Separación

3105 Words
Las luces de todos los pasillos del orfanato se encendieron de golpe y se pudieron escuchar los pasos de los guardias aproximarse rápidamente en todas las direcciones. Sambrano echó a correr por el camino estipulado en el plan de Rata, sin embargo, no tenía la menor idea de qué hacer una vez que el plan parecía haber fallado y que todos fueran descubiertos a raíz de la pelea en el corredor. El perro tenía sentimientos encontrados sobre lo que había ocurrido tan solo unos segundos antes, por un lado, el maldito se lo merecía y se lo había tenido que aguantar por varios años sin que nadie le hiciera frente. Por otro lado, Héctor había actuado con una b********d e impulsividad que parecía haber logrado ocultar durante los meses en que cultivaron una sana amistad. -Rata, ahora qué hacemos. Deben estar por todas partes mirando qué fue lo que pasó-. Le gritó Sambrano a Héctor mientras este trataba de guiar al grupo y cargaba en su espalda a Gato. -Socio, tratemos de seguir con el plan como iba, si nos los encontramos de frente doblemos y separémonos hasta que se hayan ido-. Contestó Héctor quien trataba de tomar la mano a pesar de que este se negaba. La relación con Sergio había desmejorado las últimas semanas debido a que los planes de escape estaban apremiando al grupo y la única oportunidad viable sería durante la visita del obispo visitante. Sergio parecía estar aburrido y acondicionándose a la vida en el orfanato, pero, según Héctor, aquella no era más que una ilusión, puesto que en el mundo exterior les esperaba un mundo con mejores oportunidades de las que le esperaba malgastando su vida en una mansión llena de monjas. Amaba a su hermano con todo su corazón, pero siempre estaba con una actitud infantil y llorando por todo, lo cual lo desesperaba y causaba burlas entre sus nuevos amigos. -Hoy es el cumpleaños de mamá, le haré una carta y se pondrá muy feliz-. Escuchó Héctor decir a su hermano en una ocasión. -Sergio, necesito que lo entiendas: Mamá y papá están muertos. Solo nos tenemos a nosotros ahora-. Contestó Rata con molesta al tener que explicarle de nuevo esto a su hermano. -No es cierto, ellos nos dejaron acá mientras consiguen dinero y pueden recuperar la casa-. Contestó el niño llorando y en medio de berrinches. -Mamá nos lo dijo y ella no dice mentiras. -Sergio, por favor, reacciona-. Trató de insistir Rata. -Mamá no va a regresar jamás, deja de pensar en ella y sobrevive por ti mismo, no seas niño mimado. -Eso solo lo dices por bromear, siempre lo haces para burlarte de mí, pero esta vez no voy a caer, te odio-. Contestó en medio de lloriqueos el niño mientras le daba palmadas a Héctor. Las palabras del supuesto odio de su hermano tocaron vertebras duras en su corazón, y no iba a permitir que un niñato le levantara la voz de esa manera. Tenía que madurar después de todo, las cosas eran difíciles y jamás la pasaría bien si seguía con aquella actitud tan infantil. Héctor levantó la mano y le dio una fuerte bofetada en la mejilla a Sergio haciéndolo caer al suelo, pero frenando el berrinche. - ¿Lo ves? Siempre dices que me defiende, pero no haces más que burlarte de mí y lastimarme. Cuando Héctor trató de disculparse, su hermano se había ido corriendo de la habitación dejándolo con la palabra en la boca. Estaba arrepentido de la forma en la que se había dado la conversación, una vez más, pero él tenía que entenderlo. Tarde o temprano, pensaba Héctor, la vida lo estrellaría contra la realidad y era mucho mejor ahora. Desde aquel incidente Sergio se volvió más independiente de Héctor y trataba de permanecer cerca de su propio grupo de amigos conformado por varios niños mayores que él. Héctor trataba de vigilar constantemente las acciones de su hermano, pero este continuaba distante y guardando secretos con sus nuevos compinches. A pesar de que trato de integrarlo a su propio grupo, Sergio parecía desinteresado del plan de escape y respondía de forma ambigua cada vez que Héctor le hablaba del tema. -Muy bien, mañana en la noche necesito que permanezcas detrás de nosotros y no te involucres demasiado en caso de haber pelea-. Le indicaba Rata a su hermano para prepararlo en el escape. -En caso de que las cosas fallen tu sales corriendo y de esa manera no te castigaran. -No entiendo por qué nos