LITTLE MAN

Louis arreglaba su cabello para llevar a su hermano menor a su primer partido de fútbol. El niño estaba emocionado y no dejaba de cogerle de la camisa para que hiciera todo mucho más rápido y pudiera llegar lo más pronto posible a la cancha de fútbol. — Cálmate —Louis rió viendo como Frank mordía su pulgar en el asiento trasero del auto—. Estaremos dentro de poco allí. El niño asintió y pronto el castaño comenzó a recorrer las calles de Londres. Pocos semáforos molestaron su camino y sonrió al ver a lo lejos el colegio de Frank. Sin duda su hermano estaría feliz apenas descendiera del auto. — ¡Es aquí, Lou! —Chilló el pequeño desabrochando su cinturón de seguridad—. ¡Sal rápido, el coach tener que conocerte! — Tiene —rectificó. Louis accedió y tomó la mano de Frank para entrar al lugar. Todo se veía sumamente limpio y ordenado; nada parecido a la secundaria donde él estudiaba. Rosa y azul se veían en casi todos los rincones y su estómago dio un vuelco cuando alguien lanzó un balón y golpeó justo su entrepierna. El cuerpo del castaño se desplomó al suelo y sus ojos se humedecieron por el dolor. Trató de tomar algunas respiraciones, pero eso no quitaba el ahora ardor que estaba amenazando con ser peor. — ¡Oh, Dios! —Escuchó que alguien exclamó, pero no se sintió en condiciones como para levantar la mirada. Sólo quería pensar en cosas lindas para que todo se calmara. Unos brazos fuertes abrazaron su cuerpo por detrás y lo ayudaron a estabilizarse de pie. Puso rápidamente sus palmas en su entrepierna y soltó un gemido doloroso. — Lo lamento, yo no te vi y oh- —continuaron y Louis empujó al hombre que no paraba de hablar. — Déjame. —Su voz había salido como un diminuto murmullo y no pudo hacer nada. Aún sentía como si fuera a morir. — No, te golpeé muy fuerte, déjame ponerte un poco de hielo —pidió el desconocido—. Pero ¿dónde te lastimé? — En mi paquete… — ¿Qué? — ¡En el jodido pene, idiota! —Gritó volteándose y viendo a un chico alto. Un muchacho común y corriente. — No digas eso —lo regañó el muchacho con el ceño fruncido—, estamos con niños. — No me importa, creo que no podré volverlo a utilizar en mi vida. Las cejas de rizado se levantaron y soltó una carcajada, que por sobre todas las cosas había hecho a Louis sonreír. Pero sólo un poco, no quería que el idiota pensara que ya no estaba furioso. — Yo podría ayudarte con eso —guiñó. Louis rodó los ojos y soltó un suspiro sintiéndose un poco mejor. Así que, tratando de no mostrarse muy indefenso, se irguió en toda su altura y casi se pone a llorar ahí mismo. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos sin levantar un poco la cabeza. — Lárgate, idiota — El enano si tiene una boca sucia, ¿eh? — No me digas enano. Me llamo Louis Miles y ahora vete —escupió con la furia creciendo en su pecho. ¿Quién se creía para tratarlo así? Tras de feo e idiota, ahora era un inculto. — Y yo Harvey Clive —masculló rápidamente el ahora no-desconocido tomando el brazo del más bajo viendo como estaba yéndose—. Espera, ¿No quieres algo? — Que me dejes en paz. —Louis espetó comenzando a caminar lejos del idiota, que nunca quería volver a ver en su vida. Harvey se quedó mirando como aquel chico se iba directo a la cancha de fútbol sin siquiera importarle el niño que iba con él. — ¡Oye! —El rizado llamó al pequeño de ojos azules, quien se había mantenido alejado de todos mientras terminaba aquella discusión. El niño le miró y corrió hasta estar frente a él—. ¿Cómo te llamas? — Yo soy Frank. — Bueno Frank, creo que deberías ir a buscar a tu papá porque se fue sin acordarse de ti. — Lou no es mi papá —el menor se cruzó de brazos— es mi hermano. — Entonces ve a buscar a tu hermano —Harvey palmeó su hombro, y antes de que el niño se alejara le dijo: — Dile a Louis que lo de 'dejarlo en paz' no está entre mis planes. Frank asintió y comenzó a correr para buscar a su olvidadizo familiar.