— ¡Lou! —Gritaron a la espalda del castaño furioso y este se volteó de forma brusca al reconocer esa voz. Oh Dios, era un mal hermano, tal vez el peor hermano de todo el mundo.
— ¡Frank! —Chilló abrazándolo—. ¡Lo lamento! No le digas nada a mamá, ¿bien?
El pequeño asintió y luego habló: — Me dejaste solo con ese señor con pelo de loco y él dijo que no te dejaría en paz. Me da miedo, Lou, es tan raro, además te hacer poner mal.
— Hizo —Louis corrigió con amor por milésima vez al niño—. Ahora que estás estudiando vas a aprender a hablar mucho mejor.
— ¡Estoy tan emocionado! —Frank gritó viendo como el coach Preston le llamaba— ¡Vamos, tienes que conocerlo!
— ¿A quién? —El mayor preguntó dejándose llevar por su hermano, que lo llevaba hacia la cancha de fútbol.
— El coach —respondió— Él es muy bueno con todos nosotros, Lou. Dijo que le encantaría conocerte.
Louis levantó una ceja y se detuvo cuando el niño trotó hacia un hombre moreno. Éste a su vez se había agachado y apretado los mofletes de Frank, haciendo que riera y se lanzara a sus brazos.
Vaya, sí que quería a su entrenador.
— Hola… —Louis saludó acariciando el cabello de su hermano. Quien se mantenía con una sonrisa.
— Hola. Mucho gusto, me llamo Eric Preston, coach de tu pequeño hermanito. —Se presentó el hombre y Louis le sonrió cortésmente.
— Frank —el coach Preston llamó al niño y él puso toda su atención en su entrenador—, ve con los demás, pronto jugarás y tienes que calentar un poco.
— Claro, señor —asintió el niño. Abrazó la pierna de su hermano y luego corrió para encontrarse con los otros jugadores.
— Y bien... —Louis carraspeo sintiéndose un poco incómodo por estar solo con Eric, ya que era sumamente atractivo— ¿Cómo le va a mi hermano en todo esto del fútbol?
— Muy bien, déjame decirte que es de los mejores jugadores que tenemos aquí —respondió Eric cruzándose de brazos.
— ¿Y qué otros niños también son buenos?
— Uhm —meditó el morocho viendo alrededor — Podría decir que Allan, Eddie y tu hermano.
— Bien. —Mordió su labio el ojiazul y empezó a tararear en voz baja.
— ¡Coach! ¿Qué tal? —Se escuchó una ronca voz y Louis cerró los ojos sabiendo quién había llegado.
Un brazo pasó por sus hombros y un cuerpo se apoyó en el suyo, hasta casi hacerlo perder el equilibrio.
— No me toques—siseó alejándose de Harvey y posicionándose lejos de él.
El rizado hizo un puchero—. Eres como una buena mesa, rayos, eres un pequeño enano multiusos.
— No soy enano.
— Podría utilizarte para apoyarme, poner mi comida y hasta chupar mi pene.
Los ojos de Eric y Louis se abrieron. El primero soltó una carcajada que podía jurar Harvey, había resonado hasta por sus huesos.
— Se nota la tensión aquí —dijo el coach—. Parecen uno de esos matrimonios…
— ¡No lo conozco! —Louis exclamó y luego se dirigió a Clive: — ¿Sabes para que sirvo también? Para darte una patada en las bolas.
Y así fue como su pie impactó en la entrepierna del chico frente a él. Louis comenzó a alejarse del lugar escuchando algunas maldiciones por parte del muchacho de ojos verdes. Pero por alguna razón no se sintió mal. Antes, volteó, le guiñó un ojo y soltó una risotada yendo directo a las gradas.
El partido estaba por empezar.