tenemos que ir. Las cosas aquí no son tan malas-. Trataba de disuadirlo Sergio, pero Héctor era más perseverante. -Ya te lo he dicho, vamos a desperdiciar nuestras vidas acá. Mira que esto parece una jungla y no quiero que te críes de esa manera, le prometí a mamá que cuidaría de ti. En medio de estas razones se dio por finalizada la conversación y Sergio se uniría al grupo en su cruzada por atravesar el viejo muro en construcción. El niño solo había aceptado participar en el plan porque era consciente y sabía que todo iba a fallar, por lo que no había ningún peligro de que las cosas cambiaran en realidad. Entre sí, lo único que podía pensar era en la manera en la que devolvería las bromas a su hermano y se burlaría por el fracaso de aquella imposible empresa. A pesar de ser un cabezadura, él siempre había sido razonable y a la larga terminaría por aceptar el orfanato como su nuevo hogar. Todo esto pensaba Sergio de su hermano, al que también amaba con su corazón, hasta que lo vio reventarle la cara a Gorila con un palo de madera. Jamás en su vida había visto tanta sangre y una mirada que le inspirase tanto terror, ni siquiera cuando Gorila se acercaba a intentar hacerle la vida imposible a él y sus amigos. En aquel momento ese no era su hermano y por primera vez desde que el recordaba llegó a sentir terror por su mera presencia. -Rata, no lo vamos a lograr-. Reclamó Vargas al darse cuenta de que la esquina por la que debían girar estaba llena de monjas confusas por la situación. -Ténganme fe, yo sé lo que estoy haciendo. Solo síganme que siempre hay una manera, solo falta encontrarla -. Contestó Rata haciendo señas para que la pandilla se arrinconara en las puertas y así evitar la visión de las guardianas. - ¿Rata, estás seguro de que lo vamos a lograr? Estoy cansado de que me den tablazos por las nalgas-. Insistió El perro pensando en los demás más que en sí mismo. -Sambrano, tenemos que hacerlo hoy o nunca. Luego nos van a castigar más fuerte por la paliza del pasillo. Confié en mí que estoy seguro de cómo hacerlo. Al Perro no le quedó más que confiar en las palabras de su amigo y siguió las instrucciones que este les dio al pie de la letra. El nuevo plan consistía en salir de frente hacía las guardianas y tratar de engañarlas con que habían salido despavoridos con una pelea en el pasillo de Los Gavillos, ellos tan solo salieron a ver qué pasaba y ahora estaban confundidos. Mientras que El perro las distraía, los demás saldrían se colarían a sus espaldas y llegarían al depósito de herramientas donde el albañil guardaba sus herramientas. El plan resultó ser un completo éxito, debido al gran carisma de Sambrano, la monja se comió la historia por completo y cometió el error de dejar solo al chico con la excusa de que ahora este debía ir a orinar. Las alarmas empezaron a sonar con fuerza y la enfermera fue llamada de emergencia, la pelea había sido más brutal de lo que se creía y los esfuerzos se centraron en la atención medica de Flores quien yacía con la cara destrozada a golpes e inconsciente. Una vez que las hermanas sacaron a todos de sus camas para llamar a lista, los seis chicos ya se estaban preparando para saltar la zona del muro que permanecía sin cerca debido a su renovación. Las luces de todo el perímetro se encendieron de golpe y los guardias comenzaron a buscar por todo lado a los seis niños que no habían respondido. - ¡Es ahora o nunca, Rata! -. Gritó Sambrano a su compañero. -Si nos descubren ahora el castigo será terrible. -Bien, pero Sergio no puede saltar la barda por sí mismo, así que yo voy de ultimas mientras lo cargo a mi espalda-. Contestó Héctor mientras se amarraba un saco a modo de cangurera. El primero en atreverse a saltar fue Gil, el más arrebatado del grupo, quien no midió bien la altura y estuvo a punto de doblarse el tobillo. El viento al otro lado del muro se sentía distinto y la emoción le hizo dar escalofríos mientras miraba las desiertas calles nocturnas y con luces amarillas. Se tomó su momento de gloria y se arrodilló besando el suelo como el primer día de lo que sería el resto de su vida. El segundo en lanzarse fue Vaca, con mayor dificultad y desconfianza se tomó unos segundos para mirar las casas desde una buena altura. Había seguido a sus compañeros a aquella nueva aventura, sin