Se colocó en el supuesto cajón de bateo y puso el bate en vertical, con el brazo estirado, como si estuviese midiendo algo. Katy empezó a dar golpecitos con el pie en el suelo, con los brazos cruzados. Eli chocó el bate con los pies como si se estuviese sacudiendo algo de las deportivas, separó las piernas tranquilamente, dando pisotones en el suelo, allanándolo, flexionó las rodillas y se inclinó hacia delante, agarrando el bate con las dos manos. Se quedó inmóvil, con la vista clavada en Katy. - Ya puedes tirar – dijo al fin. - Aleluya – escuché murmurar a mi madre. - Recuerda que le tienes que dar con el bate, no cogerla con la boca – se mofó Katy -. A saber qué podrían hacer tus mugrientas babas si se quedasen en la pelota y rozaran mi piel. - Cuando termine el partido, me transfor

