El calor le recorrió la columna vertebral y un rugido empezó a vibrar desde su cavidad torácica hasta su garganta, aunque no llegó a salir. - Nunca podrás separarme de ella – escupió con furia retenida, apretando los dientes. Se hizo un silencio incómodo y sepulcral en el que se notaba la influencia de Josh. Duró unos segundos, pero parecieron minutos. Escuché el suspiro nasal de rendición de mi padre, sin duda, había escuchado cada uno de los pensamientos de los dos. - Lo sé. Para mi desgracia – dijo al fin. Eli se relajó un poco, aunque seguía abrazándome y aferrándome la mano con fuerza. Mi padre le pasó el brazo por el hombro a mi madre y le besó en la cabeza. Ésta también se tranquilizó, pero no parecía muy satisfecha. - Lo único que te pido es que te comportes, Eliot. - Haré