estar seguro de sus deseos personales o de lo que le depararía el futuro. Todo se resumía a que no quería ni debía estar solo, no en aquel mundo cruel en el que había tenido que crecer. Tomó aliento y dio el siguiente paso cayendo sobre los brazos de gil. La actitud de Gil contagió a Vargas y trató de sonreír como respuesta. El siguiente fue el pequeño Gato quien prácticamente fue lanzado a la cima del puro por El perro y que la emoción del momento no le permitió disfrutar de la gran vista en la que se encontraba ahora. Cuando cayó lo esperaba los brazos de Gil y sintió por primera vez aquello de lo que tanto escuchaba hablar a Rata. Ferias se tomó su propio espacio y respiró un aire húmedo y sucio pensando que aquello debía de ser a lo que olía la libertad. Ahora tan solo tenía que seguir los demás planes de Rata y todo estaría bien, podría tener todos los juguetes y dulces que él quisiera sin que ninguna hermana le reclamase. Los tres niños permanecieron un rato que se les hizo eterno por sus demás compañeros, siendo conscientes que sin ellos jamás sobrevivirían allí afuera. Las luces al interior de la vaya los estaban buscando y escucharon como las sirenas daban la alerta por desaparecidos. Vaca, el mayor de los tres, pudo identificar que las sirenas no solo pertenecían a búsqueda sino también a la llegada de una ambulancia. En todos los años que llevaba allí, tan solo una vez escuchó ese sonido al que relacionaba con la muerte, luego de que años atrás una ambulancia entrara para llevarse a un chico con un ataque de epilepsia. Vaca no recordaba el nombre del niño, pero al otro día todos fueron citados a la capilla y oraron por el alma del fallecido. -Estamos perdidos, cuando salga la ambulancia nos van a encontrar y nosotros todavía acá-. Insistió lleno de dudas Vargas a sus compañeros.  ¿Qué estarán haciendo esos dos allá? ¿Será que nos dejaron botados a nuestra suerte? -Tranquilo, hermano-. Contestó Gil mientras se frotaba las manos. -Deben pasar con Sergio y por eso se están demorando. -Sí, además Rata no nos dejaría aquí botados a nuestra suerte, él dijo que nos guiaría-. Respondió molestó Gato ante las dudas de Vaca. ¿En realidad podían confiar en todas las maravillas que Rata les había contado? ¿cómo es que ahora todos confiaban ciegamente en él y sus planes? Héctor había llegado hacía tan solo unos cuantos meses y cambió por completo la forma en la que se manejaban las cosas allí. Es cierto que continuamente mantenían conflictos con otras pandillas, pero las cosas nunca fueron tan complicadas desde que Sambrano lo había invitado a unirse a ellos. La primera impresión que tuvo sobre Héctor era de qué era un maldito despreocupado. Según los chismes y la información que había sonsacado a su hermano, su madre había muerto hace apenas unas semanas y su padre unos meses atrás ¿Cómo era que podía mantenerse de gracioso y haciendo bromas para todos? Todos confiaban ciegamente en él, pero Vargas todavía se resguardaba sus dudad para con un extraño. - ¿Ya ve lo que le decía? ahí viene el perrito, no nos dejaron tirados-. Exclamó emocionado Gil mientras movía sus manos como un imbécil. Sambrano siempre le molestó la forma en la que Héctor trataba a su hermano con la excusa de estarlo protegiendo. Su tono condescendiente y su actitud de no querer escuchar las opiniones de su hermano hacían que lo sobreprotegiera y tratase de controlarle hasta la forma de dormir y comer. La vida, según lo que pensaba Sambrano, ya era horrible en un lugar como ese como para que tu hermano te termine por arruinar la experiencia. Cuando El perro trataba de hacerle entender esto a Héctor, Rata no hacía más que esquivarle el comentario y reprocharle que él jamás lo entendería, pues no tenía hermano y Sergio era responsabilidad nada más que de él. Aunque muchas de las palabras de Héctor eran hirientes, Sambrano terminó por aceptarlo y cultivar con él una verdadera amistad. Sí, era cierto que él jamás había tenido hermanos de sangre, pero para él los chicos de la pandilla eran su responsabilidad y compartía con ellos un lazo casi tan fuerte como el de Sergio y Héctor, al menos según él. Poco a poco trató de hacer entender a Rata el tipo de cosas que podía y no hacer, cómo moverse por el orfanato y la manera de tratar con otros niños que no habían