Apartamento de Mara 02:30
Mara volvió a la cocina con paso firme, aunque por dentro sabía que era una excusa tan absurda como evidente. No iba a dejar a Francisco ahí sentado toda la noche, con ese gesto de hombre que no se mueve hasta que consigue lo que quiere.
—Es tarde —dijo desde el marco de la puerta—.
Francisco levantó la vista y, sin decir palabra, se incorporó lentamente. Caminó hacia ella, acortando la distancia hasta que el calor de su cuerpo la envolvió.
—Lo sé —murmuró, pero no sonaba como quien piensa irse.
Antes de que ella pudiera inventar otra frase para imponerse, él la sujetó suavemente por los brazos y la besó. No fue un beso robado ni una súplica; fue una declaración silenciosa, un recordatorio de que todo lo que habían intentado enterrar seguía vivo.
Mara cedió
