos años más que yo—. Pero no era para mí, nunca fui muy buena leyendo y menos aun memorizando. —Pero estás aquí, y trabajar en este lugar no debe ser fácil —digo. Ella me sonríe y asiente. —El señor Lewis es muy exigente, pero parte de mi trabajo no es memorizar —dice riendo. Macarena estira una mano hacia una oficina con una puerta, una puerta…nunca nos habían dado una oficina con una puerta que nos diera privacidad. Macarena debe haber visto la sorpresa en mi cara porque me sonríe con entendimiento. —El señor Lewis cree que ya son abogados al estar aquí, y que por tanto en esta última practica deben trabajar como lo harán una vez terminen. El señor Lewis tiene toda la razón. —¡Es genial! —digo con más efusividad de la que quiero, pero a Macarena parece divertirle. —Lo sé, y, por cierto, puedes llamarme Maca —dice guiñándome un ojo. —Soy Dana, no tengo un diminutivo más corto —digo riendo. —Dana es un nombre precioso. Bueno, te dejaré acomodarte, luego te traeré el primer caso que el señor Lewis te asignará. Cuando ella se va y me quedo sola en la oficina, casi me siento como una abogada, es decir, los conocimientos estaban en mi cabeza. Podía desenvolverme de buena forma resolviendo cualquier caso, pero no era solo eso lo que te convierte en abogado, sino también tu actitud. Y Lewis nos estaba tratando como si fuéramos colegas al darnos una oficina y no como sirvientes que debemos llevarle café y los papeles sin que tomemos participación activa en el aprendizaje. Después de todo creo que no será tan malo trabajar aquí.

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