Capítulo 5
El Primer Día De Escuela
En el mercado del pueblo las personas iban de un lado a otro, la algarabía y el bullicio de los vendedores que promocionaban sus productos casi ensordecía a quienes con curiosidad caminaban en medio del mercado buscando comprar lo que les fuera necesario, como era el caso de Ernesto que era seguido por su hijo Antonio de cerca, el hombre se quedó de pie regateando con un viejo conocido comerciante de granos, el hombre negociaba el precio del arroz mientras su hijo esperaba tras de él, pero hubo algo que llamo la atención del niño de 12 años, un no tan reluciente camión Ford del año 46 había llegado al pueblo en medio del sonido de su bocina pues era todo un suceso que un camión llegara al pueblo y en especial ese día de mercado, el notable camión llamo por completo la atención de Antonio que como todo niño en ese entonces soñaba con montar en un camión y con la posibilidad de manejarlo, la mirada del niño permaneció distraída hasta que Juana de golpe le tomo de la mano halándolo pues debían seguir caminando, la familia camino unas cuantas calles hasta salir de la multitud de personas que a esa hora ya habían llegado al pueblo, Ernesto junto con su esposa revisaban haber comprado los víveres necesarios y algunos otros productos de aseo esenciales para la semana pues no podrían volver al pueblo hasta el siguiente domingo a no ser que algo pasara.
Muchos campesinos trasportaban sus cosas con ayuda de sus mulas o sus burros, animales que eran pieza esencial de sus trabajos y el trasporte. Caminando de regreso a su casa, Ernesto pidió a uno de sus vecinos que llevara sobre su mula a su pequeña hija quien ya estaba cansada de caminar, Helena iba sentada sobre un par de costales que la mula cargaba con formidable disciplina, sostenida por su padre que cuidaba la niña no cayera en medio del movimiento que provocaba el animal al andar, al volver por su camino la familia volvió a pasar por el lado de la escuela, pero en esta ocasión Ernesto no miro de nuevo con curiosidad, más las palabras de Juana rompieron el silencio.
—Hable con la maestra de esta escuela…—
Ernesto volteo a mirar de momento a su esposa con sorpresa.
—¿Y qué dijo sobre los niños…?—
—Dijo que todos los niños pueden venir a la escuela… ya tienen la edad necesaria…—
El hombre no contesto de inmediato más tampoco la idea de que sus hijos estudiaran no le molestaba, por el contrario la idea le motivaba pues a pesar de su condición humilde el como todo padre lo haría en su caso, deseaba lo mejor para ellos y obviamente una mejor vida que la que él a sus 43 años había pasado. La conversación no fue más allá de la afirmativa respuesta del hombre que sin descuidar su paso siguió avanzando pues la tarde ya había llegado y empezaba a notar la ausencia del almuerzo que por lo general llegaba al medio día exactamente.
Pasado el día con tranquilidad y con expectativa a la idea de asistir a la escuela, Antonio y su hermana esperaban la hora de dormir mientras Juana su madre, con especial cariño había sacado su caja de hilos y agujas para remendar y preparar un vestido bonito que usaría Helena para su primer día de escuela, al igual que su hijo el cual con la guía de su padre y su madre se encontraba reparando un par de calcetines, esa noche como todas a la luz de una sencilla vela y el sonar del mal sintonizado radio, la familia esperaba la hora de dormir, pues al día siguiente las cosas volverían a su rutina diaria. Temprano en la mañana tanto Ernesto como su esposa despertaron temprano con el sonar de la alarma del pequeño reloj, el hombre tras alistarse y esperar a la llegada de sus trabajadores, se dirigió al campo de cultivo donde las plantas de papa estaban apenas floreciendo de manera tímida, en el caso de Juana, la mujer había salido de la casa y daba de comer y beber a los animales, además de que minutos antes había ya ordeñado la vaca para tener la leche para ese día, la leche que no usara no podía guardarla sin que esta se dañara, por eso la mujer solía guardarla para posteriormente convertirla en queso o cuajada (Producto lácteo procesado de forma casera), la cual podría usar para otros alimentos o bien como una merienda sencilla acompañada por una arepa de harina de maíz. Esta merienda ella la había guardado en un sencillo paquete que sus hijos llevarían a la escuela, Juana había tomado de las cosas que guardaba un par de libretas de papel y un par de lápices para que sus hijos estudiaran en la escuela. Antonio y Helena ya estaban despiertos y listo cuando su madre les sirvió el desayuno en el pequeño comedor, tan pronto acabaron de comer, tomaron un sencillo morral y ambos hermanos en compañía de su madre salieron de la casa camino a la escuela que estaba a unos cuantos minutos caminando, tomados de la mano tanto Antonio como su hermana menor, se sentían nerviosos por la nueva experiencia que ese día vivirían. Su madre de forma amorosa y dentro de sus posibilidades ya les había enseñado a reconocer los números y a escribir su propio nombre, pero no era suficiente. Por el camino de tierra, madre e hijos caminaron hasta la escuela, tras una breve conversación entre la profesora y Juana, ella se quedó en la entrada de la escuela vigilando con mirada preocupada como sus dos retoños, tomados de la mano, entraban a la escuela por primera vez. Juana no dejaba de lado el preocuparse por sus hijos, más sin embargo una vez estos entraron a la escuela y la maestra los ubico en el salón de clase con otros pocos niños, ella volvió deprisa a su casa pues había dejado de lado algunos trabajos pendientes, además de que debía preparar la comida para su esposo y los dos trabajadores.