Capitulo 7

848 Words
NARRA ISABELLA. Ha pasado una semana aproximadamente desde que hablé con Víctor y las víboras esas y para serles sincera, no me quiero topar con ellos. Ha pasado un tiempo indefinido desde que mi padre no aparece, dijo que iría a un viaje de negocios en un país que ni siquiera recuerdo el nombre, es más, no me dio demasiada información. Me levanto de mi cómoda cama y miro un cuadro que está en mi mesita de noche, es una foto de mi padre y yo, era pequeña en esa foto. Mi padre siempre está fuera del país y siempre me dice que nunca me debo encariñar por las personas porque te destruyen cuando menos te lo esperas. Me dirijo a la cocina de mi casa para agarrar algunas papas que se encuentran ahí. En el camino me encuentro a mi madre con una sonrisa tan reluciente y tan amplia que en cualquier momento puede partir en dos su perfecto rostro. -Mi preciosa ¿cómo has amanecido? - dijo mi madre tan contenta que un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Cuando esta mujer quiere algo, sabe cómo conseguir las cosas. La miro detenidamente y veo una alegría tan grande, sus ojos reflejan felicidad y yo la miro extraña. -Amanecí bien, por lo que veo tú también amaneciste de maravilla- digo con una sonrisa nerviosa y temerosa por la actitud de mi progenitora. Lleva puesto un vestido rojo con escote, no es largo, pero tampoco es corto, su figura resalta con ese vestido y sus dolorosos tacones de color n***o, su cabello perfectamente arreglado y sus relucientes joyas. Comparado conmigo que llevo un pijama, mis pantuflas, cabello desordenado y nada de maquillaje o joyas, parezco excremento de perro. -Estas demasiado arreglada ¿a dónde irás? - le pregunto sonriente y aprovechando para llevarme bien con ella hasta que quiera volver a matarme. -Tu padre regresa hoy, ve a cambiarte que iremos a recogerlo al aeropuerto- me dice tan feliz que hasta chilla como si fuera una niña de cinco años que le acaban de dar un dulce. Al igual que ella me pongo feliz y me dirijo a mi habitación a asearme y poder arreglarme. Termino de ponerme un collar de perlas que según mi padre perteneció a mi abuela y ella se lo obsequió a mi tía y ahora soy yo la portadora de tan hermoso collar; es una de las tantas joyas que perteneció a mi familia. Al estar lista salgo de mi habitación y me encamino junto a mi progenitora. Esa mujer tiene una sonrisa tan radiante, por primera vez veo una sonrisa sincera y llena de felicidad en esta mujer. -Isabella, ya nos vamos- la felicidad que transmite es... Impresionante, ojalá que sea así todos los días. -Si, seguro que estará feliz de regresar- le digo con la misma felicidad y ella acaricia mi mejilla. -Debo disculparme contigo, tantos años te hice daño, jamás pensé en cómo te sentirías o si te afectaba. Me costó aceptar el hecho de que te convertiste en alguien importante para tu padre, que heredaras las joyas que él, alguna vez me prometió, acepte que tú serás la próxima mujer Castillo y no yo- pequeñas lágrimas ruedan por su mejilla-. Eres la elegida y sé que podrás con esa tarea. Le doy un abrazo con todas mis fuerzas y ella corresponde, es la primera vez que nos abrazamos con cariño. Ya no habrá más rencor, tristeza, odio, por fin podremos ser aquella familia que siempre soñé. De repente un mal presentimiento se instala en mi pecho, una inquietud llega a mi sistema y siento que algo malo pasará. - ¿Nos vamos, Isabella? - pregunta mi madre con preocupación en su mirada. Noto mi inquietud y si sigo pensando en cosas malas tal vez llegué a arruinar un bello momento. -Si, vamos- ella me sonríe y nos dirigimos a una de las camionetas de mi padre. Primero sube ella y luego yo. Las camionetas se ponen en marcha camino hacia el aeropuerto, miro las calles que me rodean y el mal presentimiento vuelve a hacer presencia. Solo pido que no sea nada de lo cual pueda lamentar.... Una hora después... Mierda, mierda y mil veces ¡MIERDA! Hace una hora llegué al bendito aeropuerto y no hay señales de mi padre, esto es el colmo. Camino de un lado a otro con impaciencia tratando de que llegué el tiempo de que mi padre se aparezca, pero nada, ni una mosca. Veo a mi madre y la veo peor que yo, padre siempre es puntual, jamás se tarda. -No aparece- digo enfadada por esta situación. Ese hombre sabe que no me gusta esperar y de todas formas no se digna a aparecer. - ¿Quién no aparece? - dice una voz ronca y gruesa detrás mío. Siento como mi cuerpo se tensa y temerosa me doy la vuelta para mirar a aquel hombre. Pequeñas lágrimas se deslizan por mis mejillas y salto a los brazos de aquel hombre en cual tengo la dicha de llamar padre. Sofia Torales... ***************************************************************
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