Emily Bloom era una chica homogénea igual que algunas de su clase, tranquila, con la diferencia de que era cristiana y amante a los libros y los gatos. Los felinos más que mascotas se habían convertido en sus más grandes soportes la cual podía contarle todos sus secretos.
Hansel y Grete como el cuento infantil maullaban cuando tenían hambre, comían leche y purina de gato prácticamente las 24 horas del día mientras Emily estuviera en casa.
Su casa quedaba en un vecindario modesto, no eran tan privilegiados económicamente pero si tenía un estatus cómodo y aceptable. A pocas cuadras el reverendo Bloom, su padre, pasaba su mayor parte del tiempo en una pequeña iglesia donde los domingos en la mañana y miercoles en la noche se congregaba un número de personas.
Emily desde pequeña amaba estar en el templo, sin embargo, cuando llegó a su adolescencia comenzaron en su escuela a molestarla por ser un seguidor de Jesús, además, de estar medianamente fluctuantes en temas que ella sabía que era pecado.
Si el amor era pecado, de seguro ya Emily estaba condenada a un infierno eterno. Porque ella no debería de mirar como mira, ni mucho menos sentir como siente por alguien de su mismo género.
Es inmoral.
Es pecado.
Sus padres la exiliarian de la iglesia, la apedrearian, de seguro, le dirían pecadora, serpiente, y le haría un tipo exorcismo para que todos los diablos que tuviera por dentro salieran de su cuerpo. Aveces Emily cuestionaba esa forma tan estricta de su padre, ya que a pesar de ser criada por ese lineamiento, creía fielmente de cada persona tenía un diablo dentro de si, que le permitía consumir el pecado deliberadamente.
Consumir el adulterio, la fornicación, y hasta un asesinato, sobre todo lo último, que es el quinto mandamiento más escandaloso y criticado por la sociedad, al igual que los otros. ¡Que forma de clasificar los pecados! de poner unos más grande que otros, Emily estaba seguro que delante los ojos de Dios todas las faltas como: envidia, celos, amargura, el odiar eran de igual de graves como el matar.
Y del amor al odio hay un paso.
Y el matar sólo hace falta una víctima.
¿Que tan víctima podemos ser? victimizamos y justificamos lo injustificable solo para que nos entiendan, cuando por dentro todos tenemos a ese diablo que nos insiste en fallar constantemente y Emily Bloom era consciente de sus faltas.
Si había cometido pecado: lo había hecho al 1000% tanto... que creía que ya no tenía salvación.
No solamente quebrantó la ley de hombre y mujer los hice, si no que también se atrevió a ser testigo omnisciente de un crimen.
Ese conocimiento le dió el poder para hacer dos cosas: chantajear y acercarse a Susie.
Emily Bloom estaba enamorada de Susie, la adoraba con devoción, la amaba tanto que haría cualquier cosa por ella y por ser su amiga. Y un tiempo lo fue, hasta que descubrieron su juego de chantaje. Ella fue un verdugo para los jóvenes culpables, un tormento que le sirvió para consolar a la pelirroja, hasta que se enteró por unas fotografías que Emily guardaba como un tesoro; tesoro que la misma Susie quemó y eliminó porque la incriminaba. Desde ese momento la lejanía se hizo más marcada entre ellas, tan inalcanzable se volvió su amor como una princesa al estar en su castillo custodiada por un dragón feroz escupe fuego.
Solo que aquel dragón que no le permitía estar con su princesa eran muchos, en especial, uno que le dolía en el alma: Susie nunca la amaría.
Emily Bloom esa noche estaba en la iglesia, tenía su cámara fotografía pegada su pecho, escuchando el sermón de su padre.
No sé sentía bien, le dolía el estómago porque minutos ante había recibido una información valiosa, tanto que no sabía cómo usarla. Pensó en la firma, en un tal anónimo. Se preguntó asimisma como si se hablara con su yo interior quien era este sujeto y como pudo tener en su poder un video tan íntimo con el que ahora Emily tenía en sus manos.
Es tu decisión, tu sabrás cómo usarlo correctamente.
Pensó un buen rato, sin duda, el contenido del mismo dañaría a Susie por completo, y ella no quería eso.
Su estómago rugió tan ferozmente como un leon al reclamar su selva, sus tripas le daban señales de que debía marcharse a casa, ir al baño y relajarse un poco mientras depositaba su mala digestión en la taza.
Se levantó cuidadosamente, no quería interrumpir a su progenitor, sabia lo mucho que le hacía enfadar cada vez que una persona caminaba, se sentaba, se levantaba a cada momento, decía que lo desconcentraba de su discurso.
Casi en cunclilla salió del auditorio, sintiendo el viento frío golpearle el rostro, en como la brisa desordenaba su cabello ondulado largo. En silencio caminó hacia su hogar, metió las manos en su gabardina negra a medida que apresuraba sus pasos, su trono le aguardaba.