tenido la dicha de disfrutar de una familia. Héctor era bastante receptivo y siempre hacía lo posible por espabilarse y hacer lo correcto. Gracias a Sambrano, Héctor era más responsable emocionalmente y había dejado a un lado las bromas pesadas con las que solía molestar sobre todo a Vaca. Tenía un buen corazón, lo sabía porque lo había visto en la manera que adoptó a Gato, sin embargo, no dejaba de tratar como a un bebe a su hermano. -Dele un respiro al pequeño, debe estar asustado-. Trató El perro de convencer a su amigo para que dejara de presionar a Sergio. -No, es que él tiene que entender que no puede vivir toda la vida asustado, soy lo único que tiene en la vida. -Contestó molesto Héctor ante el comentario de su amigo. -Como dijo, no creo que él sea capaz de subir ese muro y saltarlo, aunque lo ayudemos, si algo toca llevarlo a canguro-. Trató de tranquilizarlo de nuevo. -Ya nos dimos cuenta de que no es posible, es muy pesado. Sí él quiere sobrevivir tiene que ser independiente y saltar el muro por sí mismo-. Luego se giró a su hermano y les habló directamente a los ojos. -Vamos Sergio, tan solo inténtalo. -Héctor, no puedo ya te lo dije-. Contestó tímidamente Sergio. -Rata, nos tenemos que ir ya. A menos que esa vieja sea un espanto, es una monja-. El perro tomo del hombro a rata y le habló. -Es ahora o nunca y no podemos dejar a los demás allá tirados. - ¿Qué se supone, que deje a mi hermano? -. Insistió Rata. Héctor echó de mala gana a su hermano en su espalda y trató de escalar el muro con ayuda de su amigo, pero fue imposible. La monja detectó el movimiento y corrió en medio de gritos que fueron silenciados por la sirena de la ambulancia. Era inútil continuar de esa manera. -Ya los sigo. Yo les lanzo a Sergio desde acá y lo atrapan del otro lado-. Ordenó Rata a Sambrano. El cuarto niño en escalar el muro estaba apurado por la emergencia de la vigilante que los había acabado de detectar. Aun así, los milisegundos que hubo desde que de tiro de la cima del muro y aterrizó en el suelo los sintió con gloria en todo su cuerpo. El aire entraba y salía por su ropa como el abrazó de la madre que nunca tuvo y el frio de la noche lo reconfortó por completo. No tenía idea de lo que pasaría más adelante, de cómo sobrevivirán ni sí las historias de su amigo serían reales, pero mientras continuara con sus hermanos las cosas estarían bien. El calor de los cuerpos de sus compañeros lo llenaron de emoción y felicidad. Sambrano no se tomó la molestia de prepararse para que Sergio llegase volando del otro lado del muro. Él se había parado a hablar con el pequeño unas horas antes que empezara la operación y le preguntó con sinceridad que opinaba del plan a lo que Sergio terminó contestando que no tenía ganas de escapar de allí. Tan solo era cuestión de tiempo para que Sergio armase berrinche y Rata tuviera que dejarlo en aquel sitio. A fin de cuentas ¿Cómo un pequeño niño estaría mejor en la calle que en el orfanato? El perro admiraba la inteligencia de Sergio que el ciego de su hermano no era capaz de captar. -Por favor, Sergio, solo necesito que hagas un esfuerzo, es lo único que te ruego-. Insistía Héctor a su hermano. -No puedo, hace mucho frio y me voy a enfermar-. Contestó con inocencia Sergio. Dos guardias continuaban corriendo hacía ellos desde el otro extremo de la cancha. El tiempo apremiaba y tenía que tomar una decisión. Era ahora o nunca, jamás volvería a tener una oportunidad como esa. - ¿Estarás bien? -. Héctor terminó por rendirse. -Lo estaré, solo nunca te olvides que estoy aquí-. Contestó Sergio a modo de despedida. -Sergio, nunca olvides que eres lo único que me queda en el mundo y que te quiero más que a nada-. Héctor se arrodillo y abrazó con amor a su hermano al tiempo que juntaba su mejilla con la del niño como lo había hecho siempre. -Te prometo que haré lo posible por que volvamos a estar juntos, te sacaré de aquí. -Sé que lo harás, cuídate, hermano, y dale esto a mamá-. Sergio saco una carta arrugada de su bolsillo mientras lloraba. -Dile que nos cuide desde el cielo. Héctor no era capaz de contener más las lágrimas y saltó el muro al tiempo que presionó a sus compañeros para dar el pique y desaparecer entre la oscuridad de la noche.                      
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