Llegó a su casa, abrió la puerta, la cerró, corrió a las escaleras, se metió con afán a su cuarto y se paralizó al contemplar el desorden que había en este. Era como si un tornado agresivo hubiese pasado arrasando con todo a su alcance. Desde su ropa interior, sus libros, cuadernos, sábanas, y todo estaba vuelto un culo.
El gato maullaba.
Por consiguiente, Emily quiso correr, a su mente lo primero que se asomó fue que un ladrón había irrumpido su casa y aún seguía ahí.
—¡Hola Emily!—escuchó una voz a un lado de su alcoba. Sintió como todo su cuerpo se tensó, el escalofrío recorrió su espalda, sus labios palidecieron a medida que su ritmo cardíaco aumentaba de nivel.
Su vista se centró en Pedro, en Hanna, en Laura, en Susie.
—¿Que es esto?—preguntó con evidente angustia en su voz.
Pedro curveó sus labios de medio lado.
—Buscando si tienes más recuerdos de nosotros—murmuró el chico, pasándose la mano por el pelo. Pedro no solo era el mejor amigo de Jeremy, era impulsivo, intimidante, y conocido por ser un mala conducta de cara bonita.
El gato seguía aullando. Los ojos de su ama lo buscaron hasta que los vio. El gato que maullaba lambió a su compañero que yacía muerto en el suelo.
Sus chillidos, no era más que llanto, y su lengua acariciando su peludo rostro era sinónimo de: cariño, levantante. Al menos, así lo percibió Emily que se desmoronó a llorar cuando visualizó a su animal muerto.
Eso hizo que Pedro se saliera de quicio.
—¡Es un animal!—una furia descomedida dejó en su exclamación.
—¡No es un animal, es mi amigo!—chilló, acariciando la cabeza del gato—. Hansel despierta, despierta.
Pedro le dió una mirada escéptica y fulminante a las tres muchachos que solo miraban la escena como expectante desde lejos.
—¡Acabemos con esto!—expresó el chico tomando a Emily por la nuca para pararla frente a él con violencia. Las lágrimas de la muchacha seguían rondeando sus mejillas, el dolor era evidente por la forma en que lloraba.
—¿Eres tú anónimo?—preguntó directamente.
Susie se metió, apretando fuerte la mano de Pedro para que la retirara de la nuca de Emily.
—Le estas haciendo daño ¡bruto!
Pedro miró a la pelirroja con impaciencia.
—Hay que desmotrarle a esta putita que no tiene que meterse con nosotros.
—¡No de esa manera Pedro! ya suficientemente daño hiciste matando al pobre gato.
Pedro retiró la mano de la nuca totalmente con los estribos afuera.
Susie le dió una mirada condescendiente a Emily.
—¡Lo siento!, no queríamos esto. El gato mordió a Pedro y él... él...—suspiró acortando la palabra—. Emily yo solo quería saber si tú eres anónimo, si nos estás chantajeado de nuevo.
La muchacha no paraba de llorar, tanto que ni podía responder.
Eso hacía que Pedro siguiera perdiendo la cordura.
—¡Habla mujer!—gritó.
—¿Acaso el gato te comió la lengua?—vociferó Hanna.
—¡Callense!—peló los ojos Susie.
Volvió a mirar a Emily.
—Emily por favor, todos nosotros compartimos un secreto, incluyéndote. Si algo sale mal, estaremos todos jodidos, hasta tú.
Emily no dijo nada, se le quedó mirando a Susie de una forma que la pelirroja no pudo descifrar.
Hanna caminó directo a ambas chicas.
—Si te vuelve a meter con nosotros Emily, te juro que te vas a repetir. Deja tus jueguito, porque el tiro te va a salir por el culo—la miró de arriba abajo como si no fuera nada—. Putita.
—¡Vamonos!—dijo Laura, saliendo por la ventana. Hanna también se marchó. Pedro dió una última mirada al cuarto con una sonrisa de suficiencia.
—Aah, bonitas pantaletas, eres patetica—culminó sus palabras para salirse.
Susie suspiró. Abrazó a Emily.
—¡Lo siento Em!—salió detrás de ellos, de esos delincuentes.
Emily se dejó caer en el suelo con un llanto desgarrador.
Eres patética.
Te vas arrepentir.
Divisó a su gato muerto, y a Grete acostada a su lado.
Es tu decisión, tu sabrás cómo usarlo correctamente.
Se acordó de la nota de anónimo. Emily se levantó buscando debajo del colchón. Allí seguía la memoria con el video. Gimió, miró a su gato, paseó su vista entre ambas cosas, entre el felino y la memoria.
—Vamos a ver quién se va arrepentir, quien es el patético ahora.
Y subió en redes con una cuenta falsa lo que anónimo esperaba que ella hiciese.
Archivo completado.
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¿que les parece la historia?, estamos conociendo a cada uno de los personajes